Mi confesión, soy uncornudo sumiso.

Mi confesión, soy uncornudo sumiso.
Después de que Ana me pusiera los cuernos y se enterase de que terminé masturbandome en casa de una amiga en común por eso (leer mis patético primeros cuernos), Ana no paraba de insistir en hablar sobre todo aquello. Me decía que quería saber que estábamos bien, que su “desliz” no era un problema. Yo en cambio me negaba y me cerraba en banda por la cantidad de sentimientos contradictorios que sentía. Tenía miedo de que me dejara si descubría la verdad. Pero eso lo empeoró todo. Mi actitud provocaba que terminásemos discutiendo por todo a todas horas. La relación se estaba volviendo insostenible y Ana se hartó de mi. Me dijo que ya no era lo mismo, así que me propuso darnos un descanso. Aunque ya me imaginaba lo que iba ocurrir, acepté a regañadientes porque la alternativa era perderla para siempre.

Nuestro descanso duró aproximadamente 3 meses, prácticamente todas las vacaciones de verano de la universidad. Durante ese tiempo Ana y yo nos vimos 4 veces, la mayoría solo para hablar y saber el uno del otro. Gracias a las redes sociales intuí que se estaba viendo con un tío. Sus fotos de fiesta donde aparecían los dos me hacían hervir la sangre. Yo en cambio solo podía pensar en ella, ni siquiera me planteaba quedar con otra. Pensar que había pasado página y que se acostaba con otro hombre me dolía, pero a la vez me excitaba su actitud.

Finalmente, ya casi terminando las vacaciones, Ana y yo nos vimos en mi casa aprovechando que mis padres no estaban. Yo no estaba en mi mejor momento, había engordado algún kilillo, tampoco es que me lo currara mucho, porque la recibí con camiseta y un pantalón de chándal de algodón. Ella lucía espectacular, con un vestidito de verano corto que le terminaba muy a ras del culo. Además se notaba que no llevaba sujetador. Parecía que quisiera probarme. Habíamos quedado para hablar porque yo se lo pedí. Estábamos sentados el uno junto al otro en el sofá del comedor. Después de un cruce de formalidades, donde intenté fingir que estaba bien, me derrumbé.

– Estás quedando con otro ¿no? – Le pregunté con tono desesperado. Ella se sorprendió.
– Tú y yo no estamos juntos. ¿te m*****a acaso? – Me dijo en un tono casi arrogante. Confirmar mi sospecha me sentó como una puñalada. Pero ver su actitud hizo que en ese preciso momento me empezara a empalmar.
– No… no tengo derecho a enfadarme. – Le dije pasivamente mirando al suelo.
– Es lo que hay. ¿qué quieres?.
– Quiero estar contigo.
– ¿Incluso sabiendo que me he acostado con otro?
– si…
– ¿y si te digo que no ha sido uno, sino 5 tios? – 5 tíos en 3 meses, me dejó perplejo. Nunca imaginé que mi novia fuera tan zorra. En ese momento mi polla estaba a tope, incluso manché los calzoncillos y el pantalón. Era tan obvio que Ana se dio cuenta.
– ¿Te has acostado con 5?
– Si, y dos a la vez. – No me lo podía acabar de creer, había hecho un trío. Imaginarme a dos tíos follándose a Ana me volvió loco. Me quedé en shock.
– No, no sabía que eras así.
– ¿Así como? No tienes derecho a juzgarme.
– No te juzgo, yo te sigo queriendo igual, quiero estar contigo. – Ana se quedó observándome en silencio un momento.
– ¿Y si te dijera que quiero seguir haciéndolo? – Me descolocó lo directa que fue.
– … aún así… quiero estar contigo.
– Pero qué quieres ¿una relación abierta?
– No, yo sólo quiero estar contigo. Te amo. – Ana cambió su rostro, dejó de estar tensa, para parecer más feliz que nunca. Se me acercó lentamente.
– ¿Y no te importa que me acueste con otros?
– … no – Ana miró fijamente mi pene y la mancha de mi pantalón y posó su mano sobre él.
– Eso te pone ¿no? – Llegados a este punto ya no me fue difícil sincerarme.
– … si

Ana empezó a besarme apasionadamente. Mi confesión le había puesto a tope. Le metí la mano por debajo del vestido y pude notar sus bragas mojadas. De golpe, Ana se puso de pie y se las quitó sin quitarse el vestido ni las sandalias con plataforma que llevaba. Acto seguido se sentó sobre mi y empezó a rozar su coño contra mi polla a través del pantalón. Rodeó mi cuello con sus brazos y entre beso y beso me dijo – Estás tontito. – Sentir su cuerpo de nuevo me puso tan cachondo que no pude aguantar, me corrí en poco tiempo, dentro de mis calzoncillos. Ana se dio cuenta. Me dijo: “baja”. Yo me dejé escurrir por el sofá hasta sentarme en el suelo y reposar mi cabeza en el asiento. Ana estaba de rodillas en él mirando hacia el reposa cabezas, mientras se sujetaba con las manos en él. El vestido me impedía verle la cara. Entonces me acercó su coño que empecé a lamer de arriba a bajo. Su flujo me empapó toda la cara, mientras oía sus gemidos de placer. Sin duda comerle el coño a Ana era lo que mejor se me daba. Finalmente Ana se corrió entre gritos de placer mientras yo tragaba gran parte de su flujo. Ana se hizo a un lado para dejarme sentarme de nuevo en el sofá, ahora juntos y abrazados.

Ana y yo seguimos hablando de todo aquello. Sentíamos mucha curiosidad. Ella me explicaba cómo le ponía hacerlo con desconocidos y yo el morbo de imaginarmelo. También le conté el morbo de verme expuesto y humillado, a ella le hacía gracia la idea de estar conmigo y follarse a otros mientras yo me excitaba. Después de un rato de charla empezó a hablarme de los tíos con los que se había acostado. Incluso me dijo que conocía alguno. Me confesó que todos tenian el pene más grande que yo, que le habían hecho gozar como una perra. El trío, me explicó, fue toda una experiencia. Me contó cómo los dos chicos la abrumaron con sus pollas, y ella se corrió mientras no daba abasto. Todo aquello nos excitaba muchísimo.

Nuestra relación había pasado a otra fase. No me había sincerado tanto en mi vida. Pronto empezamos a buscar por Internet y ver que esto no era tan raro como pensábamos. Me dijo “eres mi cornudo sumiso”. Ya era oficial, los dos nos aceptamos como éramos. Estábamos tan bien que para comienzo del nuevo curso de la universidad decidimos irnos a vivir juntos a un piso de estudiantes, donde empezamos nuestro nuevo estilo de vida.

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