Entregando a Lorena 16

Entregando a Lorena 16
Entregando a Lorena 16

Un par de días más tarde todavía me dolía un poco el culo y hasta me m*****aba al caminar, pero recordaba ese momento cuando Sonia me había metido su enorme verga a fondo y entonces mi propia pija se endurecía. El ardor y el placer mezclados habían sido insuperables.
Al llegar a casa para la cena me encontré con una buena sorpresa: Lorena vestida solamente con unos tremendos zapatos de taco alto y con un arnés colocado en la cintura, que por supuesto terminaba en un gran consolador de látex. Me miró sonriendo y preguntó: “Te gusta lo que ves, maridito puto?”. Me quedé en silencio, atiné solamente a desvestirme y a ponerme en el suelo a cuatro patas, delante de ella.
La muy turra se agachó entre mis piernas abiertas, separó todavía un poco más mis nalgas y repentinamente se zambulló contra ellas, forzándome el ano con esa cosa gigantesca. Grité de dolor, aunque esa pija artificial estaba bien cubierta con gel lubricante, era bastante gruesa y mi pobre culo no parecía resistir tan violento embate.
Mi mujercita susurró a mi oído: “Te duele, mi amor??” “Te das cuenta ahora cómo me duele a mí cuando Carlos me rompe el culo?”, dijo antes de que pudiera contestarle. Siguió bombeando esa cosa dentro de mi ahora dilatado ano por un buen rato, hasta que le grité basta porque ya no podía más, pero de todas maneras insistió con unos embates antes de sacármela. “No acabaste” me dijo con una vocecita suave, mezcla de nena ingenua y puta. Era verdad, mi verga se había puesto durísima mientras me cogía, pero no había alcanzado a acabar
Entonces mi dulce mujercita dejó a un lado el arnés y así como estaba me acostó boca arriba sobre la alfombra, se ubicó sobre mi cintura y muy despacio fue empalando su delicada concha sobre mi verga.
“Qué te pasa, mi amor, esta pija no está tan grande ni tan dura hoy”. “Estuviste cogiéndote a otra y ahora no te dan ganas de cumplir con tu mujercita?” “Voy a tener que llamar a Carlos para que venga a sacarme la calentura y las ganas de coger”.
Apenas terminó de decir eso, sentí que un orgasmo infernal bajaba desde mi cerebro hasta la punta de mi verga, explotando dentro de la hermosa concha de Lorena. La aferré bien firme por sus caderas mientras la llenaba con mi leche hirviente. Le pedí que me dejara darle por el culo, pero insistió como siempre, diciéndome que ese culo dorado le pertenecía a Carlos.
Mientras me duchaba pude escuchar que hablaba por teléfono con mi amigo, el hijo de puta hacía varios días que no la cogía, así que seguramente esa noche estaría más que dispuesto a darle bien duro.
Efectivamente, Lorena me confirmó que más tarde vendría Carlos a cogerla y que por supuesto, yo podría elegir entre quedarme a verlos o salir a dar una vuelta mientras ellos se sacaban las ganas.
“Aunque podrías quedarte y probar la pija de Carlos en tu cola, así sabrías lo bueno que es un verdadero macho cogiendo y además entenderías por qué me gusta tanto cómo me coge”, dijo con sorna.
Esperamos casi hasta la medianoche, Lorena con una gran cara de disgusto pero con una actitud de ansiedad al mismo tiempo. Se notaba que quería ver a Carlos para que la cogiera con esa pija infernal. Se había vestido de manera muy provocativa. Una camiseta de seda muy ajustada a sus curvas y una corta falda que apenas le ocultaba la cola, unas botas negras de caña alta que me provocaban una erección dolorosa de solamente verlas enfundando esas largas piernas.
Finalmente el turro llamó por teléfono, diciendo que sus horarios se habían complicado y que no podría venir. Por supuesto le prohibió a Lorena que cogiera conmigo, debía reservarse solamente para él, en especial su redondo y estrecho culito, nadie más podía disfrutarlo.
Mi mujercita colgó el aparato y lanzó mil maldiciones, encerrándose enseguida en el baño. Pude oír que abría la ducha y un rato después sus gemidos y jadeos me dieron a entender que se estaba masturbando. Salió muy relajada, otra vez vestida, el maquillaje impecable y me dijo que me preparara, porque saldríamos los dos a un boliche cercano a levantar algún macho semental que la calmara.
Le supliqué que no lo hiciera, ya bastante doloroso para mí era verla coger con Carlos y otros tipos, que cogiera conmigo esa noche si estaba tan caliente, pero no me quiso escuchar. Desde la puerta me dijo: “Vas a acompañarme o no, yo esta noche termino en un telo”.
