El jefe de mi esposo; mi jefe

El jefe de mi esposo; mi jefe
Ese mediodía Víctor regresó a casa, sin avisarme que venía acompañado por su jefe; Raúl. Yo lo conocía por haberlo visto en algunas cenas o fiestas de la compañía; pero apenas habíamos cambiado palabra en esas ocasiones.
Era un hombre mayor que mi esposo. Corpulento, algo canoso; pero bastante apuesto y de un trato agradable…

Yo hacía un rato que había regresado del gimnasio. Todavía estaba transpirada y vistiendo una remera ajustada que me marcaba bien mis firmes tetas y unas calzas pegadas al cuerpo, que dejaban adivinar las curvas de mi culo. Para peor, la transpiración se acumulaba en mi entrepierna; provocando un efecto como si mi concha estuviera realmente humedecida…

Luego de saludar a Raúl, me disculpé y subí al dormitorio. Me quité la ropa transpirada y fui al baño contiguo a darme una buena ducha caliente. Descubrí que, la mirada de Raúl sobre mi cuerpo transpirado, me había provocado una incipiente humedad en mi hambrienta concha.

Salí de la ducha envuelta en una gran toalla y regresé al dormitorio para seleccionar mi ropa. Dejé la puerta abierta y pronto escuché pasos cerca de la entrada. Sabiendo que era mi esposo, decidí darle un espectáculo aparte.
Muy despacio comencé a balancear mis caderas, mientras me quitaba la toalla, mostrándole mi espalda desnuda. Continué meneando mi culo desnudo y me doblé por la cintura abriendo las piernas y metiéndome un dedo entre mis labios vaginales.
Luego me puse unos jeans ajustados; sin tanga y comencé a subirlos por mis piernas moviéndome sensualmente. Me puse una camisa holgada y entonces escuché que los pasos a mi espalda se dirigían hacia el baño.

Me calcé unas sandalias de taco alto y salí del cuarto. Al pasar por la puerta del baño golpeé y le dije a Víctor:
“Amor, te espero abajo en el living con tu invitado…”
Al llegar abajo, encontré que Víctor entraba desde la cocina.
“Amor, vos no estabas en el baño de arriba…?

En ese momento se disiparon mis dudas, al ver que Raúl venía bajando las escaleras. Me quise morir de vergüenza, sabiendo que ese hombre me había visto en bolas y para colmo moviendo el culo de manera sensual y provocadora. El tipo sonrió levemente al ver mi expresión horrorizada…

Preparé algo rápido para almorzar, mientras ambos hombres tomaban unos tragos.
Ya en la mesa, Raúl me miraba fijamente a los ojos y yo no podía sostenerle la mirada. En un momento se me cayó una cuchara y me agaché debajo de la mesa para recogerla.
Raúl entonces levantó la servilleta que tenía sobre su falda, para dejarme ver su verga erecta fuera de su bragueta. Era de un tamaño considerable, con una gruesa cabeza, bastante dura…

Al incorporarme lo miré a los ojos y él solamente me dirigió una sonrisa cargada de lascivia…
Después de degustar el postre; Víctor me dijo que la compañía tenía un puesto vacante en el Departamento Legal, que yo podría cubrir sin problema. Su jefe había venido a tratar de convencerme para aceptar. Mi esposo estaba encantado de poder sumarme.
Mi mente quería negarse, pero Raúl intervino antes de que yo pudiera hablar:
“Anímese, Ana; yo sé que Usted está calificada para ese puesto.”

Además continuó diciendo que el sueldo era muy bueno, que el ambiente de trabajo era muy cordial y estaría cerca de mi esposo.
Solo por la expresión entusiasta de Víctor, le pedí que me diera un par de días para pensarlo.
Al despedirse un rato después, Raúl me tomó por la cintura y una de sus manos se deslizó hacia abajo, acariciándome la cola…
Lo miré con cara de bronca, pero el muy turro volvió a sonreírme como si nada hubiera sucedido.

