Lo que sea necesario por un ascenso

Lo que sea necesario por un ascenso
Mi sensual mujercita regresó esa tarde de la oficina, diciendo que ambos estábamos invitados a una fiesta en la casa de su Jefe.

Yo en realidad no me sentía nunca cómodo ni de humor para soportar ese tipo de fiestas aburridas; pero Anita estaba tratando de conseguir un ascenso en el trabajo y presentía que no podía estar ausente en esa ocasión…

Yo me reí a carcajadas y le pregunté si estaba dispuesta a cogerse al Jefe por un ascenso. Pero Ana también se rió bastante, diciendo que sería muy improbable; ya que el viejo tenía más de setenta años ya.

Claro, insistí yo; pero todavía tenía una pija…

Al día siguiente, mientras Ana preparaba la cena, me contó que había estado sentada junto a su Jefe en una reunión gerencial y que el anciano le había puesto una mano en su muslo.
Le pedí que continuara, sintiéndome excitado y caliente…

Ella dijo que el Viejo le había acariciado el muslo a través de su falda y que, cuando su mano comenzó a subir, ella dio una excusa y abandonó la habitación. Mi mujercita me miró a los ojos, buscando mi reacción.

Entonces me acerqué a ella abruptamente y de un tirón levanté su ajustada falda hasta la cintura. Mientras Ana intentaba protestar, desgarré su pequeña tanga de algodón con mis manos y la empujé contra la mesa de la cocina. La penetré desde atrás de una manera brutal; sentía que mi verga estaba a punto de estallar apenas la bombeé un par de veces.
Mi sensual mujercita aulló como loca y acabó en seguida; ella estaba mucho más caliente y excitada que yo…

Después de llenarle la concha con semen, le pregunté si realmente quería ese ascenso y si estaba dispuesta a lograrlo de la manera que fuera necesario. Ana sonrió de una forma casi diabólica y me dijo que haría todo lo que hiciera falta; pero que lo lograría…

Le dije que todo estaba bien por mi parte; pero quería saber todos los detalles de lo que le ocurriera en el futuro…

Mi calentura todavía no se había disipado; así que esa misma noche en la cama cogimos como dos verdaderos salvajes…

La mañana siguiente nos despedimos con un romántico beso, antes de que cada uno fuera a su trabajo.
Observé cómo se vestía para ir a su oficina.
Llevaba otra vez una falda corta y ajustada a su curvilíneo cuerpo y una también ajustada blusa mostrando bastante escote. Sus largas piernas se veían increíbles, estando ella sobre esos tacos aguja.

Me pasé el día dando vueltas en mi escritorio; imaginando a Anita y a su anciano Jefe entrelazados mientras se tocaban entre ellos.

Esa noche cenamos en silencio; pero yo podía presentir que Ana me estaba ocultando algo. Al llegar a casa, ella ya estaba allí y había tomado una ducha reciente. Ahora estaba vestida con un cómodo par de pijamas de algodón y sandalias de taco bajo…

Le dije que me contara todo y ella sonrió con malicia; preguntándome si realmente estaba seguro de querer saber todo. Podía adivinar que mi esposa estaba muy excitada…

Comenzó diciendo que nuevamente había asistido a una reunión general y otra vez su Jefe se había sentado junto a ella.
Ana me confesó que un rato antes se había quitado la tanga en el baño; porque sin ninguna causa se encontraba excitada y su tanga se había humedecido…

El anciano otra vez apoyó una mano sobre el muslo de Ana; pero esta vez le dijo al oído a mi esposa que no se levantara de su asiento. Al contrario, mi sensual mujercita abrió un poco más sus muslos para permitirle al hombre un mejor acceso…

Entonces él movió su mano acariciando el muslo de Ana. Esta vez continuó hasta encontrar los labios vaginales expuestos y ya humedecidos.
Miró fijamente a Ana y le susurró al oído que era una puta…
Eso excitó más todavía a mi esposa y sintió otro nuevo flujo de humedad en su concha. Los dedos del Jefe siguieron su camino y rozaron arriba y abajo toda su dulce raja; entrando suavemente y acariciando el clítoris.

