Ricardo y Seychelles

Ricardo y Seychelles
Me llamo Ricardo, soy de Catamarca, pero, hace unos años vivo en Buenos Aires. Tengo 36 años y legalmente soy soltero. Estuve con un par de chicas en pareja, no tuve hijos. Mis parejas me acusan de aburrido y sucio. La última experiencia fue toda una historia, pero como no es el objeto de lo que quería contar, la hago corta. Vivía con una chinita, en el departamento que alquilo. Justo más abajo había un vago, de esos que tienen minas a montones. La chinita siempre me decía, refiriéndose a él
– Es muy lindo.
En una semana el tipo se muda no se adonde y la chinita se me fue de casa y según me contaron está viviendo con el tipo. Puede ser, la chinita era bastante rápida y el tipo le gustaba.
El tema, es que al departamento del tipo se mudó una señora. Calculo debe andar por los 40 o 45 años, tirando a gorda y no muy linda, pero con buenas gambas y un par de tetas enormes. Un día me la cruzo, bajo por el ascensor para ir al trabajo y ella está en planta baja.
– ¿Usted es Ricardo?
– Sí, señora.
– Mucho gusto, soy Seychelles, soy del 5to C, nueva vecina.
– Un placer, señora.
– Me dijeron que usted trabaja en un Banco.
– Si, señora.
– ¿Puedo pedirle que me pague el gas? Ando con un problema en el pie y no puedo caminar. Mire ésta es la boleta y acá tengo la plata
– Yo me encargo.
Sí soy bancario, pero trabajo en mantenimiento, plomero, electricista, albañil de lo que sea. Apenas terminé la primaria, no me da el cuero para ser “administrativo”. Pero como peón, me la rebusco. Cuando llego al Banco, en pleno centro, le doy la boleta a un empleado de las cajas, que me lo cobra al toque, me da el comprobante y el cambio. Lo pongo en mi bolsillo, voy al vestuario y me pongo las pilchas de peón. El día fue una cagada, no hice nada, meta mate con mi compañero y charlas de fútbol, de minas y otras cosas menos relevantes. A las 6 de la tarde emprendo el regreso. Paso por el chino, compro pan, fiambre y queso y una botella de vino. Con eso tengo la cena. Subo a mi departamento, el 6 C. Acomodo las cosas, prendo la televisión y cuando me iba a desvestir, me acordé de la vieja de abajo. Bajé.
– ¡Hola Ricardo!
– Hola señora.
– Dime Seychelles.
– Es muy difícil su nombre
– Pero pase Ricardo, no sigamos hablando en la puerta.
Entro, la vieja estaba en un batón, que se le desprendía el botón de arriba y dejaba las tetas casi al aire.
– ¿Toma unos mates?
Entre mate y mate en la cocina, el espectáculo se me hizo más divertido, la vieja abría las gambas y se le veía las patas gordas y la bombacha blanca. Ustedes deberían saber que se me fue la chinita, no la volví a poner, por lo que fiera y vieja, me calentaba.
Me paré como para que mi verga no me siga apretando en los pantalones. La vieja le pegó una mirada al bulto.
– ¿Ya se va Ricardo?
– Si, seis leches.
– ¡jajaja! Seychelles…
– Perdón. Seychelles…
– Mañana voy a amasar fideos, lo espero para cenar.
– Con gusto.
Viernes en el trabajo, todos no vemos la hora de rajarnos. Mi compañero faltó, estaba enfermo. Trabajé solo, o sea tuve que preparar el mate y cebarlo. Al Gerente se le quemó una bombita, la repuse. Ese fue mi trabajo del día, más hubo que llevar unas carpetas al archivo, las puse en una carretilla que se usa para eso. Venía conmigo una pendeja que raja la tierra, obviamente que no me pasaba bola. Soy negrito, medio gordito, petiso, metro sesenta, y me falta un diente en la delantera de arriba. Le dejé todo y le dije que me avise cuando termine. No me avisó. Seis menos cuarto, fui al depósito, solo estaba la carretilla, ni la pendeja ni las carpetas. Retiré la carretilla y me la traje al depósito. Mi vida en el Banco es así. No existo.
