Entregando a Lorena 6

Entregando a Lorena 6
Entregando a Lorena 6

Unos días después de la salida de Lorena a solas con Carlos me encontraba en mi trabajo, cuando el muy hijo de puta me llamó al celular, diciéndome que en ese preciso momento estaba gozando de mi esposa en nuestra casa y que me apurara a regresar si quería presenciar el espectáculo de una buena cogida.

No le creí nada y esta vez lo insulté, ya que mi calentura pasaba precisamente por estar presente mientras alguien se cogía a Lorena.

De todas maneras me apresuré en llegar a casa, comprobando que realmente decía la verdad.

Mi amigo estaba sentado en una silla del comedor, fumando uno de mis habanos favoritos, con los pantalones bajos y sus grandes manos sosteniendo a Lorena por la cintura.

Tenía a mi esposa sentada a horcajadas sobre su vientre y la hacía subir y bajar sobre su endurecida verga, la cual se perdía hasta el fondo dentro de sus enrojecidos labios vaginales.

Lorena estaba vestida solamente con una musculosa negra transparente, la espalda arqueada hacia atrás, los ojos cerrados, iniciando un agudo y prolongado aullido de placer, señal inequívoca de que llegaba al orgasmo en ese preciso instante.

Carlos también gritó fuerte y se contrajo, afirmando el cuerpo de Lorena contra el suyo, mientras acababa y descargaba todo su semen dentro de ella.

Cuando se relajaron un poco, recién notaron mi presencia. Lorena se puso colorada y me pidió perdón, mientras salía corriendo hacia el baño. El hijo de puta de mi amigo sonrió

– Ojalá me disculpes Flaco, esta vez no tuve paciencia para esperar a que llegaras.

Volví a insultarlo, recordándole que mi fantasía era estar siempre presente.

Lorena salió del baño, usando ahora unas sandalias de taco aguja que hacían resaltar sus hermosas piernas, vestida solamente con la misma camiseta negra casi transparente, que dejaba ver los pezones erectos de sus espectaculares tetas. La visión de su sensual cuerpo me despertó una fuerte y dolorosa erección, que me fue difícil de ocultar.

Ella enseguida lo notó, se acercó a mí contoneándose felinamente y se colgó de mi cuello, mordiéndome los labios en un beso de lengua bien profundo.

Luego me miró a los ojos provocativamente y se inclinó doblando la cintura, desabrochando mis pantalones y liberando mi dolorida verga, que enseguida saltó al encuentro de su boca.

Comenzó a chupármela de una manera increíble, nunca la había sentido así, tan sensual.

Carlos sonreía de esa forma estúpida como siempre, mientras terminaba de fumar el habano.

Entonces se levantó acercándose a Lorena, cuya posición le ofrecía una maravillosa vista de su hermosa y firme cola. Muy despacio fue enterrando otra vez su rígida pija entre los labios vaginales de mi mujercita, que gimió con un gesto de sorpresa ante esta invasión inesperada.

Estuvo bombeándola durante un buen rato, mientras Lorena me hacía acabar en su boca, tragándose toda mi leche sin derramar una gota. Luego me abrazó por la cintura mientras Jorge la seguía embistiendo cada vez más fuerte, hasta provocarle al menos un par de silenciosos orgasmos, sólo evidentes por la manera en que temblaba al alcanzar cada uno de ellos. Mi amigo todavía continuó con su cadencioso ritmo por otro par de minutos, hasta que se arqueó y dio un grito gutural, dejándome saber que una vez más se había descargado dentro de Lorena.

Se salió de ella y comenzó a vestirse, diciendo que no había quedado satisfecho con la conducta de Lorena, sentía que esta vez ella me había dedicado todo su goce a mí y me había provocado más placer que a él.

Le dije que si no le gustaba, podía ir a cogerse a la esposa de algún otro amigo, pero entonces se ofendió y se fue diciendo que “su putita” merecía ser castigada por su mal comportamiento y ya pensaría cómo hacerla escarmentar.

A Lorena la excitó bastante escuchar esto último y yo sentí que mi verga volvía a endurecerse, así que cargué a mi esposa sobre mis hombros y así subimos hasta nuestra habitación. Allí la arrojé sobre la cama y la hice voltear boca abajo, abalanzándome sobre su cuerpo y aplastándola con mi peso. Le metí con violencia un dedo en el culo y gritó de dolor, quiso escaparse pero la inmovilicé, atándole las manos a la espalda con mi cinturón.

– Por la cola no… todavía me duele mucho y además… le pertenece a Carlos.

Sus últimas palabras me enloquecieron totalmente, así que ya no me importaban sus quejas ni ruegos, solamente quería maltratarla como hacían sus otros amantes.

La penetré de una sola vez con mucha fuerza, sintiendo como mi verga se abría paso a través de su estrecho culo, ese hermoso culo que nunca me había permitido disfrutar y que otros ya se lo habían roto, desgraciadamente con bastante frecuencia.

Estuve un buen rato bombeando con violencia, mientras Lorena lloraba y me insultaba, diciendo además que me amaba pero que quería reservar su culo solamente para Carlos.

Por fin sentí que me descargaba en su interior, fue una acabada espectacular.

Lorena se desprendió de mi abrazo y consiguió soltarse las ataduras, lloró y me insultó, para luego encerrarse en el baño por un largo rato.

Me estaba quedando dormido cuando sentí su suave cuerpo junto al mío, comenzó besándome despacio el pecho hasta terminar lamiendo mi pija, que por supuesto enseguida estuvo lista para continuar la batalla. Pero esta vez Lorena pasó una pierna sobre mi cintura y se fue deslizando suavemente hasta que su cálida y húmeda concha se empaló en mi verga bien endurecida. Mientras observaba a mi esposa balancearse buscando su propio orgasmo, me puse a pensar otra vez si todo esto era una calentura pasajera o se estaba convirtiendo en una terrible perversión que se nos iba definitivamente de las manos.

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