Provocando a los albañiles

Big Tits

Provocando a los albañiles
Cuando Víctor y yo nos mudamos a Villa Urquiza, mi oficina quedaba a pocas cuadras y entonces aprovechaba para ir a pie.
Una tarde regresaba un poco cansada, vestida con una pollera larga aunque bastante entallada y una blusa blanca. A una cuadra de nuestra casa había un lindo chalet en construcción…
Al pasar por allí pude ver unos cuatro albañiles trabajando y ellos también me vieron a mí. Naturalmente silbaron, aullaron como lobos hambrientos y dijeron alguna grosería; pero yo solamente los miré y le dediqué una leve sonrisa; sin alterar para nada mi paso.
Al llegar a mi casa, después de darme una ducha relajante, me puse a preparar la cena; pero entonces noté que me faltaban algunas cosas del almacén. Era temprano, así que me vestí con unas apretadas calzas de gimnasia y una remera bien ajustada.
Salí a la calle y otra vez me dedicaron algunos gritos, chiflidos y aullidos. Al regresar un rato más tarde, fue todo por tercera vez.
Pero ahora uno de los albañiles se acercó y me ofreció ayudarme con las bolsas de compras, que pesaban bastante. Me negué; pero insistió tanto, que al final acepté su ayuda.
Caminamos hacia mi casa y el tipo intentó tocarme la cola en un descuido; pero pude esquivarlo. Sonrió con lascivia, diciendo que yo me hacía la interesante. Tenía razón; en el fondo mi calentura me decía que ardía de deseo de que ese bruto me tomara ahí en plena calle, me arrancara las calzas a manotazos y me cogiera a la vista de todo el barrio…
Abrí la puerta y tomé las bolsas para dejarlas a un lado. Le agradecí al albañil y me dijo que no era nada. Agregó que por una hembra como yo haría cualquiera cosa. Casi me hizo sonrojar, además de provocarme una cierta humedad en mi entrepierna…
Casi como si adivinara mis pensamientos, el hombre estiró una mano y sus dedos se hundieron en mi entrepierna. Seguramente pudo sentir el calor de mi concha, porque sonrió y me dijo que yo era una hembra bien caliente. Por un instante me debatí entre pegarle un cachetazo o dejarlo seguir; pero la expresión de furia en mi cara lo convenció de retirar su mano de ahí abajo.
Me encontraba muy excitada y caliente con el atrevimiento de ese hombre. De ese macho que me había provocado esa humedad…

Finalmente lo despedí; diciéndole que yo era una mujer casada y que ya él se había atrevido demasiado…
Traté de preparar la cena; pero antes de terminar me encerré en el baño y me masturbé furiosamente, mientras pensaba en la mano de ese albañil metida entre mis muslos…
Esa noche en la cama Víctor disfrutó de mi calentura como nunca.

Un par de días después, salí un poco más tarde para mi oficina y supe que esos hombres ya estarían trabajando. Así que decidí vestirme con algo sexy, para provocarlos un poco. Me puse una pollera tubo bien ajustada a mis caderas, que marcaba demasiado mis curvas y una blusa de seda sin corpiño, lo cual permitía un interesante balanceo de mis redondas tetas. La pollera además tenía un tajo al costado, por donde asomaba mi pierna.
Me miré al espejo antes de salir y noté que mis pezones erectos se adivinaban perfectamente bajo la tela de la blusa. Eso los iba a volver locos, pensé.
De lejos vi a dos de ellos en la puerta. Seguí caminando y ellos abrieron los ojos con asombro. Ambos me silbaron y murmuraron algo; esta vez decidí entrar en el juego y les sonreí sensualmente.
A la tarde regresé caminando, pensando en algunos trabajos pendientes de la oficina y casi sin recordar a los albañiles.
Pero allí estaban los cuatro, esperando verme pasar…
Esta vez pude verlos un poco con más detalle. Uno era bastante mayor que los demás y parecía ser el jefe. Otro era un chico muy joven y los dos restantes frisaban los treinta años. Uno de ellos era el caradura que me había manoseado dejándome tan caliente…
Todos estaban sudorosos y con la piel bastante oscura y curtida por estar trabajando todo el día bajo el sol.

