Entregando a Lorena 10

Entregando a Lorena 10
Entregando a Lorena 10
Lorena quedó muy dolorida luego de la violenta cogida que le había pegado Carlos. Por la tarde dormimos una buena siesta y al despertarse me dijo que la cola le ardía bastante, pero que estaba realmente satisfecha con semejante tremenda culeada que le habían dado.

A pesar del dolor estaba más caliente que nunca, así que me pidió, me suplicó que le chupara bien esa delicada concha. Solamente sería un cunnilingus, nada de dedos adentro u otra cosa.

Por mi parte, le pedí que me permitiera vendarle los ojos y maniatarla. Hacía mucho tiempo que no lo hacíamos de esta manera, así que Lorena accedió encantada, disfrutando de antemano el goce profundo que le iba a provocar.

Le coloqué un pañuelo de seda negra sobre sus hermosos ojos y le até con mucha delicadeza sus muñecas a la espalda, asegurándome que no pudiera liberarse.

Luego me desnudé completamente y comencé a recorrer su hermoso cuerpo con mi lengua y mis labios, desde los pies hasta llegar al interior de sus muslos. Lorena abrió sus torneadas piernas y mi boca avanzó hasta su depilada rajita. Había prometido no utilizar mis manos, así que muy lentamente fui saboreando sus delicados labios vaginales, que se encontraban todavía bastante inflamados y dilatados. Lorena comenzó a gemir muy suavemente, mientras intentaba abrir al máximo sus suaves muslos. Yo sentía como se iba humedeciendo su concha, notaba sus fluidos cada vez más abundantes, mientras crecían sus gemidos y jadeos.

Finalmente alcanzó el orgasmo en medio de un concierto de aullidos y gritos de éxtasis, su cuerpo temblaba bajo mi boca y se tensó cuando la invadió el clímax.

Luego quedó tendida en la cama, su hermosa figura más provocativa y sexy que nunca, maniatada y con los ojos vendados, sus interminables piernas bien abiertas y su pubis todavía sufriendo con contracciones provocadas por el placer.

Toda esa visión me hizo experimentar una fuerte erección, sentía que mi verga se alzaba apuntando al cielo, a punto de explotar. Me ubiqué entre los bellos muslos abiertos de Lorena y muy suavemente apoyé mi pija sobre su humedecida rajita. Ella se sobresaltó al notarlo, comenzando a protestar y a decirme que no quería coger, que Carlos la había dejado muy satisfecha por este día y que todavía sentía la concha muy inflamada y dolorida.

Entonces me eché hacia atrás, le cerré las piernas y tomándola por los tobillos la hice girar boca abajo, al tiempo que me abalanzaba sobre su firme cola, volvía a abrirle las hermosas piernas y comenzaba a lamer con desesperación la entrada de su orificio anal.

“Noooo… por la cola no!!! Soltameeeeeeeeeee ¡!!”

Por supuesto ni siquiera escuché sus súplicas desesperadas, muy despacio le metí la cabeza de mi verga y la dejé ir bien hacia adentro.

Lorena lloraba y me insultaba, gritaba que ese culo le pertenecía a Carlos, su macho, y que yo no tenía derecho a metérsela por allí hasta que no la cogiera como debía ser.

Todo esto me calentó mucho más todavía y en pocos minutos de bombearla sentí una descarga eléctrica a la vez que me descargaba en el fondo de ese estrechito culo. Salí de ella, disfrutando de ver cómo mi leche escapaba por ese ahora dilatado y enrojecido trasero. La dejé atada mientras tomaba una ducha y luego subí a verla, para encontrarla profundamente dormida, así que la dejé descansar.

Cuando comenzaba a oscurecer apareció Carlos, solamente para avisar que más tarde vendría a jugar al poker con unos amigos y que no tenían otro lugar para reunirse.

“De paso, disfruto un poco de la puta de tu mujercita”, dijo, con su eterna estúpida sonrisa.

A Lorena le excitó bastante la idea de tener a Carlos esa noche en casa:

“Vas a ver cómo me coge mi macho delante tuyo y de sus amigos” me dijo desafiante.

Subió corriendo a vestirse para la ocasión. Esta vez usaría un vestido liviano de color negro, muy corto, que dejaban ver el portaligas que sostenían las sedosas medias de nylon negras que realzaban sus espectaculares piernas. Por supuesto, ya se había acostumbrado a no usar ropa interior. Me acerqué por detrás y levanté un poco el vestido para asegurarme y disfrutar la increíble visión de esa redondeada cola que esta noche tenía cita con otro.

“Realmente me parece estar frente a una verdadera puta callejera” le espeté tratando de dominar mi calentura, aunque sentía que mi excitación iba en aumento.