Vuelvo a casa. Me doy una ducha, la primera de la semana. Me acordé de los fideos, me puse una remera negra, un short de fútbol también negro, zapatillas sin medias y bajé al 5to por la escalera. Toco timbre y sale la vieja. Estaba distinta, vestido floreado, corto, tacos altos.
– Ricardo, lo estaba esperando.
– Señora, no sabía que era una cena de gala, si quiere me voy aponer elegante.
– Seychelles, Ricardo. No vaya a ningún lado, así se te ve muy bien.
Entramos, vamos a la cocina, me muestra los fideos caseros, listos para poner a hervir. La salsa en una ollita, me la hace probar con un pedazo de pan. Está buenísima. Toma una botella de vino, de esos tres cuartos, que yo no compro nunca. Dos copas.
– ¿Te gusta el vino tinto o el blanco?
– Los dos, no tengo preferencia y como no son para pintar, tomo el que venga.
– ¡Jajaja! ¡Qué ocurrente esta Ricardo!
Nos vamos a la sala que hace de comedor. Nos sentamos a la mesa y brindamos.
– ¿Usted es casado, o tiene novia?
– Soltero y sin apuro.
– Yo soy viuda. Este departamento lo alquilaba mi marido. Así que cuando el falleció, esperé a que termine el contrato y me vine para acá. Donde vivíamos, me trae muchos recuerdos…
– ¡Qué triste!
Finalmente nos bajamos la botella, fuimos a la cocina, ella preparó los fideos. En la mesita de la cocina, comimos y nos bajamos la segunda botella.
Ella recoge la mesa, se pone a lavar los platos, yo descorcho la tercera botella, la pongo en la mesita, pero faltan las copas, voy por detrás de ella para agarrarlas. O fue casualidad o lo provoqué o lo provocó ella, pero quedé apoyándole mi verga en pleno orto de la vieja.
– ¡Ricardo! No, no se vaya. Me gusta su hombría.
Gira y me agarra la verga por sobre el short y me da un beso de lengua. Como dije, hace rato que no la pongo. El ganso se hizo enorme. Cuando me quise dar cuenta, la vieja estaba arrodilla, me bajó los lienzos y el calzón y me estaba chupando la verga. Como venía muy cargado, le zampé un lechazo de puta madre, que la vieja se lo tragó casi todo.
– Mmm ¡Qué rico, Ricardo! Vení vamos a la cama.
Fuimos, me puse en bolas, en menos de dos segundo. La vieja se sacó el vestido, el corpiño, la bombacha y …
– ¿Tenés verga? Sos un tipo, pero también tenés tetas…
– ¿Ricardo, sabés qué es un travesti?
– Si lo que me voy a coger ahora…
– Sí, papito, rómpeme el culito.
Los dos en la cama, me puso un forro, se metió el dedo con saliva y lo preparó, se me puso como los perritos y me dijo
– Servite Ricardo, es todo para vos.
Lo recontra cogí, como ya había acabado, pero seguía empalmado, le di como veinte minutos, la vieja, agradecía, maldecía, deliraba, finalmente acabé en el forro. Me temblaban las piernas. Me puse boca arriba al lado de la vieja.
– Gracias Ricardo, fue un hermoso polvo.
– Estoy muerto.
– Dormí papi
Me quedé dormido con el forro en la verga. Cuando desperté ya era de día. La vieja, estaba tomando mate en la cocina, en bolas, me saqué el forro entré a la cocina.
– Tirá eso en el tacho de basura ¿o lo vas a llevar de recuerdo?
Le hice caso.
– Dame un mate.
– ¿Te pongo unas tostadas?
