Anita y el morbo asomado al balcón

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Anita y el morbo asomado al balcón
En una época nos mudamos al barrio de Belgrano; a un departamento que tenía un balcón bastante amplio en un sexto piso.
Nuestro frente daba a otro edificio cercano, ocupado en su mayoría por estudiantes y parejas jóvenes. Justo a nuestra misma altura vivían tres pendejos que parecían ser bastante zarpados…

Siempre se asomaban a su ventana y se dedicaban a espiar a Anita mientras tomaba sol, lo cual hacia prácticamente en bolas…

Una tarde a finales de primavera llegué a casa temprano, luego de poder escaparme de la oficina. Entré despacio y llamé a mi esposa, pero ella no me respondió. Pensé que no estaría en casa, pero unos segundos después la vi recostada en una reposera en el balcón, disfrutando a pleno del sol.

Pero lo que me llamó la atención, fue que no estaba vestida con su bikini favorita, sino con un sensual conjunto de lencería de encaje, que yo le había regalado unos meses atrás.

Era una diminuta tanga roja de tul con hilo dental y un breve corpiño que dejaba al aire más de lo que cubría.
Me acerqué al ventanal, viendo que Ana estaba boca abajo, con el culo bien en pompa y ese delgado hilo bien metido entre sus cachetes.

La verga se me paró al instante, imaginando con todo mi morbo que yo era un ladrón que había entrado ahí y me encontraba con semejante panorama. El morbo era imaginar que la dueña de casa no podía resistirse a que me la cogiera salvajemente allí mismo en ese balcón.

Mientras mi mirada se perdía en el culo de mi delicada esposa; de repente presentí que alguien más estaba mirando. Y así era: desde el balcón de enfrente, uno de los tres pendejos se regodeaba mirando el culo de Anita, mientras se masajeaba la verga con una mano…

Yo también saqué mi verga, que ya estaba bien endurecida y comencé a masajearla, mientras disfrutaba de la visión del cuerpo de mi esposa.

De repente, Ana me sorprendió, moviendo su redondo culo de un lado a otro, Se me hizo evidente que ella sabía que estaba siendo observada por ese pendejo.
La situación me calentó sobremanera; ver al pendejo meneándosela y saber que mi mujercita lo estaba provocando a propósito…
Ana movía la cola en un vaivén muy lento y de repente pasó la mano por la raja, levantando el hilo dental, como acomodándoselo, de manera muy evidente y hasta torpe, dejando ver su estrecha entrada trasera,
También pude ver cómo brillaban a la luz sus labios vaginales. Era evidente que ella se había excitado y esa lubricación la delataba…

De repente pude ver que el pendejo enfrente manchaba el vidrio con una sustancia blanquecina. Había acabado detrás de la ventana nomás…

Entonces no pude evitar dejar escapar una carcajada y eso fue lo que delató mi presencia, ya que Ana se incorporó abriendo sus ojos.

Comenzó a reírse, mientras justo en ese momento mi verga comenzaba a escupir semen sobre la espalda de mi esposa.

Cuando terminé de dejar mi leche sobre su voluptuoso cuerpo, ella se sentó en la reposera, con las piernas bien abiertas. Entonces pude ver que esa diminuta tanga de tul estaba totalmente empapada.

Le dije que me provocaba mucho morbo verla así en el balcón, casi en bolas, exhibiéndose a los pendejos que vivían enfrente.
Le pregunté por qué no usaba su bikini blanca, que le quedaba muy sexy…

Ana primero se sonrojó, pero enseguida sonrió, viéndose descubierta; ya que le critiqué por andar mostrándole su cuerpo casi desnudo a ese pendejo de enfrente, que se la cogía con la mirada y se pajeaba por ella…

De repente largó una carcajada y admitió que le estaba mostrando el ojete a ese pibe y eso la tenía muy, muy caliente…

Aprovechando la oportunidad, de modo imperativo le ordené que se diera vuelta otra vez boca abajo y me mostrara su estrecha abertura trasera.

Ana, muy obediente, se dio vuelta se corrió el hilo a un costado, permitiéndome ver esa estrecha abertura y sus labios vaginales empapados con sus jugos por la calentura que tenía.
Con una muy sensual voz de puta me preguntó si me gustaba lo que veía…
Le dije que era una puta y ella no se ofendió para nada.
Entonces le ordené que se doblara por la cintura para lamerme la verga y al mismo tiempo le mostrara el culo al pibe de enfrente, que seguía tocándose la pija dura, sin perder detalle de los movimientos de Anita…

Ella muy obediente, comenzó a tragarse mi pija, haciéndome gemir mientras sentía sus labios rojos alrededor de mi palpitante pedazo de verga.

Se inclinó, corriéndose la tanga a un costado, para mostrarle a ese pendejo la estrecha abertura trasera, donde ahora la muy cochina metía dos de sus dedos para dilatarla un poco más…

Mientras se comía mi verga, dejaba escapar unos suaves gemidos de perra en celo que me calentaban al máximo.
Finalmente acabé en su boca y, cuando miré hacia el balcón de enfrente, pude ver que el chico también estaba escupiendo semen contra la ventana.

Le hice un saludo de despedida, para que entendiera que ya había disfrutado bastante el espectáculo que le había brindado mi sensual mujercita.
Luego tomé a Ana por los cabellos y la arrastré hacia adentro, arrojándola directamente boca abajo en nuestra cama marital.

Su estrecho culo ahora estaba bien dilatado como para desaprovecharlo…

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