Esta vez el hombre mayor se me acercó y se ofreció a acompañarme hasta mi casa, diciendo que esa calle a esas horas era muy solitaria y podía ser peligrosa para una mujer sola.
Antes de que pudiera decirle algo, el hombre me abrazó por la cintura y me sonrió. Lo dejé hacer, pero unos metros más adelante sentí que su mano se deslizaba para acariciar mi cola…
Comencé a excitarme y sentí un leve temblor en mi cuerpo; pero no le dije nada y lo dejé que siguiera tocándome. El olor a sudor que emanaba de su cuerpo agregaba un poco más de excitación.
El hombre entró detrás de mí al llegar a casa. Me miró con seriedad y me dijo que yo era una puta a quien le gustaba provocar a los hombres; vistiéndome con faldas apretadas y blusas transparentes…
De repente estiró una mano y levantó el ruedo de mi pollera tubo. Sus dedos sucios y callosos enseguida encontraron mi tanga.
Mientras el hombre acariciaba mis labios vaginales por encima de la tanga, sonrió y volvió a decirme que era una puta caliente que merecía una buena cogida por parte de un macho verdadero.
Pensé que me iba a arranca la ropa a manotazos; pero de repente retiró su mano y dijo que otra vez no me escaparía de él y sus colegas. Sonrió y abrió la puerta de calle para desaparecer…
Esta vez ni siquiera me saqué los zapatos de taco alto. Solo desprendí la pollera y me masturbé en mi cama furiosamente; mientras me imaginaba que esos albañiles sucios y sudorosos me destrozaban la ropa a jirones y se turnaban para cogerme…
Hundí mis dedos en la humedad de mi vagina y acabé aullando como una perra. Esa noche mi adorado esposo se sorprendió al encontrarme tan humedecida, caliente y deseosa por coger…
Pasaron un par de días y llegó el sábado; mi día para gimnasio. Víctor tampoco trabajaba y se ofreció a acompañarme, ya que él después seguiría viaje para el centro a hacer unas compras, advirtiéndome que regresaría después de mediodía.
Me puse un equipo de gimnasia muy provocativo. Unas calzas pegadas al cuerpo que me marcaban bien la cola sin tanga y una camiseta también muy ajustada, que apretaba bien mis tetas…
Esta vez los albañiles me vieron llegar de lejos; pero advirtieron la compañía de mi marido y entonces se limitaron a mirarme la cola sin abrir la boca para nada.
Regresé un par de horas después totalmente transpirada, ya que no me había duchado al terminar mi clase de entrenamiento. Hasta podía sentir la humedad en mi entrepierna y una mancha visible a través de mis calzas…
Al llegar a la obra en construcción, me estaban esperando los cuatro albañiles en la calle. Les sonreí al acercarme y esta vez no me dieron tiempo a nada.

Dos de ellos aferraron mis muñecas y me arrastraron dentro de la obra, al mismo tiempo que pasaban sus manos libres por mi culo.