Tomé el amargo, estaba bueno. Me serví otro. El siguiente se lo di a ella, estaba solo en bombacha, no podía sacar mis ojos de las tetas. Enormes, dos pezones y la parte oscura también enormes. La verdad, que tuviera verga, no me importaba un carajo, ya estaba empalmado para el segundo round.
– ¡Ricardo! Ahora no, más tarde, cuando te bañes, está transpirado y olés a cebolla y sexo…
– Si. Seychelles, lo que digas, pero me gustó lo de anoche, pero creo que hay que explorar el territorio, tienes otras cosas de gran valor, como esas tetas…
– Luego, ahora comé, que te voy a preparar el baño.
Me quedé en la cocina, mateando y comiendo las tostadas con dulce de leche. Pensaba: Te cogiste un trava y querés repetir, no te importa el pito, si se enteran… ¿quién se puede enterar?… ¿quién te va a cargar, si ni amigos tenés?… Antes jugabas al fútbol pero te peleaste con todos, ni eso te queda.
– Ricardo, a bañarse.
Fui, me quise dar una ducha rápido, pero la vieja, me bañó con un trapo con jabón me refregó todo el cuerpo, cuando digo todo es todo, la chota y el orto también. Me secó y cuando me quise poner meloso.
– Stop. Faltan algunos ajustes.
Me hizo sentar en una silla, tijera en manos, me cortó las uñas del pie. Con una lima, me limó unas durezas.
– Ricardo, tienes hongos en el pie. Eso hace que siempre tengas olor a patas. Te voy a poner un tintura anti hongo, deberías comprarla y usarla todas las mañanas. Te doy la mía para que lo lleves de muestra a la farmacia.
Siguió con mis manos, las uñas, las cutículas, me emparejó el cabello. Me hizo parar. Me giró delante de ella y se quedó con mi nabo a la altura de su boca. Como estaba muerto. Comenzó a soplarlo. Con el solo contacto del aire empezó a subir y solito se acomodó en la boca de la vieja.
– Parece que mi verga te reconoce.
Me lo mamó, me tomó de la cadera y con el movimiento, me la cogí por la boca. Otra vez le acabé en la boca. En la cama, estuvimos todo el día. Le chupé las tetas, le comí el culo y le mamé la verga, no paré hasta que me acabó en la boca.
– ¿Te gustó Ricardo?
– Rica tu leche, mamita.
– Vamos a probar otro ángulo.
Fue a la cómoda, sacó un consolador con vibrador, fino, algo de crema, y con mi pavura me lo metió en el ojete y lo hizo vibrar. La sensación era de locura, se me empalmó la verga, ella mantenía el consolador vibrando en mi culo y mientras me chupaba el nabo. Mamita, el lechazo fue de seis leches…
– ¿Qué tal Ricardo?
– Hermoso, creo que finalmente me vas a coger…
– Eso no. Soy mujer, pero si me enamoro, como me enamoré de mi marido, ¿quién te dice? Por ahora, vos me vas a coger y yo te doy con el vibrador, ese es el trato ¿te gusta?
– Es justo.
– Ahora, nos vamos a cambiar. Nos vamos a poner lindos y vamos pasear, tomamos el pre metro, el subte y nos vamos a un shopping, quiero comprarte alguna ropita para que estés lindo.
Paseamos por Buenos Aires. Charlamos de boludeces, pero es lindo compartir con alguien, fuimos a una confitería. Le digo, que está linda. Se ríe, no me mientas negrito. ¡Qué dulce fue ese “negrito”! A la vuelta, compré un pollo al Espiedo, papás al horno y fuimos a casa a comer.
Comparado con el departamento de ella, el mío era un desastre, sucio, desordenado.
– Ricardo ¿tenés inconveniente, para que el lunes me encargue de ordenar este quilombo?
– Eh… no… pero, ¿vos no trabajás?
