Verano muy caliente !!!
Sólo lo llamaré “Gringo” porque así lo llamábamos todos en nuestro barrio. Nos conocíamos desde muy chicos, incluso fuimos compañeros en algunos cursos de la escuela primaria. Luego nos separamos en la escuela pero seguimos viéndonos con frecuencia en partidos de fútbol o perdiendo el tiempo en grupo de adolescentes bajo un árbol.
Gringo terminó la primaria después que el resto de nuestro grupo. Ya casi tenía 14 años pero aparentaba 16 ó 17. Para ese entonces su figura era el centro de atención de muchas miradas. Había crecido mucho. Tenía una gran espalda, unas piernas muy fuertes y marcadas, cabello rubio oro ondulado y unos ojos azules muy profundos. Todos queríamos ser sus amigos para tener cercanía con las chicas que se le abalanzaban en cada fiesta.
Pero con Gringo teníamos una afición en común: las motos. Nos descubrimos hablando de motos en una fiesta y a partir de allí nos hicimos ya no conocidos, sino amigos y compinches.
Pasábamos tardes enteras desarmando motores y volviéndolos a armar, imaginando rendimientos con nuevos equipos y gastando nuestros escasos recursos para conseguir lo que podíamos.
Él comenzó a concurrir a un gimnasio y su cuerpo fue tomando unas formas cada vez más definidas. Obviamente no lo ignoraba, ya que le gustaba lucirlo poniéndose ropas provocativas, camperas de cuero y musculosas para pasear en su moto. Le gustaba hacerse desear.
Y una tarde de verano nos encontramos los dos muy transpirados en el piso del garaje acondicionado muestras motos para la salida de la noche.
Fue sólo girar nuestras cabezas, algo que habíamos hecho tantas veces que no debía sorprendernos ni causarnos ningún problema…pero fuimos uno hacia el otro como en un movimiento planeado…y nos besamos en la boca.
-“Negro”, -me dijo- (en el grupo me llamaban así)…qué lindo que estás….!!! Y nos seguimos besando por un buen rato.
Sentí mi verga tan dura que por poco salía fuera de mi pequeño short de jean y comprobé que la suya estaba también al tope. Sentí sus manos en mi espalda y nuestros cuerpos acercándose cada vez más.
Tiernamente abrazados en el piso del garaje nos confesamos que hacía tiempo que nos deseábamos uno al otro. Me dijo que le gustaba verme vestir jeans muy apretados y botas tejanas con el torso desnudo.
Esa tarde calurosa supimos que estábamos dispuestos a todo y decidimos hacerlo a lo grande. Nos separamos despacio y comenzamos a hacer planes.
A unos 25 kilómetros de la ciudad se encuentra uno de los lugares más paradisíacos para veranear. Los jóvenes van a acampar allí masivamente en verano. Hay música, un paisaje de ensueño y… noches de placer.
Nos preparamos como dos buenos amigos para ir de campamento veraniego. Alistamos nuestras motos y partimos con nuestros cuerpos expuestos al sol.
Elegimos un buen lugar para armar nuestro campamento, casi al final del predio, rodeado de palmeras y a unos 50 metros del lago. Armamos nuestras carpas y nos dedicamos durante el día a nadar, tomar sol y pasear por la playa alternando con otros grupos de amigos y conocidos.
A la noche nos cambiamos de ropa y cada uno con su bermuda nos fuimos a beber cerveza al bar y comer algo. Así completamos nuestra puesta en escena.
Fuimos casi los últimos en retirarnos del bar. La música casi había cesado.
Regresamos caminando por la orilla del lago hasta el sector de nuestro campamento. Era el momento.
Yo llevaba una bolsa de red en un bolsillo de mi bermuda. Entramos al agua, nos desnudamos, pusimos las bermudas en la bolsa de red, la arrojamos a la orilla y nos sumergimos en el agua tibia…y uno en el otro.
Parecía un sueño, pero lo sentía tan cerca de mí y me sentía tan cerca de él que esos deseos que nos teníamos mutuamente explotaron todos a la vez. En una especie de danza, rodeados de agua sentimos nuestras vergas libres crecer y tocarse. Sentimos nuestras manos en nuestras espaldas , nuestras bocas unidas, nuestras lenguas explorándonos, nuestros cuerpos fundidos en un abrazo fuerte, profundo, tierno y eterno.
Los dos habíamos tenido relaciones con mujeres, pero esto era nuevo para ambos. Los dos deseábamos poseer y ser poseídos por el otro. Y eso hicimos.
Nadie nos veía ni prestaba atención. Nos deseábamos tan intensamente que nos fuimos colocando cada uno la verga del otro en la puerta del culo con mucho cuidado, moviéndonos en el agua, besándonos y relajándonos hasta que al entreabrir los ojos nos dimos a entender que con un pequeño esfuerzo estaríamos uno dentro del otro. Y nos dejamos ir.
Sentí cómo su verga me hacía suyo en el mismo momento en que su ano atrapaba mi verga. La sensación era única para ambos. El deseo contenido tanto tiempo y la realidad de estar tan unidos superaba la primera punzada de la penetración. Nos hundimos en el agua convertidos en una sola cosa para disfrutar un poco más de esa sensación de ingravidez.
Nuestra primera vez nos acabamos allí, dentro del agua, sumidos en un profundo beso, acariciándonos mutuamente.
Pudimos llegar hasta la orilla y quedarnos allí desnudos por largo rato, tocándonos, mirándonos, diciéndonos cuánto nos deseábamos y lo que esperábamos hacer cada uno con el otro. Estábamos llenos de deseo y placer.
Lentamente nos calzamos cada uno la bermuda del otro y nos dirigimos al campamento.
No éramos muy afectos al tabaco, pero decidimos sentarnos un rato fuera de las carpas sobre una esterilla a fumar un cigarrillo y contemplar el cielo y el paisaje. Nos sentíamos muy bien y decidimos dormir juntos.
Esa noche nos poseímos uno al otro de cuanta manera se nos imaginó. Nuestros cuerpos parecían no tener límite para dar y recibir placer.
Cuando me desperté tenía su verga en mi mano, la mía estaba junto a su boca y el sabor de su esperma aún llenaba mi boca.
Llené su hermoso cuerpo de besos y nos fundimos una vez más.
El sol estaba muy alto cuando salimos de la carpa para ir a las duchas, desayunar y concurrir a la playa, pero eso es habitual allí.
Nuestra primera noche de amor pasó desapercibida para todos. Pero nunca más nos separamos.