Mis queridas caseras

Mis queridas caseras
Hola a todos, os voy a contar una curiosa historia que me ocurrió cuando tenía 19 años, yo era un chico tímido por aquella época, al que le costaba mucho empezar las relaciones, y reacio a las relaciones breves. Por aquella época me encontraba estudiando en la universidad.

Vivía en un piso que me habían dejado una pareja de amigos de mi madre, que se encontraba vació, nos lo dejaron como favor a cambio de que mientras estuviese estudiando tendría que cuidar de la casa y cubrir los gastos.

Yo no había visto nunca a los dueños antes de llegar al piso, pero cuando llegue a la ciudad, la mujer, amiga de mi madre, me fue a recibir a la estación, era una mujer preciosa, tenía el pelo rubio con unos bucles amplios y una figura espectacular, me fije en sus ojos, verdes, y en el escote de su vestido, que dejaba ver sus grandes pechos, además de en sus impolutas piernas que cruzaba parsimoniosamente mientras se acercaba a mi agitando la mano. Cuando llego hacia mí, que iba con la mochila al hombro, con la camisa por fuera y la maleta en la mano, me abrazo mientras exclamo.-Hola cariño!-, yo me sorprendí muchísimo, no esperaba ese recibimiento para nada, note sus pechos contra mí, mientras me daba dos besos, me pregunto sobre mis padres y mientras me acompañaba hasta su coche me iba contando que la última vez que me vio estaba completamente desnudo mientras mi madre me cambiaba los pañales, ella se reía pero yo estaba algo confuso, me intimidaba mucho esa mujer.

De camino al piso me fue contando como se conocieron ella y mi madre, que es lo que tendría que hacer yo en la casa para mantenerla, y que estaba deseando que conociese a su hija Silvia que tenía 1 año menos que yo. Me limitaba a asentir y le preguntaba pequeños detalles, que no recuerdo bien pero seguramente fuesen estúpidos, pero estaba recordando aún el cálido y fantástico abrazo de bienvenida, me conto que su marido trabajaba en una multinacional americana y que eso provocaba que estuviese mucho tiempo fuera de casa, así que ella se tenía que encargar de todas las tareas además de cuidar a su hija, a lo que caí en la cuenta de que no paraba de hablar de ella.

Subimos al piso estaba todo a oscuras, me dijo que dejara la maleta en el recibidor, mientras veía como se movía por toda la casa con su vestidito abriendo puertas y persianas, cuando acabo me enseño la casa, que era pequeñita pero acogedora, cocina al lado del recibidor, salón pequeño que daba a una habitación con un pequeño baño.

-¿Qué?… ¿Te gusta?,-

– Es fantástico…- Le conteste mientras miraba cada detalle de la casa.

– Es el piso que compre con mi marido cuando nos mudamos a esta zona, nuestro piso de novios…- me dijo esbozando una leve sonrisa.

– Muchísimas gracias, seguro que este piso me permite llevar una vida tranquila mientras este aquí, se lo agradezco muchísimo.- Le conteste atropelladamente.

– De nada cielo- me contesto con una voz superdulce – yo ahora me tengo que ir a hacer la compra, he dejado las llaves encima de la mesa, y mi número de teléfono, luego vendrá mi hija Silvia a traerte las cosas necesarias para estos días.

Nos despedimos dándonos dos besos y se fue por el ascensor.

-Pufff menuda mujer…- dije en voz alta
Lleve la maleta a la habitación, y me puse a guardar la ropa en los cajones. Yo soy muy maniático y me gusta tenerlo todo ordenado, y más aún cuando no me había llevado mucha ropa, ya que vendrían mis padres en unas semanas a traerme más, así que desplegué la maleta encima de la cama, y empecé a colocar primero las camisetas, hasta que me di cuenta de que no tenía perchas así que baje a la calle a ver si encontraba algún chino abierto.

Después de salir de compras volví a casa, ya estaba oscureciendo, y seguí colocando un rato, pero poco después llamaron al telefonillo.-Silvia!- pensé… y fui a abrir la puerta.

Cuando subió y abrí la puerta, me fije en que nadie podía negar que era hija de aquella mujer tan bella que había visto esta mañana, Silvia era una chica de 18 años preciosa, tenía el pelo moreno, y mediría 1,60 metro, iba vestida con unos pantalones vaqueros oscuros y una camiseta morada que le estaba muy ceñida, lo que marcaba sus pechos de una manera muy excitante.

-¿Hola que tal?, soy Rubén, ¿tú debes de ser Silvia no?- le pregunte algo nervioso.

– mmm… sí, soy Silvia, me ha mandado mi madre para traerte unas cosillas.

– Ah, sí!, pasa pasa.- le dije mientras le cogía las bolsas y las llevaba a la cocina, ella cerró la puerta y se fue hacia el salón andando despacito, exhibiendo su culito respingón.

Cuando deje las bolsas, me dirigí hacia el salón, ella estaba apoyada en el marco de la puerta de mi habitación, me miro de arriba abajo y me dijo:

-¿Sabes qué?… Mi madre me lleva dando el coñazo toda la semana con que hoy tendría que venir a traerte esto y ser amable contigo…-

Me quede helado, no sabía que decir, parecía como si hubiesen levantado 4 muros alrededor mío y no pudiese comunicarme con nadie. A lo que tras una breve pausa.

-¿Y sabes que es lo peor?- pregunto mientras se acercaba lentamente hacia mí.

-¿Qué?- Le conteste con un nudo en la garganta.

– Que ahora le tendré que estar profundamente agradecida…- y acto seguido se abalanzo sobre mi dándome un beso mientras me cogía de la cintura con una mano y de la nuca con la otra.

No daba crédito, pero mis manos tenían vida propia y la mientras seguíamos con nuestro apasionado beso puse mis manos sobre su culo y la apreté bien fuerte, ya me estaba poniendo cachondo y me empezaba a presionar la polla contra el pantalón. Nos separamos de la pared y empezamos a ir lentamente hacia la habitación mientras seguíamos comiéndonos los morros, allí se quitó la camiseta se tumbó apoyándose sobre sus antebrazos, y me dijo después de morderse un poco el labio. – Ven aquí a ver si eres capaz de compensar el alquiler! – Me quite la camisera y las zapatillas y me lance sobre ella.

Ya en la cama empecé a besarla el cuello lentamente, le desabroche el sujetador y empecé a pasear suavemente mi lengua en círculos alrededor de sus pezones, que se erizaban cada vez más, tenía unos pechos preciosos, muy duritos y apretaditos y eran bastante grandes. Seguí ganándome el alquiler y baje hacia sus pantalones que desabroche y se los puse a la altura de las rodillas, me metí entre sus piernas y comencé a lamerle el coño, tenía una rajita riquísima, así que me la comí muy a gusto mientras metía mi lengua y repasaba su clítoris le masajeaba por dentro con dos dedos. Se veía que le gustaba porque empezó a cogerme de la cabeza y a apretar levemente sus muslos contra mi cara, mientras gemía y gritaba mi nombre.

Después de haberle dejado su coño bien humedito me levante y me quite los pantalones, todo aquello me había provocado una excitación exagerada y mi polla abultaba el doble en mis boxers. Cuando me voy me miro la marca que dejaba la polla en la ropa interior y se lanzó a por mí, me empezó a bajar los boxers y me cogió los huevos con una mano, y se metió el capullo en su preciosa boquita y dentro empezó a dar vueltas con su lengua, mientras me recorría una sensación genial por todo el cuerpo.

-Así me gusta que este bien durita…- me dijo con voz picara.

La levante mientras acariciaba su culo y la tumbe en la cama, – métemela…- y mientras cogía un codón y me lo ponía ella se mordía los labios y me agarraba de un brazo con mucha fuerza. Con todo preparado me lance y empecé a metérsela suavemente, tenía el coño muy estrechito y costaba meterla un poco pero se sentía uno tan bien dentro, tenía el coño muy cálido y cada vez que se la metía emitía un pequeño ruidito, que a mí me ponía aún más cachondo. Cuando empecé a subir el ritmo ella me abrazo y me hizo girar dándome la vuelta y poniéndose ella encima, se dio la vuelta sobre mi.-ahora veras como cabalgo-, y se puso a dar saltos sobre mi polla, vino mi gran momento de placer y me corrí.

Extasiado sobre la cama vi que se puso a mi lado y sonriendo me dijo.- Creo que vas a ser capaz de pagarnos todos los meses- y mientras intentaba pensar en qué clase de cielo había caído se rio y me abrazo desnuda en la cama.

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