Sexperiencias oficina

Emo

Sexperiencias oficina
Esto es una mezcla de realidad y ficción de un chica que entra a trabajar en unas oficinas como secretaria de la jefa de administración. Su jefa es Roma, tiene 36 años, es una mujer muy bella y simpática, desde el primer día nos llevamos bien, y yo que había entrado con terror de que me tocara un jefe estricto y pervertido. He tenido mis experiencias con hombres, las cuales nunca fueron del todo buenas, siempre me obligaron a tener relaciones y yo me negaba porque me amenazaban con dejarme, y sabía que si era así entonces no me amaban realmente. Llegué a creer que nunca saldría con un buen muchacho, uno que me amara de verdad, porque al parecer soy un imán para los tipos malos y abusivos. Entonces llevaba ya varios meses sin salir con hombres y me sentía bastante bien al respecto, de mejor humor y ya no lloraba como si hubiese enviudado cada mañana. Pero claro, mis amigas querían engancharme con sus amigos varones y yo me negué a un par de citas a ciegas, por supuesto que también se sorprendían de que siguiera siendo virgen y me hacía sentir sapo de otro pozo.
En fin, sucede que de repente empecé a sentirme atraída hacia Romina, mi jefa, me atraía más que nada su físico, senos grandes y cola redonda, unas piernas bien torneadas más largas que las mías. Nunca antes me habían gustado las mujeres, por lo que al principio me sentía rara y confundida, pero Romina me trataba tan bien que empecé a creer que yo también le gustaba, aunque sabía que estaba divorciada y ella me contaba de sus salidas con amigas en las que a veces terminaba teniendo sexo con completos desconocidos.
Una tarde, almorzando en el bar-café frente a la empresa, platicábamos de sus salidas del fin de semana y en un momento ella dijo algo como que venía follando con tantos hombres que ya se aburrió, lo único que le faltaba era follarse a una mujer. Yo casi me atraganto con la ensalada, bebí un vaso de agua, ella me preguntó -¿Te encuentras bien?- le respondí que sí, que me picaba una cebolla pero que ya estaba bien. Terminamos de almorzar y volvimos a nuestros puestos de trabajo, yo seguía sorprendida por su comentario, me preguntaba si realmente mi jefe sería capaz de follarse a una mujer, o a mí. Al pensar en eso, me sentí excitada, como cuando veía porno y no me masturbaba porque me daba miedo lastimarme. No, pensé, Romina no sería capaz de algo así, ella solo estaba bromeando, seguramente. Aunque trate de convencerme de eso, la sola idea de que Romina se atreviera a follarse a una mina aumentaba mi excitación, hasta tal punto, que por pura curiosidad, busqué vídeos porno de lesbianas, quería saber cómo hacía para tener sexo, y lo que vi me excitó tanto que mojé toda mi braguita. Me gustó que, salvo algunas excepciones, fueran tan dulces y delicadas, muy distinto a lo que sería tener sexo con un hombre, y entonces me convencí de que debía tener ese tipo de experiencias, pero no sabía como dar el primer paso…con Romina. Sí, quería hacerlo con ella, era la primera y única mujer que me atraía tanto como para desearla sexualmente, y esperaba que no fuese a rechazarme, sino volvería a deprimirme como antes de dejar de salir con hombres.
Pasaron desde entonces varias semanas, y un día, era viernes, lo recuerdo bien, Romina y yo nos quedamos hasta tarde en la oficina, yo la ayudaba a fotocopiar unos informes, ella usaba su fotocopiadora y yo la de todo el 5to piso. En menos de dos horas terminamos con todo el trabajo, ya eran las 10 p.m. pasadas, y como me daba miedo ir a la parada del autobús a esa hora, Romina se ofreció a llevarme a su departamento y que pasara la noche allí. De ningún modo me negué, bajamos al estacionamiento, nos subimos a su auto y en poco tiempo estábamos en el living comedor bebiendo un botellita de cerveza cada una y platicando de cualquier cosa. Romina me preguntó si quería acompañarla el sábado a un boliche, yo le dije que no, gracias y saqué el tema de mis malas experiencias con los hombres y platicamos de eso. A Romina le sorprendió que, habiendo salido con tantos hombres, siguiera siendo virgen.
-Ya estoy harta de los hombres, prefiero ser follada por una mujer y convertirme en lesbiana.
Esto lo dije sin siquiera pensarlo, debido al alcohol estaba tan desinhibida que era capaz de decir y hacer cualquier cosa. Romina me miró sorprendida, con los ojos bien abiertos.
-¿En serio quieres que te folle una mujer?
Ahí caí en la cuenta de lo que había dicho y me avergoncé muchísimo.
-No,no, yo solo bromeaba.
-No te creo, linda. Cuando uno se embriaga dice la verdad.