Una vez adentro me empujaron contra una mesa polvorienta y caí de frente, quedando doblada por la cintura y con mi cola arriba.
Entonces sentí que unas gruesas manos me aferraban por las caderas y uno de esos hombres se pegaba a mis nalgas, haciéndome sentir la dureza de su verga a través de mis calzas.
No pude ni siquiera protestar; sabía que esos cuatro hombres iban a hacerme de todo allí adentro; pero mi calentura no me permitía ya ni siquiera pensar. La fantasía de provocarlos para terminar en esta situación había disparado mi locura y mi puta interior…
Ahora estaba en manos de esos cuatro brutos, esperando que ellos también se sacaran las ganas conmigo; como yo quería hacerlo con ellos.
Sentí de repente que mi concha se humedecía y no era por la transpiración. La verga contra mi cola se retiró por un momento y otras manos deslizaron mis calzas hasta mis rodillas. Varios silbidos de aprobación me indicaron que mi culo redondo y firme les había encantado.
El hombre mayor comentó que la putita ya estaba empapada…
Recordé que un par de días antes había depilado mi labia; así que ahora podían ver esos hombres mi humedad que no era sudor…
De repente mis nalgas desnudas recibieron un azote con una mano abierta. Las otras manos seguían sujetándome por mis caderas; así que no pude moverme ni evitar los siguientes azotes.
El hombre que me sostenía dijo que lo merecía por ser tan puta.
Entonces pude escuchar el inconfundible ruido de un cierre relámpago abriéndose. Quise girar mi cabeza para ver quién era; pero de repente sentí una dura y gruesa pija deslizándose entre mis labios vaginales humedecidos y listos para recibirla…
Era el hombre que me sostenía por las caderas; el mismo que me había manoseado por primera vez. Sus compañeros rieron y silbaron al ver mi cara de sorpresa y dolor; ya que esa pija era bastante grande para mi vagina todavía algo estrecha.
El tipo comenzó a bombearme con ritmo y el dolor cedió paso por fin a ese placer que tanto buscaba yo. Comencé a moverme al encuentro de esa gruesa verga que me taladraba la concha tan bien y el hombre lo notó. Comentó que yo era una puta calentona.
Me cogió por un buen rato hasta que de repente pude sentir su semen hirviendo invadiendo mi vientre. Suspiré aliviada, pero un poco contrariada por no haber podido acabar antes que él.
El hombre me dio una suave palmada en mi cola y muy despacio sacó su verga chorreante de mi agradecida concha. Me quedé recostada sobre esa mesa sucia, esperando al siguiente…
El tipo mayor dijo que era su turno. Me hizo enderezar y me tomó por la cintura, para levantarme y hacerme sentar en el borde de la mesa, con mis piernas colgando en el aire. Me hizo abrir los muslos y de pronto sentí su pija que invadía otra vez mi concha, ahora bien dilatada y lubricada.
Ese hombre me bombeó como loco, mientras me tomaba por la nuca y me acercaba a su cara para besarlo en los labios. De repente sentí un tremendo orgasmo crecer dentro de mi cuerpo y por fin acabé sobre esa verga, rompiendo el beso para poder aullar como una verdadera perra…
Los demás hombres vitorearon a su jefe, que me había hecho acabar. Eso disparó su excitación, porque un par de segundos después el hombre se vació dentro de mi concha…
Me comió la boca por última vez con un beso húmedo y profundo. Luego muy despacio se retiró.
El chico joven se acercó con su verga dura en la mano; pero el cuarto hombre dijo que ahora era su turno con esta puta. Empujó al chico a un lado y se plantó delante, mirándome con lascivia.
Le sostuve la mirada y abrí un poco más mis piernas para él.
Pero entonces anunció que a él le gustaba darle por el culo a las putas y escuchar eso me excitó muchísimo. Bajé la mirada y pude encontrar una tremenda verga con una gruesa cabeza. Eso me iba a provocar dolor en mi estrecho culo, pero mi calentura podía más que mi mente…
Me hizo girar en el aire y quedé otra vez apoyada boca abajo contra el borde de la mesa. Sus callosas manos abrieron mis nalgas y un dedo exploró a gusto mi estrecha abertura anal.
El tipo se largó a reír, comentando que la puta tenía el culo casi virgen. Por suerte Víctor lo disfrutaba bastante a menudo y eso iba a hacer que ahora no me doliera tanto al sentir esa gruesa verga…
Mientras crispaba mis puños al sentir que esa cosa enorme comenzaba a traspasar mi apretado esfínter, pensé que no iba a llegar a casa a mediodía para almorzar con mi adorado esposo…

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir