El “mirón”, una desconocida (2ª parte)

El “mirón”, una desconocida (2ª parte)
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Le había dado mi dirección a aquella chica que había conocido a través de la app para ligar. No había marcha atrás.

Para hacer más contable la historia, vamos a llamar a la chica “Laura”.

Fui a la habitación, y mi chico ya estaba dormido profundamente. Dudé entre dejarlo dormido, y estar en el salón con mi invitada, pero la emoción me superó. Lo desperté cuidadosamente: “amor… amor… mira te acuerdas la chica con la que estaba hablando? Va a venir”. Mi chico enseguida se despejó, y me hacía un millón de preguntas: ¿pero le dijiste que vives conmigo? ¿va a dejar que os vea? […] A todo le fui respondiendo, aunque sin dejar de estar atenta al reloj, ya que me dijo que en nada estaba en mi casa. Me apuré a cortar la conversación, para estar atenta a cuando tocase el portero automático.

Tras pocos minutos, un whatsapp “estoy aquí” decía, seguido del timbre, me alertó de su llegada. Poco tardó en aproximarse Laura a mi puerta mientras la habría. La vi en persona por fin: algo más alta que yo aunque con el pelo más corto, y un aire un tanto masculino, o poco femenino, muy de “sport”, unos vaqueros marcados pero no apretados, unas botas que parecían militares o algo similar, una camiseta blanca (que luego descubrí que era de tiros), y una chaqueta entreabierta que deja ver la camisa y un collar con un símbolo que entre conversación y conversación sin importancia, con el único objetivo de hacer tiempo para follar, me dijo de que era, pero no recuerdo.

– Guauuu, eres más guapa en persona -me dijo-.
– Tú también la verdad (realmente no pensé si era más guapa o más fea, sino que me pareció más masculina, aunque sin llegar a ser una “machona” como se dice vulgarmente)

Al saludarnos, me di cuenta enseguida de que probablemente se había tomado un par de cervezas, aunque no se le veía ni tan siquiera mareada, con la lengua trabada ni mucho menos. Sin embargo, al acercarnos, también noté un ligero perfume con olor a fruta, que me hizo darme cuenta que por primera vez en algún tiempo, me volvía a acercar demasiado a una mujer.

Nos sentamos en el salón, y comenzamos a hablar haciendo un repaso desde que nos conocimos en la app, nuestras impresiones, la videollamada, y claro… la parte final de la videollamada cuando hablábamos de sexo. Con ambas sentadas en un sofá de tres plazas, cada una en una parte y ladeadas para vernos, ella pregunto: ¿y tu chico? Está en la habitación medio dormido, pero dudo que se duerma del todo… jajaja (reimos juntas). Ella, muy segura de si misma me dijo que era una locura, pero le encantaba, que hoy se había levantado con ganas de echar un polvo y que si encima era con alguien nuevo que le atraía pues mejor.

Yo, con una camiseta algo más grande de mi talla (de mi chico) y un pantalón de pijama, ya empezaba a notar el calor pensando en lo que vendría. Pese a haber vivido algunas experiencias de tríos, intercambios y demás, no sé porqué pero me sentía más nerviosa que lo habitual. Quizás porque veía que aquella chica claramente era lesbiana (no bisexual), y que además estaba muy firme y segura, mientras yo estaba echa un mar de dudas, más por el papel que iba a desempeñar mi chico que por mi. Parece que justo estaba pensando eso, cuando mi chico apareció a saludar.

– Hola! Disculpadme que interrumpa, solo venía a saludar y me vuelvo adentro.
– Hola! No te preocupes, no interrumpes nada por ahora jajaja (dijo nuestra invitada)
– ¡Qué pena! (dijo el entre risas) Oye, ¿no quieres una birra? ¿Cariño no le has ofrecido nada?
– Upsss, con todo esto se me había pasado, ¿quieres?
– No, no te preocupes, estoy bien gracias (Laura quizás quería decir, que ya había tomado antes de venir)
– Chicas, os dejo, por cierto, tenéis una habitación libre, no digo más jaja
– Sí jajaja gracias y encantada de conocerte
– Gracias (finalicé)

Tras esta leve presentación, mi chico volvió al cuarto. Estaba viendo como se iba, cuando Laura ocupó el asiento libre de aquel sofá de tres plazas, poniéndose en medio y pegada a mi. Bueno, me dijo, “ahora que ya nos conocemos todos, tampoco vamos a estar todo el día hablando no?”, decía mientras me ponía una mano en el interior del muslo. Solté una risa tonta, y la besé. Le planté un beso en los labios, algo ligero para romper el hielo. ¿Has bebido? Le pregunté. “Bueno, sí, alguna cerveza porque andaba nerviosa y quería estar más suelta”. Con ello confirmé mi sospechas, pero no me importó en absoluto: “ah bien, yo algo nerviosa y tú super segura, ya me extrañaba a mi”, le dije en tono de broma. Reímos, y ella interrumpió besándome, esta vez más profundamente.