-No, yo…No estoy ebria.
-Sí lo estás, preciosa. No te preocupes, no tienes que avergonzarte. Yo ya follé con una mujer.
-¿En serio?
Mis ojos se abrieron como platos ante su sorpresiva declaración.
-Sí.
-¿Y cómo fue?
-¿Puedo describirlo en una sola palabra?
-Claro.
-Ardiente.
-¿Y cómo… cómo lo hiciste?
-Me colé en un boliche gay, yo solita. Encaré una muchacha preciosa, jovencita como tú, la traje aquí, el boliche está aquí cerca a cinco calles pero el cartel no se ve de día. Y bueno…pasó lo que pasó.
-¿Follaron?
-¡Por supuesto! ¿Quieres detalles?
-No, gracias.
Mentí. Sí quería saber detalles de su primera follada con una mujer, pero no lo consideré apropiado.
-¿Prefieres que te enseñe?
-¿Enseñarme qué?
-Tú eres virgen, no te ofendas…
-No, para nada.
-Yo ya tengo mis experiencias, sé cómo hacerle el amor a un hombre, y también a una mujer, y por lo que me has contado, tú preferirías que te enseñe a hacer lo segundo.
-Sí, creo que tienes razón.
-Entonces, ¿estarías dispuesta a que te folle en este sofá?
Romina había apoyado su mano en mi rodilla y acariciaba mi pierna. Enseguida me excité y me mojé más cuando su mano se metió debajo de mi falda del trabajo, apretando mis muslos, y Romina se acercó más a mí, mirándome intensamente, haciendo que me perdiera en sus bellos ojos verdes.
-¿Y? ¿Quieres que te enseñe, preciosa?
-Sí, enséñame todo lo que sabes.
Apenas terminé de decir estas palabras, su lengua se metió en mi boca, su mano sostuvo mi cabeza, y nos fundimos en un beso suave e intenso. No puedo explicar el placer que experimenté en eses momento, fue hermoso, ningún hombre me había besado como ella lo hacía.
-Eres tan hermosa, Olivia…y tan joven.
-Como la muchacha del boliche gay que te follaste.
-Sí, pero tú eres más linda.
Su mano fue bajando por mi cuello, sus labios también, me besaba allí y eso me enloquecía. Su mano siguió descendiendo hasta posarse sobre mi seno izquierdo y comenzar a frotarlo sobre la camisa. Mis suspiros fueron en aumento. Romina desabotonó mi camisa sin dejar de besarme, me la quitó y la tiró al suelo, besó la piel de mis senos que asomaba de las tazas de mi sostén, comencé a gemí y ya no aguantaba más.
-¿Quieres que te quite el sostén, mi vida?
Pareció leer mi mente. Asentí con la cabeza, me sentí liberada cuando mis senos estuvieron al aire y el sostén fue a hacerle compañía a la camisa en el suelo.
-Mira estas tetas, que belleza…
Romina masajeaba mis tetas. ¡Oh, que bello fue eso! Pero yo quería más…
-Chúpalas.
-Tus deseos son órdenes, preciosa.
Su boca se tragó una de mis tetas, no son muy grandes pero ella había dicho que eran una belleza, y las chupó y las lamió, mamaba mis pezones que se pusieron erectos y mis tetas duras como piedras. Yo sólo podía gemir de placer y rogarle que continuara, se sentía tan rico, no quería que parara de chuparme las tetas.
El peso de su cuerpo me hizo acostar en el sofá, se apoyó encima de mí, y así siguió ocupándose de mis tetas por un par de minutos, hasta que comenzó a bajar por mi abdomen, lamiéndome con su lengua, se detuvo un poco en el ombligo y me hizo cosquillas. Siguió bajando y se detuvo al llegar al borde de mi falda. Elevó la cabeza, nos entendimos con solo una mirada, comencé a reír mientras me bajaba el cierre y me quitaba la falda haciendo fuerza porque era un poco ajustada. La falda tuvo el mismo destino que mi camisa y el sostén.
Romina besó y acarició mis piernas, mis rodillas, mis muslos, se detuvo al llegar a los glúteos, y posó su mano sobre mi braguita. Ese solo contacto me hizo humedecer muchísimo, como si estuviese orinando.
-Mi amor, que mojadita que estás.
-Sí…Estoy mojada por ti.
-¡Que honor!
Levantó un poco la tela de la braguita con sus dedos, apoyó la nariz en mi bajo vientre, me olfateó.
-Mmmmhhh…Huele delicioso.
Su lengua lamió apenas por debajo de la braguita, me excité y me mojé más. Me quitó la braguita despacitito, y yo elevé mis caderas para que lo hiciera más fácilmente. Otra prenda mía en el suelo. Romina separó mis piernas con delicadeza, metió su cabeza entre ellas, a pocos centímetros de mi húmedo y completamente rasurado coñito.
