LA MUJER DE MI PEOR ENEMIGO

LA MUJER DE MI PEOR ENEMIGO
Una tarde, mi vecino me dijo que había comprado el servicio de TV por cable, sin imaginarme que me vería con mi peor enemigo, y menos la manera en cómo me la desquitaría.

Recordé una tarde de enero del 2000, cuando había sido invitado a la casa de Eduardo, que me quedaba justo al lado con motivo que él se había suscrito a la TV por cable para no depender de la familia, quiso hacer su suscripción aparte. No me gustaba mucho la idea porque allí estaba viviendo mi peor enemigo, hombre que se atrevió a meterse con mi sobrino, y todo por una chispa decembrina que le cayó cerca y el no tuvo nada que ver.

Cuando llego a su casa me explica que la conexión no la puede hacer por televisión porque el enchufe no era igual al del cable, por lo que le explique que si el VHS tenía esa conexión no había ningún problema. Como no me logro entender bien, me llevo hasta su cuarto para que le explicase mejor como iba a ser la conexión; le explique con lujos y detalles como lo iba a instalar, cosa que logro entender.

Luego el me llevo a la sala para llamar a la compañía de cable y así realizar la instalación del servicio como tal, pero en el trabajo las cosas no siempre sales como uno las espera, y menos aun si estas en la casa de una persona que le tienes demasiada idea. A los cinco minutos de llamar a la compañía de cable, lo llamaron a el del trabajo porque la persona que tenía que cubrirlo no se presento al trabajo, y me dijo si lo podía apoyar en esto, solamente pude responderle que no había problema.

Como no había trabajo de inmediato me fui a mi casa a descansar un rato; en el rato que estuve allí había mujeres, que no conocía, y ambas me recibieron con cierta distancia, quizá porque ya estaban algo tomadas, incluida la vecina mía de toda la vida que siempre había sido la propia zorra, quien se la quiso dar de señora desde que se caso, pero algo me decía que seguía siendo la misma zorra de siempre. Y mientras estuve ahí, su papa me dio como tres cervezas que no podía desperdiciar, me las tome lo más rápido que pude y me fui. Luego de estar en mi casa me fui al baño y me di una buena regadera porque el calor era insoportable.

Muy poco duro mi descanso porque la unidad de TV por cable me fue a buscar para realizar la instalación: al instalarme me integré a la reunión de las dos mujeres de hace rato como si fuera de toda la vida, calculo que la unidad llego aproximadamente como a las cuatro y media, y a las cinco termino la instalación. Me pidieron apoyo para hacer la revisión final y se las realice, pero antes me llamo la zorra de mi vecina y me pregunto si se podía hacer también una instalación en su cuarto, le respondí que si, y la deje hablando con los técnicos. Recorrimos su habitación para verificar en que parte iban a instalar el punto y como a las cinco y media de la tarde le lo instalaron a ella también, justo a esa hora llega mi enemigo a la casa, el ambiente se lleno de mucha tensión, pero no hubo inconveniente, simplemente se sentó en la sala y empezó a tomar cervezas y se quedo pegado con su cervecero.

Serian ya las seis de la tarde cuando hablo con el papa de la zorra, porque no aguantaba las ganas de ir al baño, y me fui a orinar. Estuve un rato pensando en los inconvenientes de mi presencia y en la gran golpiza que se pudiese generar aparte de sumar las frases de desesperación por parte de las personas para detener la pelea, yo intente evitar a toda costa cualquier lio. Y entonces seguimos igual, sólo que ahora yo era el único varón sano en la reunión porque después de las seis ya todo el mundo en esa casa se había cambiado de ropa para ponerse una más cómoda.

De esto no me di cuenta hasta pasados varios minutos de estar oyendo las jodederas de ellos por la ropa que se pusieron cada uno, entre cigarro y cerveza. Ya no podía más con la inquietud y salí del baño dispuesto a buscar al papa de la zorra, cuando sentí un pequeño ruido que venía del cuarto de la zorra. Por un momento pensé que se había caído algo, así que o le pare y seguí mi camino, pero de repente se repetía el ruido y como estaba en la cocina y no había nadie, me lance a la aventura del atrevimiento y me asome al cuarto a ver qué pasaba. Cuando me asomo, no podía creer lo que veían mis ojos: cargaba solamente una bata medio transparente, sin sostén, ni brassier, ni pantaletas, ni nada, y además, montada en una escalera. Es algo gordita, pero siempre me habían dicho que las gorditas tienen un sabor único y que es mucho más rico cogerlas. No estaba seguro de ello, pero me quede mudo cuando vi ese paraíso, y como estaba llamando a su marido y el no oía por el alto volumen de la música, decidí aprovechar yo la situación.

