Rocksound

Anna Louise

Rocksound
Me costó un par de noches en vela decidirme a aceptar su invitación. Una cosa era mandar mensajitos por XHamster o por mail. Incluso habíamos hablado un par de veces por teléfono, pero joder, quedar en persona era harina de otro costal: ¿Y si piensa que soy rubia, alta, delgada, guapa y encima inteligente? Si yo sólo soy lo último. O eso creo. Bueno, sí, simpática. Y si me maquillo en plan alicatarme hasta las cejas hasta quedo mona. Pero vamos, de ahí a ser una sex symbol no es que haya un mundo de diferencia, no, es que hay varios planetas. Por la mañana, con las ojeras por el suelo y pensando que eso no había corrector que lo disimulara me decidí: A tomar por culo. Yo voy y me tomo una cerveza y escucho a la banda esa que hace tributo a Led Zeppelin. Si aquello no da para más, pues lo más que conseguiré es, aparte de darme la hostia del siglo, es pillar un puntillo etílico festivo, ponerle cara a un nick de XHamster con el que llevo hablando casi 5 años y el escarmiento de que la próxima vez que se me ocurra quedar con un tío que haya conocido en XHam, decirme a mí misma: déjate de gilipolleces, quédate en casa, hazte un té y lee un buen libro, locadelcoño, que no se te ocurre nada bueno.

Y en esas estábamos: Móvil en mano, escribiendo, borrando, volviendo a escribir,… borrando de nuevo para terminar con una frase que desde luego no pasará a los anales de la historia de la literatura: Nos vemos en Rocksound el viernes sobre las 21. Pulsar “enviar” y pensar: No aprendes, Queen, va a ser un bluff histórico. Seguro que ni se presenta.

Y la semana que es así de puta fue pasando los días laborales como pasa los del fin de semana, a toda pastilla. Y el viernes llegó. Ni qué decir durante esos días había vaciado el armario en dos ocasiones buscando ropa para la ocasión: Esto no, que me queda como el culo. Esto… joder, ni me cabe. La secadora, que encoge la ropa, cabrona. Al final, después de mucho probar, las opciones quedaron reducidas a una minifalda, una camiseta de tirantes fresquita (porque pensaba en el concierto, con mogollón de gente y sudando como un pollo justo al lado de un tipo que me ponía un montón y yo con el sobaquillo al que ya había abandonado el desodorante y oliendo a avecrem). En la ropa interior ya me esmeré un poco más. No porque pensara que aquella noche iba yo a triunfar, sino porque me gusta la lencería. Ya que por fuera soy la mujer menos femenina sobre la faz de la tierra, al menos que mi coño vaya bien vestido con encajes y puntillitas… Así que escogí un conjunto negro, que no era lo más sexy que había en mi cajón de la ropa interior, porque me repetía una y otra vez que aquella cita no iba a pasar de escuchar a una banda mediocre, tomar un par de cervezas y poco más. Pero oye, que mi chochete sea el mejor vestido de la noche.

Y ahí estaba yo plantada, en la puerta de Rocksound, maquillada como si hubiera usado la escopeta de maquillaje de Homer Simpson, lista para entrar y encontrarme con él. Eso de las mariposas en el estómago, los nervios a flor de piel, temblar como una hojita de abedul mecida por el viento… eso serían las otras chicas. Yo estaba literalmente cagada, muerta de vergüenza y notaba que todo el riego sanguíneo de mi cuerpo había tenido a bien alojarse en mis mofletes. Me notaba fosforescente debajo del maquillaje, y me sudaba cada poro de la piel.

Entré y ya había una gran cantidad de gente cerca del escenario. Habíamos quedado dentro, cerca de la barra. En aquel momento pensé: Joder, Queen, ponte en esa esquina y quédate quieta, que pase el trago lo antes posible y te vas a tu casa a tomarte un buen copazo de lo que sea que tenga muchos grados, a ver vídeos de XHamster y a masturbarte como si no hubiera mañana con tu consolador. Un barrido de la barra me tranquilizó: De lo poco que yo sabía sobre él (moreno, con barba, ojos oscuros), allí no había nadie así. Así que me instalé en la esquina más alejada de la gente, al lado de la barra pensando que al menos tendría un lugar privilegiado para pedir cerveza sin que el camarero me ignorara o tuviera que estar aguantando codazos de la gente.