– De momento no. Dejame la llave, yo me encargo de todo.
Comimos, me quise poner romántico, pero…
– Mejor vayamos a casa, allá tenemos más elementos…
Me acordé del vibrador en el culo y accedí inmediatamente.
En la cama, fue una lujuria, la cogí, con el puto condón, pero le acabé en la boca. Juego le chupé la pija, hasta que me acabó en mi boca. Eso, me está gustando mucho. Luego nos besamos, me dediqué a sus tetas, Cuando me empalmé, ella puso el vibrador en mi culo, me hizo arrodillar, ella delante de mí con su mano trababa el vibrador para que siga en lo profundo, luego con la boca me capturó la pija. Ella me cogía el culo y yo le cogía la boca. Le acabé a chorros.
– Seis leches…
– Seychelles.
– Sí, Seychelles te acabé seis leches…
Nos reímos como dos pendejos. Eso de que me dé por el culo cada vez me gusta más…
Dormimos juntos, yo panza arriba y ella abrazándome, con un pierna sobre mi panza, su polla pegada a mis riñones…
Me despierto en la mañana, ella está despierta y en la misma posición. Sin movernos, la beso y le acaricio el ganso. Se empalma y empalmada me dice.
– Chupame negrito
Ni lerdo, ni perezoso le pego una mamada padre, que rico cuando me acaba en la boca y después me besa compartiendo su esperma. Cada vez me gusta más…
Como estoy empalmado, me chupa ella a mí, me chupa y me mete un dedo en el culo, le acabo en la boca y compartimos también esta leche. Me gustó lo del dedo en el culo…
Ese domingo fuimos a pasar el día a Palermo. Anduvimos en esos cosos a pedales en el lago. Comimos panchos y tomamos Coca Cola.
A la noche, no hubo sexo, nos despedimos temprano, me acompaña a mi departamento, desde la puerta, me pide la llave, me da un beso y se despide con un hasta mañana negrito.
Lunes, perezoso, en el Banco, estoy solo sin el compañero que sigue enfermo. Hago mil cosas. Casi no me dejan descansar. Cuando son las 6 rajo para casa. Llego y me acuerdo que no tengo llave. Voy al quinto, sale ella, está otra vez con ese horrible batón. Vamos a mi departamento, abrimos y entramos. Me quedo con la boca abierta.
– Seychelles, debes haber trabajado como una bestia. Está irreconocible.
– Todo para vos, negrito.
– Te amo…
– Se te habrá escapado… es muy pronto para decir eso…
– Bueno, te quiero…
– Vamos a mi departamento, que te cociné carne al horno con papas.
Comimos, nos pusimos cachondos, y en la misma cocina, le chupé la polla y me la cogí de parado. Fuimos a la cama y me metió el consolador y me hizo acabar con la boca.
– Gracias negrito, me gusta tu leche.
– Gracias Seychelles, me gustás vos.
– ¿En serio me amás?
– Sí.
– Venite a vivir conmigo, así te ahorrás el alquiler, las tres boludeces que tenés las acomodamos acá.
– Con una condición, en casa conmigo, no uses ese batón, es de vieja. En casa en bolas o sexy.
– Negrito, si me enamoro, te rompo el culo.
– Mmm me gusta la idea de que te enamores.
Me mudé con ella. Estuvimos unos días trabajando mi culo, para que finalmente me lo rompiera. Me dolió, pero las satisfacciones que tuve después. Es lo que yo decía, eso del culo me estaba gustando cada día más. Un día fuimos a un laboratorio e hicimos que nos analicen la sangre. Por el Sida. Estamos limpios, ¡Bah! Sanos. Desde ese día lo hacemos a pelo. Cuando tuvo su primera acabada dentro de mi culo, fue como cuando el Diego hizo el golazo a los ingleses. ¡Qué pelotudo, tantos años al p**o! Quiero que mi Seychelles me acabe siempre en el culo.

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