Decidí acompañarla, con la condición de que me permitiera verla coger con cualquier desconocido, lo cual aceptó sonriendo con sorna.
“Te gusta el asunto de ser un maridito cornudo?” “Tal vez te guste cómo me coge otro tipo y entonces podríamos pedirle que también te cogiera a vos…” pero naturalmente le dije que sólo sería testigo.
Nos sentamos en la barra a tomar unos tragos en el boliche, pero casi enseguida Lorena me dijo que había visto algo interesante cerca. Se levantó y se acercó a un tipo joven, muy fachero. Pude ver como hablaban sonriendo, mientras ella le acariciaba el bulto bajo el pantalón. Estuvieron así un largo rato, hasta que el chico metió una mano bajo la corta falda de mi mujercita.
Ella volvió sonriente a la barra, diciéndome: ”Voy a estar en el baño de hombres” y desapareció entre la gente arrastrada por su nuevo amigo.
Esperé un par de minutos y enfilé hacia el baño. Al entrar encontré una pareja joven en plena actividad sexual. Ella tenía la bombacha por las rodillas y su novio desde atrás le metía varios dedos dentro de la concha. Ni se m*****aron por mi presencia, casi ni lo notaron.
Encontré una tanga tirada en el piso, reconocí que era de mi mujer y la levanté, guardándola en un bolsillo. Se oía algunos gemidos detrás de una de las puertas, así que entré en la cabina contigua y me asomé por arriba con mucho cuidado.
Allí estaba Lorena, apoyada con las manos contra la pared, la falda levantada hasta la cintura y con la gruesa verga del chico enterrada en su redondo culo. Evidentemente la muy puta le había entregado la cola de entrada nomás. El pibe gemía mientras embestía ese hermoso culo de mi mujercita, la tenía bien aferrada por las caderas y cada golpe parecía más y más violento. Ella apenas jadeaba, parecía que no estaba gozando, pero tampoco sufriendo. Finalmente el chico se tensó un poco y se quedó quieto, sujetando a Lorena por la cintura, mientras le llenaba el culo de leche. Le dio unas palmadas y muy despacio le sacó esa gruesa verga del interior.
“Me dejaste caliente, nene…ahora qué hago?” le preguntó ella.
“Problema tuyo si no acabaste, putita, a mí me dejaste satisfecho” le respondió burlón el turro, abriendo la puerta y desapareciendo.
Entré a la cabina con ella y se volteó dándome la espalda. Sin decir nada se levantó otra vez la falda para que yo pudiera ver los restos de semen deslizándose por sus hermosas piernas. El ano se veía bien enrojecido y dilatado; se lo había dejado destrozado el pibe. Los labios externos de esa linda vulva bien lubricados y algo inflamados.
“Voy a tener que buscarme un macho que me coja bien la concha” me dijo con una expresión de lujuria y calentura. Eso fue el colmo. Cerré la puerta detrás de mí mientras me abría la bragueta y sacaba mi pija bien endurecida. “Aquí hay un verdadero macho que te va a coger como te gusta y te va a sacar toda esa calentura” le gruñí en la cara.
Le arranqué la falda de un tirón, dejándola vestida solamente con esa ajustada camiseta y las botas altas. La tomé por la cintura y la alcé en el aire, dejando que se deslizara sobre mi cuerpo hasta encontrar mi pija bien alzada.
“Ahora perra, vas a sentir una buena pija adentro de esa conchita”, le dije mientras la dejaba caer sobre mi verga, que se metió en un solo movimiento dentro de su lubricada rajita. “Te gusta, puta?” “Te gusta mucho, te gusta que te coja así?” le grité al oído mientras entraba y salía de su cuerpo. Ella no contestaba, solamente gemía y jadeaba, respondiendo con su pelvis a mis movimientos. Sentí que temblaba en mis brazos y de repente lanzó un aullido agudo, pidiéndome que siguiera cogiéndola así. Aumenté el ritmo de mis embestidas hasta sentir que mi propio orgasmo me hacía inundar ese voluptuoso cuerpito de Lorena con toda mi leche caliente. Descansamos unos instantes abrazados y luego me desprendí de ella, bajándola al piso.
Regresamos al salón principal, donde encontramos al pibe que la había enculado. “Ya encontré un macho que me sacó la calentura” le espetó mi mujercita en la cara al sorprendido chico, mientras me arrastraba hacia la calle.
Cuando llegamos a casa, Lorena se encerró en el baño a ducharse y naturalmente… a masturbarse hasta caer rendida de sueño.
Yo me senté en mi sillón favorito con un vaso de buen whisky en la mano, mientras pensaba que todo este asunto ya se nos había ido definitivamente de las manos…

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