El beso me hizo recorrer algo por mi pecho y estómago, como cuando te besas con alguien con el que sientes especial atracción sexual y complicidad desde hace tiempo. Normalmente no me pasa esto cuando tenemos experiencias con otras parejas o chicos y chicas bisex solos, pero esta vez fue distinto, por eso también me aventuro a contarlo.

Se me pusieron los vellos de punta, mi piel erizada sentía aquel beso de manera muy sexual, y notaba que una flor se humedecía para abrirse entre mis piernas. Estaba realmente excitada.

Aún no me había puesto una mano ni en mis pechos, ni en mi vagina, pero ya me tenía a mil. Le fui quitando la chaqueta como pude, y vi su camiseta de tiros, no llevaba sujetador, algo que no descubrí hasta quitarle del todo dicha chaqueta, ya que con sus pequeños pechos, llevarlo hubiera sido más un estorbo que una necesidad. Sin embargo, tenía unos pezones con aureola pequeña, pero muy grandes y marcados, tanto que se notaban perfectamente tras esa camiseta.

Seguíamos besándonos, y metí mi mano por dentro de su camiseta, quería sentir su temperatura, tocarle los pezones suavemente, mientras de vez en cuando volvía a sacar mi mano, para introducir 2 o 3 dedos en sus labios que me humedecían las yemas para posteriormente volver a tocar esos pezones que me volvían loca.

Pasamos un rato calentándonos más y más en el sofá, por lo que la invité a ir a la habitación de invitados que estaba libre (mientras mi chico estaba en la habitación de al lado, es decir, la nuestra habitualmente).

Se me hizo interminable el pasillo que separa el salón de la habitación. Al llegar a la misma, encendí una lámpara que tengo en la mesa de noche y que tiene una luz muy suave y cálida, perfecta para la ocasión. La senté en la cama, y mientras yo permanecía de pie, le quité su camiseta. Ella con el torso desnudo, pechos pequeños, y ni muy delgada ni muy gorda, más bien tirando a normal en lo que se refiere a su vientre.

Laura puso sus manos sobre mis nalgas por encima del pantalón de pijama, ya que seguía vestida, y me apretó contra ella. Ya me notaba con más seguridad, al fin y al cabo estaba en mi territorio. Le retiré las manos de mi trasero, y se las coloqué sobre su pecho, en una clara indicación, que sin hablar le decía: “tócate las tetas y mírame”. Como si llevásemos toda la vida juntas, así lo hizo.

Ese momento fue perfecto para yo hacer mi juego. Le di la espalda, y fui bajándome lentamente el pantalón de pijama, dejándole ver mi tanga poco a poco. Ella, obediente, seguía tocándose el pecho cuando una de las veces miré de reojo. Una vez me lo quité del todo, no se pudo resistir: con un giro brusco, me volvió a poner en la posición inicial, frente a ella (ella sentada y yo de pie) y con sus manos en mis nalgas: “me tienes a tope”, me dijo. De frente a ella seguía, y con sus manos apretándome el culo, cuando me quité la camiseta grande que llevaba puesta, dejando al aire mis pechos, bastante más voluminosos, y quedando unicamente en mi el tanga.

Ella se levantó, y agachándose algo, comenzó a chuparme uno de los pezones, mientras con una mano acariciaba mi pecho suavemente, con la delicadeza de quien sabe como tocar para excitar más, mucho más, y con otra mano que se paseaba entre mi cintura y mis caderas con la misma dulzura erótica. Suelo exitarme mucho con las experiencias nuevas, pero estoy escribiendo esto, y juro sin exagerar que se me pone la piel de gallina de acordarme de Laura.

Con mucha sutileza, Laura dejó mi pecho para centrarse nuevamente en mi boca, me besaba con suavidad pero profundamente, se le notaba caliente, pero a la vez consciente de hacerlo con tranquilidad para alargar el momento. Ahí fue cuando noté sus dos manos bajando desde mi espalda hasta el tanga, el cual me empezó a bajar lentamente. Al llegar a donde no le alcanzaban las manos mientras me besaba, comenzó a recorrer con sus labios mi cuerpo. Primero el cuello, el pecho entre las dos tetas, el vientre, el ombligo, el pubis… y me quitó el tanga del todo. Ya en esa posición, se sentó de nuevo, y me acercó a ella como diciéndome: “quiero que me lo traigas a la boca”. Sentada en el borde de la cama, fue tumbando su cuerpo hacia atrás, mientras me dirigía perfectamente, acercándome a su boca. Yo de rodillas, sobre la cama y con las piernas abiertas. Ella, acostada, aunque con las piernas colgando, tocando el suelo. Acerqué mi sexo hacia su boca, ella abajo como pidiéndome que lo quería más cerca.