Por la noche, estando ya en la cama; sentía una tremenda calentura por la situación sucedida durante la visita del jefe de mi esposo. En parte era culpa mía, por no cerrar la puerta de mi habitación.
Víctor atenuó las luces, demostrando sus ganas de cogerme; pero yo me negué, todavía incómoda por la actitud de viejo verde que había mostrado su jefe. Entonces él me dio la espalda enojado por mi negativa y apagó todas las luces.
Yo me quedé boca arriba, mirando el cielorraso en las penumbras y me metí un par de dedos en mi concha humedecida. Me hice una paja silenciosa, mientras recordaba la visión de la gruesa pija del jefe de mi maridito…

A la mañana siguiente, para reconciliarme con Víctor, le dije que aceptaría la propuesta y que lo acompañaría para firmar el contrato con su jefe. Nuestro jefe a partir de ahora.
Víctor encantado con la novedad, olvidó totalmente mi negativa a coger de la noche anterior…

Para concurrir a la oficina, me vestí un pantalón blanco bien ceñido a mi cuerpo, una tanga negra debajo que se traslucía, resaltando la redondez de mi culo; una remera negra y sandalias de taco alto.
Raúl se sorprendió de verme. Víctor tuvo que atender una llamada en su despacho y nos dejó a solas.
Esta vez el viejo verde me trató de manera muy amable.
“Qué bueno que haya aceptado… aquí lo pasamos muy bien…”
Ese “muy bien” me sonó algo morboso…

Enseguida me dijo que empezaría en otro sector, pero pronto sería directamente su auxiliar. Me imaginé que así podría tirase lances conmigo con más facilidad teniéndome a mano…

Mi lugar de trabajo estaba situado en una oficina contigua a la suya. Solamente era un escritorio con una computadora.
Esa tarde todo fue normal. Al despedirme de Raúl, me dijo que habría una fiesta el fin de semana y, como nueva empleada, estaba naturalmente invitada…

Al día siguiente día Víctor me dejó en la entrada del edificio y siguió viaje hacia otro lugar.
Me había vestido con una minifalda bastante ajustada a mis caderas, no llevaba tanga y unos zapatos de taco alto realzaban mis torneadas piernas. Parecía un verdadero “gato” y mis nuevos compañeros de ofician me lo hicieron notar con sus miradas; especialmente las mujeres…

Raúl continuó sin desubicarse ni intentar tocarme para nada; pero se le notaba la calentura en su mirada, cada vez que yo me acercaba a él para hacerle firmar algún documento…
Después de una semana completa sin demasiadas novedades, por fin llegó el día de la fiesta. Era en el mismo edificio de la compañía. Elegí llevar un vestido de color azul oscuro muy entallado, con la falda bastante corta y por debajo una minúscula tanga roja que se perdía entre mis nalgas.

La fiesta se puso bastante entretenida. No podía encontrar a mi esposo, así que supuse que, como buen fanático de su trabajo, seguramente estaría en su oficina revisando documentos…
Subí a buscarlo. Entré a su oficina, pero él no estaba allí,

Entonces tuve la fantasía de que Víctor era mi jefe libidinoso y yo su secretaria bien sumisa y puta…
Se me ocurrió esperarlo allí mismo, sabiendo que, tarde o temprano, Víctor subiría a su oficina. Entonces jugaría a ser su secretaria y lo haría calentar hasta lograr que me cogiera sobre su escritorio.

Mientras esperaba, saqué mi celular y lo puse en función de grabación, ocultándolo en un estante lleno de documentos. El ángulo de la cámara podía tomar el escritorio y, si me penetraba estando doblada sobre esa tabla, podría verse mi cara de placer y su verga entrando y saliendo de mi concha…
Cuando tuve todo listo, justo golpearon a la puerta. Yo no quería ver cómo mi marido me tomaba desde atrás; prefería ver después la grabación; así que me incliné sobre el escritorio, de espaldas a la puerta y dije: ”Adelante…”

Pude oír que entraba y sin girarme le susurré sensualmente:
“Señor, si Usted está estresado por su trabajo, yo puedo ayudarlo”
Diciendo eso me incliné un poco más y fui levantando muy despacio mi breve vestido hasta la cintura. Bajé mi tanga roja hasta la mitad de mis muslos y metí un dedo entre mis labios vaginales.
“Cuando Usted quiera, Jefe… soy toda suya…” Susurré otra vez.

Lo escuché acercarse, mientras se bajaba el cierre de la bragueta.
Me acarició la vulva con sus dedos, notando que ya mi concha estaba muy húmeda.