Los Imperial Jade comenzaron a tocar y no lo hacían nada mal. Al contrario. Un cover más que digno de Led Zeppelin. Y mi cita que seguía sin aparecer. Un par de canciones después yo ya estaba por recoger mi dignidad del suelo y marcharme por donde había venido, cuando noté una mano alrededor de mi cintura y una voz susurrando: Perdón, había mucho tráfico. Y al girarme me encontré con él sonriendo, haciendo señas al camarero para que pusiera dos cervezas más y yo, que en 10 segundos había notado que mi corazón se paraba hasta en 3 ocasiones, sólo fui capaz de decirle: Hola. Creo que me va a dar un infarto. Y reírme de la manera más idiota del mundo. Mi cerebro decía: Hostias, Queen, que pareces inframental, deja de reírte así. Pero mi cuerpo iba a su puta bola y sólo era capaz de temblar y sudar como un buen pollo a l’ast.

Llegaron las cervezas y me tragué la mía en dos tragos, porque de repente notaba todo el calor del universo en mi cuerpo. Él estaba de lo más tranquilo, relajado, riéndose, haciendo comentarios sobre lo bien que tocaban. A la cuarta cerveza yo ya había dejado de sentir calor por todo el cuerpo y sólo lo sentía dentro de las bragas, porque si hay algo que me pone, y además me pone muchísimo, es un tío inteligente que sepa de lo que habla, y él sabe mucho de música. Y cuando empezaron a tocar el Whole Lotta Love tenemos el cóctel perfecto para que la Queen se empape como una jodida perra en celo: una canción que ha usado para masturbarse, un tío increíble al lado y un susurro: ¿Sabías que los Led Zeppelin masturbaron a una groupie con un pez que habían pescado en Seattle? Mi cerebro decía: ¡¡Joder, con un pez!! Pero mi coño yo ya sé que tiene vida propia y noté como en una fracción de segundo el clítoris aumentaba de tamaño y palpitaba anhelante. Mi coño quería pez, estaba claro. Y yo cuando mi coño pide no soy quién para negarle nada. Así que no sé bien cómo pude colocarme delante de él, presionando el culo contra su paquete para decirle bajito al oído aprovechando un solo de guitarra: Pues me encantará descubrir cómo se sintió aquella groupie, pero a falta de pez me prestas tus dedos.

No hizo falta mucho más. Notaba la barra del bar presionando contra mis costillas, su mano deslizándose por la cinturilla de la falda y separando la braga de la piel del pubis y dos dedos rozando los labios de mi coño, ya totalmente empapado. Separé las piernas para que tuviera un fácil acceso y cuando apretó entre sus dedos el clítoris tuve que morderme los labios para no comenzar a gemir. Mi culo respingaba contra su paquete y notaba una erección importante, pero en ese momento lo que quería más que nada en el mundo era que me follara con los dedos mientras terminaba la canción y comenzaban a tocar los primeros acordes de Dazed and Confused. Cerré los ojos y me concentré en mover las caderas al compás de los movimientos de sus dedos, que ya daban buena cuenta del orificio de mi vagina, pero sin entrar del todo. El muy cabrón me estaba haciendo agonizar de placer, y cada vez que se quedaba a las puertas de deslizar los dedos dentro de mí, paraba y los sacaba, al compás de los gemidos del cantante y la batería. Putos Led Zeppelin, que parece que follan como a****les en cada canción. Le dejé hacer porque pese a estar casi a punto de correrme, me encantaba la sensación de dejarle controlar mi orgasmo al ritmo de la música. Ahora un poco más lento, pero sin parar de hacer círculos sobre el clítoris, con lo que cada vez que lo presionaba yo notaba pequeñas descargas en la base de la espina dorsal. La música seguía y sus dedos no paraban. Yo en este punto sólo pude enterrar mi boca contra su cuello y ahogar mis gemidos contra su piel. Creo que fue en aquel momento cuando sus dedos se deslizaron de manera brusca dentro y de la fuerza yo estaba casi de puntillas, arañando la madera de la barra y sintiendo como mi vagina se contraía sin control sobre sus dedos. Los dejó dentro hasta que pararon los espasmos, y yo volví a tener una respiración normal, aunque seguía con temblores en las piernas. Me giré para situarme frente a él y darle un largo beso, deslizando mi lengua en su boca para acabar mordiéndole el labio inferior y susurrarle un Gracias que quedó sepultado en un aplauso que en ese momento recibían los músicos.

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