“Entonces vas a tener que pagarme para coger conmigo” respondió riendo, mientras se inclinaba y me mostraba el dilatador anal que se perdía dentro sus cachetes.

“Me lo rompiste mal esta tarde, ahora me lo voy a preparar mejor para Carlos”

Se apoyó contra la mesa y muy lentamente pasó una de sus manos por debajo del vestido:

“Estoy muy caliente ahora, no voy a aguantar a que terminen de jugar al poker… por qué no me das un poquito de tu lengua para calmarme un poco??”

En apenas dos segundos ya estaba metido con mi lengua saboreando su conchita, pero antes de hacerla acabar sonó el timbre de la puerta de calle… Carlos y sus invitados…

Mi amigo se hizo a un lado y me presentó a sus acompañantes: dos tipos de apariencia bastante desagradable, ordinarios y rudos, que apenas me saludaron sin mucho interés. Cuando vieron a Lorena se quedaron con la boca abierta; sentí que la desnudaban y la violaban con la mirada. Ambos eran demasiado corpulentos, así que ni podría hacerles frente para intentar defender a mi mujercita en caso de que se pusieran pesados.

Ella estaba encantada, les sonrió a los tres, pensando seguramente que más tarde iban a cogerla y arruinarla con sus duras y enormes porongas.

Carlos la rodeó por la cintura y la manoseó por debajo del vestido, mientras comentaba:

“No les dije que mi putita es la mejor de todas, no se imaginan cómo coge. Miren este culito firme y redondo. Además, al cornudo de mi amigo le encanta que la cojan otros” al tiempo que levantaba la falda y les mostraba a Lorena prácticamente desnuda.

Sin más comentarios se sentaron a la mesa y comenzaron a mezclar las cartas para la partida.

“Bueno, Flaco, las reglas para esta noche son las siguientes. No vamos a jugar por plata, sino por tu mujer, o sea, el ganador tiene derecho a cogérsela, pero con la condición de que sea sobre esta misma mesa y a la vista de todos los demás, qué te parece la propuesta??”

No estaba yo en condiciones de discutir nada de nada, menos todavía en presencia de esos dos ordinarios gigantes, que me miraban con recelo, mientras seguían de reojo las curvas de Lorena, quien muy inocentemente preparaba unos tragos para todos.

Carlos remató su condición de hijo de puta con lo siguiente: para hacer el premio más interesante la partida sería a ocho manos, el más afortunado debería ganar cuatro por lo menos y quien venciera en la última mano tendría derecho a disfrutar de un premio consuelo, el cual lo determinaría la misma Lorena según su voluntad.

Es decir, debía esmerarme en mi juego o tendría que ver a Lorena sodomizada por cualquiera de estos a****les, que continuaban desnudándola con las miradas.

Comenzamos a jugar y un buen rato después yo respiraba aliviado, ya que había ganado las cuatro primeras manos y era muy difícil que alguien me alcanzara. Y así fue, ya que Carlos ganó la siguiente y el más corpulento de los tipos ganó otras dos.

Ahora restaba solamente quedarme yo también con el premio consuelo, lo que pude lograr con un inesperado poker de ases, que arruinó todas las posibilidades de estos brutos.

Con una sonrisa de triunfo me levanté de la mesa diciendo que ya podían irse a sus casas, ya que mi mujer y yo íbamos a tener sexo en la intimidad de nuestra habitación.

El más corpulento se estiró un poco y me cruzó la cara con un tremendo puñetazo que me hizo aterrizar en el piso a un par de metros de distancia, mientras rugía:

“Pedazo de cornudo, no entendiste nada, gane o pierda me voy a coger a tu mujer igual ¡!”

Lorena se acercó corriendo a asistirme en el suelo, pero un brazo del gigante la levantó en vilo por su frágil cintura, mientras una callosa mano desaparecía por debajo del corto vestido, buscando hundir sus dedos en la delicada concha. Mi esposa aulló de dolor al sentir esa violenta intrusión; buscaba a Carlos con la mirada para que la defendiera.

Pero el otro hijo de puta seguía bebiendo su whisky y disfrutando de la situación.

“Tenías razón con esta putita, apenas la toqué y ya está bien humedecida y caliente”.

Volcó a Lorena boca abajo sobre la mesa y se la ofreció a su compañero, diciendo que la cogería después, ya que su verga era mucho más grande y así podría disfrutar de una conchita bien lubricada y algo mejor dilatada por su amigo.

Yo seguía en el suelo, algo mareado por semejante golpe. Desde allí pude ver al otro tipo con la bragueta abierta, sacando una verga de un tamaño no demasiado grande, así que por lo menos, Lorena no iba a sentir tanto dolor después de todo.