Le dije casi en una súplica:
“Cójame Jefe… por favor, se lo pido; soy toda suya…”

Entonces apoyó la punta de su verga entre mis labios externos y empujó despacio, metiendo su cabeza poco a poco. Me dolió un poco más de lo común a pesar de que estaba muy mojada, pero me encantaba. Después me lo metió todo de un solo embate y yo grité, sintiendo que comenzaba a embestirme suave al principio; pero después me daba la impresión de que su verga hoy estaba demasiado larga…
Volví a suplicarle;
“Cójame sin piedad, Jefe, mi concha hambrienta es para su placer”

Comenzó a embestirme con mucho más ímpetu; pero a mí no me importaba nada; solamente me interesaba sentirme bien cogida y entregada a los deseos de ese macho viril que era mi esposo…
Mis alaridos y gritos de placer no se oían por el volumen de la música que llegaba desde el piso de abajo. Sentía que su verga me atravesaba y también cómo mis nalgas rebotaban contra sus caderas.

De repente me tomó una pierna para apoyarla sobre el escritorio y pude sentir su poronga dura entrando más a fondo en mi concha.
Por otro buen rato me embistió con furia, hasta que de repente casi se detuvo por completo. Yo me deshacía de calentura y entonces le supliqué a gritos que siguiera cogiéndome con todo.

Volvió a embestirme unas veces más y entonces sacó su verga de mi concha y echó una buena cantidad de semen sobre mis nalgas.
Escuché apenas un ligero gemido por parte de él y enseguida otros ruidos que me parecieron era porque estaba arreglándose la ropa. Me dio una palmada en mi cola desnuda y luego simplemente abrió la puerta y salió en silencio.

Yo me quedé todavía reclinada sobre el escritorio con mi culo en pompa; alcancé unos pañuelos de papel que había allí y me limpié el semen. Después me subí la tanga otra vez y me miré en un espejo. Vi la imagen de una secretaria sumisa bastante puta…
Bajé a la fiesta y busqué a Víctor, para hacerlo bailar conmigo. Todavía sentía mi concha dilatada y titilante después de semejante cogida que me había pegado mi adorado maridito.

Víctor había disfrutado demasiados tragos y entonces yo tuve que conducir de regreso a casa. En el trayecto tuve que aguantarme las ganas de ver el video que había grabado con mi celular.
Al llegar a casa mi esposo casi se desmayó en la cama. Aproveché entonces para conectar el celular a la computadora y verlo en pantalla gigante, con buen volumen…

Comencé a disfrutar la imagen y al mismo tiempo me metí un par de dedos en mi todavía humedecida vagina. Mi cara de placer se veía con nitidez y mis aullidos de gata en celo me calentaban más ahora que en ese mismo momento de la cogida.
De repente, un pequeño detalle casi me hizo detener el corazón: en los dedos de la mano que me sostenía por las caderas mientras me taladraban desde atrás, había varios anillos, incluyendo uno con brillantes. Esa no era la mano de Víctor…
Seguí mirando el video y masturbándome, ahora más caliente todavía; sabiendo que me había entregado sin saberlo a un perfecto desconocido en la oficina de mi marido…

Escuché el gemido final y vi la acabada de leche sobre mi cola. Entonces al retirarse, el hombre se volteó a dar una última mirada a mi culo expuesto, doblado sobre el escritorio. Era Raúl…
El muy hijo de puta se había dado el gusto de cogerme casi sin ningún esfuerzo para conseguirlo y mis súplicas de calentura seguramente lo habrían excitado todavía más y más…

Apagué la computadora y me fui a acostar junto a mi adorado maridito. Mirando el cielorraso en plena penumbra, de repente comencé a tocarme otra vez; caliente por haberme dejado coger por ese viejo verde que; para colmo, me había hecho gozar como loca, pegándome una cogida infernal.

La imagen de su verga entrando y saliendo de mi concha pronto me hizo arquear el cuerpo hacia arriba y entonces acabé sobre mis dedos, reprimiendo mis gemidos, por las dudas: Víctor seguía roncando tranquilamente a mi lado.
Luego me puse a pensar la cara que le pondría a mi nuevo jefe cuando lo enfrentara el lunes; o lo que él me iba a decir, pensando que yo no sabía quién me había cogido durante la fiesta…

Entonces comencé a tocarme otra vez, muy suavemente…
El lunes sería otro día…

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