El anciano empezó a meter sus dedos más a fondo en el cuerpo de Ana; su vagina estaba empapada y ella podía sentir que chorreaba casi; manchando el interior de sus muslos ahora abiertos.

Su Jefe no se detuvo; sino que empezó un frenético pero muy bien disimulado trabajo con sus dedos dentro de la hambrienta concha de mi mujercita. La hizo acabar; pero ella apenas pudo retorcerse un poco en su silla en completo silencio; ya que estaba rodeada por mucha gente…

En este punto de su relato; ya no pude contenerme más y me abalancé sobre ella. La tomé por atrás y la hice doblar sobre la mesa del comedor. La penetré brutalmente y la cogí bien duro; con mi verga enloquecida entrando y saliendo de su cuerpo.
Finalmente acabamos juntos al mismo tiempo.

Al día siguiente sucedió lo mismo. Estuve todo el tiempo inquieto en mi oficina, pensando qué le habría sucedido a Anita con su Jefe.

Esta vez me describió que el anciano la había llamado a su oficina para discutir sobre el futuro de ella en el Estudio.
Ana se sentó frente a él en su escritorio. El anciano le confirmó que ella sería promovida; pero él pensaba que mi sensual mujercita debía demostrarle un poco de agradecimiento por ello.

Entonces Ana caminó hacia el frente del escritorio y se quitó la blusa; mostrándole al viejo sus formidables tetas desnudas.
Después gateó por debajo del escritorio; desabrochó los pantalones del hombre y sacó su verga algo endurecida.

Lamió esa verga desde la punta hasta la base, mientras una de sus manos libres acariciaba su propia concha. Su Jefe acabó en la boca de ella; mientras Ana casi al mismo tiempo tuvo un buen orgasmo gracias a sus propios dedos…

Finalmente llegó el día de la fiesta en la casa del anciano Jefe.
Ana y yo entramos al salón principal y vimos que el lugar estaba colmado de gente.

Apenas ese hombre notó la presencia de Anita, se acercó a nosotros para presentarse. Después me preguntó si me importaría que él se robase a mi esposa para presentarla a algunos de sus amigos…
Rodeó con su brazo la grácil cintura de mi mujercita y la dirigió hacia un grupo de hombres de la edad de él.
Mientras la presentaba y ella saludaba, podía ver que su mano ahora acariciaba descaradamente el firme culo de mi esposa…
Me serví un trago en la barra y de repente perdí de vista a Anita y a esos hombres. Comencé a recorrer la casa buscando a mi esposa.
Subí al primer piso y recorrí un largo corridor. Casi al final pude escuchar con claridad unos gemidos ahogados y me pareció que se trataba de Ana.

Finalmente llegué al fondo; a un amplio salón de juegos.

Allí encontré a Anita; yaciendo boca arriba sobre una pesada mesa; su vestido arrebujado a la cintura y sus sensuales piernas entrelazadas alrededor del cuerpo de uno de esos ancianos.

A pesar de su edad, el hombre estaba bombeando la concha de mi esposa y yo podía ver su endurecida pija hundiéndose con furia dentro de su hambrienta vagina.

La cabeza de Ana estaba vuelta de lado y ella estaba succionando la verga de otro de esos hombres allí reunidos. Una de sus manos estaba alrededor de la endurecida pija de su Jefe.

Uno después de otro, todos esos hombres septuagenarios acabaron en la boca o la concha de mi delicada esposa…

Luego me saludaron y se fueron: Solamente el Jefe se quedó.
Me sonrió y me dijo que mi esposa había ganado su ascenso con creces; aunque él pensaba que Ana era una verdadera puta…

Agregó que ella había sido la mejor candidata para el puesto.

Antes de retirarse, se acercó a Ana; que seguía con sus piernas abiertas acostada sobre la mesa y le dijo que la vería el lunes a primera hora en su despacho.

Ella sonrió y cerró sus ojos satisfecha…

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