Inclinó un poco su cabeza, y comenzó a jugar con su lengua y labios con mi clítoris. Evidentemente, su aspecto de lesbiana inconfundible, ya me hacia presagiar que tenía bastante experiencia, pero realmente era una maestra. No es la primera vez que una mujer me comía el coño, pero se veía que al menos en esa posición, tenía mucha soltura.

Mientras ella jugaba, juro que veía las estrellas. Ella apretaba mis nalgas con sus manos, acercándome más y más contra su boca.Yo me apretaba las tetas, fuerte, muy fuerte, estaba excitadísima, y quería disfrutarlo a tope. Ahí fue cuando me vino sin esperarlo, el primer orgasmo.

Perdí la noción de cuanto tiempo estuvimos así, pero tras el orgasmo, era hora de hacerla disfrutar a ella (aunque ya estaba disfrutando por lo que notaba). Salí de la postura que teníamos y volviendo a los pies de la cama, le terminé de quitar la ropa, sus botas, sus vaqueros y sus braguitas. A todo esto, noté una figura entre el oscuro pasillo tras el marco de la puerta abierta: era mi chico. No sé cuanto tiempo llevaba ahí, pero sin lugar a dudas estaba observando en silencio. Laura seguía recostaba mientras yo le quitaba el resto de la ropa, por lo que aproveché para echar una segunda ojeada al pasillo. No había duda, mi chico estaba con el pantalón bajado y masturbándose. Decidí no decirle nada ya que Laura no se había dado cuenta.

Tras quitarle la ropa totalmente, me acerqué hasta su chochito. Estaba deseando probarlo. Tenía algo de pelo en el pubis, aunque muy bien cuidado y recortado en la ingles, y en la parte inferior, cerca de los labios. Comencé a saborearlo como la primera vez, recordando mis primeras experiencias con chicas. Cuanto más acelaraba, más se calentaba y movía, era de las que le gustaba la caña ahí abajo (hay chicas que lo prefieren más suave). Ahí fue cuando, tras meterle de nuevo mis dedos en su boca para humedecerlos, los inserté en su vagina hasta el fondo. Ella quizás no esperaba que fuera tan adentro la primera vez, por lo despegó la espalda del colchón en un amago de hacerse adelante, pero enseguida volvió a acostarse tras comprobar que le iba marcando un ritmo.

Estuve esmerándome para cumplir y hacerla gozar, y cuando ya estaba más cerca del orgasmo, se medio sentó nuevamente, mientras volvía a besarme (me encantan sus besos) y yo seguía con mis dedos en su chochito sin parar. De repente despegó sus labios de los míos, se acercó a mi oído y gimiendo, me decía “más por favor, más”, seguía dándole duro con los dedos… “mmm, aaaa, aaaaa, aaaaaa, me encanta joder, me encanta joder, me corro, me corro…”. Sentía su vagina latiendo por dentro, y el incremento de la humedad se hacía notable.

– Uff tía, joder… ¿no decías que hacía tiempo que no follabas con una tía?, me dijo Laura.
– Sí, con una tía en plan sola sí, – le dije-.
– Me encanta, me acabo de correr muy intensamente. Oye! sal de ahí si quieres jajaja (dijo Laura).

Me quedé sorprendida, ya que Laura había visto a mi chico y yo pensaba que no.

– Estoy desnudo de cintura para abajo. (Dijo mi chico entre la media oscuridad)
– Lo sé, pero tranqui que no te voy a hacer nada, no me van los tíos jajaja (Laura estaba irónica), ¿te has corrido?
– No, no me he corrido, -dijo mi chico entrando del todo a la habitación-.
– Bueno, hazle el favor al chico no?, dijo Laura dirigiéndose a mi.

Laura se retiró hacia atrás, hacía el centro de la cama, donde permaneció observando como si de una peli se tratase, desnuda, con las piernas cruzadas. Me puse de cuclillas, y empecé a chupársela a mi chico, que a juzgar por lo mojada que tenía la polla, llevaba un buen rato exitado. Poco le bastó para correrse, Laura en silencio observaba como la leche de mi chico me iba cayendo en la cara, la boca, el cuello…

Tras unos segundos, aplaudió ligeramente y dijo “bravo!” en tono distendido. Los tres reimos. Fuimos a ducharnos individualmente. Luego de la ducha, Laura se despidió, y con mucha simpatía me recordaba “tía, a mi no me van nada las pollas, pero por primera vez en mi vida he visto a un tío corriéndose así de cerca jajaja que locura!”. Entre buen rollo, y con la experiencia vivida, se marchó.

Estas dos últimas semanas nos hemos escrito por la noche, y este sábado 8 de julio quedaremos para ir a tomarnos algo. Ella y yo solas. Si surge algo interesante os cuento.

Kisses

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