Me le puse justamente por detrás, donde la verga de uno siempre le roza las nalgas, pero no dije nada, llegue en silencio y sin decir una palabra, y sucedió justo lo que tenía que pasar. Al bajar de las escaleras, sus nalgas tropezaron mi verga que estaba completamente parada y su principal reacción fue de susto y negatividad, pero como estaba también mareada, no oponía mucha resistencia. Simplemente me pregunto:

– Se puede saber que estás haciendo tú aquí? Te volviste loco?

Simplemente le pude decir:

– Me pareció oír un ruido y quise averiguar que pasaba; además, tienes rato llamando a tu marido y el ni te oye y ni te oirá porque la música está muy alta. Y orita estas necesitada y soy yo el único quien atendió tu llamado.

No me pudo responder más nada y se volvió a subir a la escalera. Cuando la vi subirse y darme cuenta que no tenia mas nada que una bata, decidí jugármela y al verla de puntillas queriendo alcanzar los vasos de una repisa que estaba en su cuarto, la impulsaba hacia arriba para que alcanzara los utensilios y me apresure a ayudarla pero de una manera muy singular: poniéndole mis manos en las nalgas, y por dentro de su bata. Seria porque estaba tomada que quiso rechazar mi acción pero no podía ni balbucear palabra alguna; se dio cuenta de lo que le hacía y lo que estaba por hacer.

Al impulsarla hacia arriba con mi mano en sus nalgas, me atreví a repasarle el culo con toda libertad, y como traía bata, en pocos segundos mis manos se daban un gran banquete con el culo y la cuca de ella. Intento reclamarme una vez más, pero la situación ya la había calentado al punto de no retorno, quizá motivado también por la embriaguez de ella. A pocos pasos de su marido, de mi peor enemigo que prácticamente estaba al otro lado de la ventana, al máximo riesgo que con solo voltear nos pudiese ver, yo la estaba acariciando y manoseando sin ningún pudor, y ella, lejos de evitarlo, me lo recompenso moviéndose al ritmo de mis dedos que estaban ya dentro de su cuca.

– ¿Quieres un empujón? —le pregunte.

– Por favor —apenas me respondió.

– Ahí te va —le dije.

Ya agarrando las cosas de su estante, bajo con toda calma, pero ella nunca esperaba el atrevimiento que hice a continuación. Sin que se diese cuenta me saque la verga y al desembocar sus nalgas en mi bulto, le subí la bata y la cuca de ella cayó justo en mi verga y entrando la cabecita nada mas, por lo que no tuvo tiempo de reaccionar. Entonces sentí como la cabeza de mi verga en toda la entrada de la cuca y ante la incomodidad ella misma termino acomodándose, y en pocos segundos, al terminar de bajar sentí que mi verga se le fue adentro y completa.

¿Así está bien? ¿Así te gusta perra? —le pregunte mientras le enterraba mi verga.

¿Así te gusta perra? –le volví a preguntar, pero ahora susurrándole al oído.

Sí —solo pudo responder con la cabeza haciendo gestos.

Y yo comence a cogermela, mientras la tomaba de la cintura para impulsarme mejor. Entonces quise hacer algo impensable: la quite de la escalera y la lleve hacia la ventana, directamente viendo a su marido, solo así la podía coger mejor y en la postura que me estaba dando podía enterrársela bien duro. Mientras tanto, escuchábamos la risa y la charla entre los que estaban en el patio. En el cuarto, sólo se escuchaban nuestros suspiros, jadeos y gemidos. De pronto, sentí que ella estaba acabando porque me bañó la verga con ese jugo que le lubrica bien la concha, y segundos mas tarde también yo le acababa y toda mi meche fue a parar al fondo de esa bestial y ardiente cucota que por fin había logrado comer.

Cuando termine, le saco la verga y al sacársela, grandes cantidades de leche salieron de su cuca y ella apretó para que no salieran mas, luego nos acomodamos la ropa y alcance a decirle:

– Se que te gusto mucho, cuando quieras me buscas.

Por fortuna nadie se percato de mi presencia, quienes creían que estaba todavía yo en el baño, y me fui de esa casa como si nada. Quien lo diría, con la vecina de mi zorra que la conocí de toda la vida, me la iba a desquitar, y a ella le gusto mi cogida. Fue en el 2000, y de vez en cuando me la sigo cogiendo, ya no en su casa, claro está, sino en otros lugares. La segunda vez fue en la terraza de su casa, donde cualquiera puede ver, pero eso es otra historia.

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