-Vaya, hasta tu coño es bello.
Con sus dedos lo frotó suavemente y un fuerte gemido salió de mi boca, y también jugos de mi coñito. Romina se llevó los dedos empapados en mis jugos a la boca y se los chupó.
-¡Mmmmmhhh! ¡Que delicia!
Ya no aguanté más.
-Chúpame el coño.
Fue más una orden que un ruego, estaba desesperada. Romina no perdió tiempo en responder con palabras, volvió a meter su cabeza en mi entrepierna y se puso a chupar mi coñito.
-Aaahhh…Ah sí…¡Oh, que bien se siente!
Suspiré aliviada, y lo único que hice a continuación fue gozarlo. Chupaba mi clítoris, y sentí que me venía y sin pensarlo siquiera, le rogué que me metiera sus dedos en mi vagina. Estaba tan lubricada que le hice fácil el acceso a dos dedos suyos, finos y delicados, que se metían y salían despacio y luego más rápido. Lloraba de placer, fue sensacional. Terminé de venirme, de experimentar mi primer orgasmo, y Romina retiró sus dedos y se los chupó como hizo anteriormente. Volvimos a besarnos con mi sabor en su boca, fue delicioso.
-¿Ya has aprendido, mi cielo?
-Sí…-
-Muy bien. Demuéstramelo.
Se incorporó sobre mi pelvis, se quitó la camisa, hasta entonces había permanecido vestida con toda su ropa, se quitó el sostén y sus enormes tetas rebotaron. Las sostuve con mis manos y se las chupé gimiendo gustosa de saborearlas.
-Eso, así, amor…Lo haces bien, preciosa…
Romina acariciaba mi cabello, me observaba, y yo gemía tanto como ella, ambas lo gozábamos por igual. Empujó mi cabeza hacía sus labios, me besó intensamente y las dos manoseábamos las tetas de la otra. SE puso de pie ante mí y se quitó la falda, luego la braguita, y su coño estaba tan rasurado como el mío, podía olerlo desde allí y ansiaba poder saborearlo.
-¿Te gusta mi coño?
-Sí…
-¿Dónde lo quieres?
-En mi cara.
-Buena elección, linda. Acuéstate, anda.
Me acosté y ella se arrodilló sobre mi rostro y su coñito estuvo a milímetros de mi boca. Lo lamía suavemente, lo chupé, le chupé el clítoris, ella comenzó a menear las caderas, y enseguida fluyeron sus jugos que acabaron en mi boca, estaban riquísimos, de nuevo gemíamos por el goce mutuo. Romina cabalgaba sobre mi lengua, apenas presionando mi cabeza con sus piernas. Entonces pude introducir mi lengua en su vagina y penetrarla con ella.
-Ooohhh sí, sí sí…Aaahhh…¡Ay, amor, qué bien has aprendido!
Seguí en lo mió, después Romina jadeó y se vino en mi cara, luego se calmó y se retiró de encima de mí.
-¿Ya te cansaste, linda?
-No, no estoy cansada.
-Yo tampoco. Ven sé lo que podemos hacer.
Me llevó de la mano a su habitación, se acostó en la cama con las piernas bien abierta y me dijo que apoyara mi coño sobre el suyo. Me arrodillé cómodamente sobre ella, apoyé mi coñito sobre el suyo, y fue como si se besaran, un beso líquido y excitante. Comencé a frotarla y Romina también se movía debajo. Gritamos de placer y nos vinimos las dos a la vez, se mezclaron los jugos que fluían de la vagina de la otra, fue increíble. Paramos un instante para recuperar el aliento, yo me puse de cuatro patas y las manos de Romina acariciaron mi culo.
-Que lindo culito tiene, mi amor.
Me lamió las nalgas, metió su nariz en la unión de estas, me dijo que me relajara, y así lo hice, aflojé mi culo y Romina me lamió el ano y me metió un dedo en el recto. Al principio dolió, pero me relajé más y la penetración de su dedo se convirtió en un dolor placentero que me hizo pegar varios gritos orgásmicos. Luego fue mi turno de lamer su culo y meterle el dedo en el recto. Como lo gozó…
finalmente hicimos un 69, yo debajo ella encima con su culo en mi cara, nos practicamos sexo oral hasta venirnos juntas y Romina cayó exhausta a mi lado, me rodeó con sus brazos, y entre besos y caricias, nos quedamos dormidas.
Desde entonces he empezado a concurrir al boliche gay del que me habló Romina, seguimos siendo amigas y compañeras de trabajo, y he tenido mis experiencias, incluyendo un trío con una joven pareja. Pero eso ya se los contaré en otro relato.

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