Se acercó por detrás y apoyó la verga sobre los humedecidos labios vaginales, jugando un poco con la calentura de Lorena. Después de un buen rato la tomó por los tobillos y la volteó boca arriba, separándole bien las piernas, dejando ver esa hermosa concha bien lubricada.

“Quiero ver esa cara de puta gozando de la cogida que te voy a dar” le dijo, mientras le hundía la pija de un solo tirón hasta el fondo. Lorena hizo un gesto de sorpresa, pero no dio señales de que le hubiera dolido o hecho algún daño. Enseguida cerró los ojos y comenzó a gemir suavemente, sintiendo al tipo que la bombeaba despacio y a un buen ritmo.

El hombre le dio un par de cachetadas y le ordenó que mantuviera los ojos abiertos, pero ella volvió a cerrarlos para disfrutar de su placer; el a****l le soltó varios golpes más dejándole las mejillas coloradas, hasta que Lorena se convenció de mirarlo fijo mientras la cogía.

El bombeo se fue haciendo cada vez más rápido y violento; el tipo apoyó los pies de mi esposa sobre sus hombros y comenzó a meterle y sacarle la endurecida pija con fuerza, disfrutando los jadeos y gemidos de ella, que tuvo por lo menos un par de orgasmos bien sonoros mientras le pedía que la cogiera más fuerte todavía.

El a****l pareció excitarse con la actitud permisiva de Lorena, porque incrementó el ritmo y unos instantes después acabó dentro de mi mujercita gritando como un condenado. Luego simplemente se retiró y le cedió el lugar a su compañero.

El gigante entonces comenzó a desnudarse, mientras metía un par de dedos dentro de la raja inflamada y enrojecida, comprobando lo lubricada que había quedado con el semen de su amigote, bastante bien dilatada por cierto.

Cuando sacó su verga me quise morir, era realmente enorme, mucho más grande que la de Carlos y hasta más voluminosa que la del brasileño Serginho, quien por suerte le había perdonado el culo a Lorena en aquella ocasión.

Ella también pareció asustarse, se incorporó y trató de escapar hacia el baño, pero el gigante otra vez la levantó sin esfuerzo por la cintura y la arrojó sobre el sillón principal.

“Preparate putita, no vas a poder caminar por el resto de la semana” le dijo cínicamente, mientras se masajeaba la poronga para lograr su máxima erección. Lorena pidió por favor que la penetrara despacio, porque la iba a destrozar con semejante tamaño de verga.

Por toda respuesta, el tipo la colocó en posición de perrito y acercó la cabeza de su pija a los dilatados labios vaginales de mi mujercita, que gimió muy suavemente mientras sentía que ese enorme pedazo de carne comenzaba a invadirla.

El a****l se la metió hasta la mitad de un solo tirón y luego se retiró por completo, inclinándose sobre Lorena y susurrando a su oído.

“Te gusta así, perrita linda, o te la meto por el culo?”

“No, por favor, en el culo no, me vas a destrozar con esa pija” suplicó ella casi llorando.

El hijo de puta largó una carcajada, inmovilizó a Lorena con todo el peso de su gigantesco brazo sobre la cintura de ella y le escupió varias veces en el orificio anal, para finalmente apuntar su grueso glande y comenzar a penetrar esa estrecha abertura.

Lorena aulló de dolor al sentir que su culo se abría para dejar paso a esa enorme verga.

El tipo realmente la estaba disfrutando, se la metió hasta el fondo muy despacio, sin pausa y después se retiró por completo, repitiendo la tortura de volver a abrirle el culo, mientras ella lloraba y gritaba enloquecida de dolor.

Carlos le dijo a su amigo que ya era suficiente, no quería que Lorena terminara hospitalizada.

Pero el tipo no le hizo el más mínimo caso, continuando con su propio placer, sin importarle los desgarradores gritos de mi esposa cada vez que se movía dentro de ella.

Por suerte acabó bastante rápido, llenando con su leche el interior de Lorena.

Ella quedó tirada boca abajo en el suelo, desmayada, con su delicado culo totalmente abierto y enrojecido, dejando escapar una increíble cantidad de semen entre sus piernas.

Mientras me acercaba a ella para reanimarla, observé que Carlos y sus dos brutales amigos se dirigían a la puerta, comentando jocosamente lo bien que la habían pasado.

Por suerte, la noche de poker había terminado.

Le preparé a Lorena un buen baño caliente de inmersión y mientras se relajaba, me dijo que otra vez lo había disfrutado muchísimo, a pesar de que sentía el culo destrozado por tanta brutalidad. Había gozado como una verdadera perra y sentido unos orgasmos increíbles.

Estaba tan cansada que se quedó dormida dentro de la bañera. Mientras acariciaba suavemente su castigado cuerpo, pensé hasta cuándo podríamos soportar este estado de morbosa excitación que nos había atrapado, hasta dónde podríamos llegar…

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