Ana va de shopping

Ana va de shopping
Ana va de shopping

Esa tarde Víctor me dejó en la entrada del shopping y él continuó viaje a su oficina, con la promesa de pasar otra vez a buscarme en un par de horas.

Caminé por varios lugares y entré a varios locales, para finalmente decidirme por algo de lencería erótica para disfrutar con mi maridito.

En el local solamente había dos vendedores y ningún otro cliente.
Los probadores de ropa no tenían puertas sino cortinas y ya que solamente estaban ellos presentes, decidí dejar la cortina sin cerrar, para que ambos pudieran espiarme a gusto, ya que, por sus miradas de calentura, eso mismo era lo que más deseaban…

Esa tarde me había puesto por ropa interior una pequeñísima tanga blanca, casi transparente, que por delante me marcaba los labios vaginales de manera exagerada y por detrás quedaba bien oculta entre mis nalgas.
Me dejé puesta la remera de algodón y me quité el pantalón para probarme algo de lencería que había seleccionado de los estantes. Me deslicé la tanga hasta las rodillas y me incliné doblando la cintura, mostrándole mi culo desnudo a los dos tipos, que a esta altura, no me quitaban la vista de encima, mientras se tocaban la entrepierna…

Me probé un diminuta tanga negra casi transparente, que también dejaba a la vista mis labios vaginales. Sentí una humedad extraña entre ellos y supe que esa tarde iba a manchar toda la ropa que me probara…

Salí del probador y llamé a los dos vendedores, para que me dieran su opinión. Los dos se acercaron rápidamente, sin poder quitar sus ojos de mi rajita, que se veía ya mojada, traspasando la humedad a través de la tela.

Ambos se quedaron mirando idiotizados, hasta que uno de ellos reaccionó y balbuceando dijo: “Mejor un talle más…”

Amablemente me trajo un nuevo modelo y ambos se quedaron cerca conversando, con curiosidad por ver cómo me quedaba el otro talle.

Les di la espalda para que pudieran mirar algo más relajado y a sus anchas, mostrándoles mis apretadas nalgas casi desnudas, apenas cubiertas por esa delgada tela negra.

Noté que se callaban cuando me incliné poniendo las nalgas hacia arriba para quitarme el modelo apretado.
Mientras deslizaba el nuevo talle por mis tobillos, sentí una presencia detrás de mí. Empecé a girar la cintura, pero entonces unas manos enormes me aferraron por las caderas y me empujaron hacia el interior de la pequeña cabina.

“Parece que te gusta provocar machos, putita” Susurró su voz a mi oído…

“Por favor, qué estás haciendo, soy una mujer casada”. Intenté oponerme…

“Lo que digas, nena, ahora te vas a llevar un lindo regalito para tu esposo”

Sus manos me agarraron desde atrás y comenzaron a recorrerme; metió sus manos debajo de mi remera y amasó mis tetas libres, ya que no estaba usando corpiño. Se detuvo a acariciar mis pezones bien erectos y duros.

Sentía el bulto de su verga bien crecido y duro contra mis nalgas desnudas, restregándose, mientras me pellizcaba los pezones.

Sus manos comenzaron a recorrer mi vientre bajando hasta mi vulva; sus dedos comenzaron a rozarme el clítoris y a entrar y salir de mis húmedos labios vaginales, hasta que me provocó un orgasmo, momento en que aprovechó para bajarse la cremallera y dejar al aire su verga endurecida.

Hice un ademán de darme la vuelta para chupársela, pero no me dejó; me agarró con firmeza por la cintura, echó mi cuerpo hacia delante y me clavó lentamente su verga en mi concha bien abierta y lubricada.

Entró taladrándome, sintiendo el calor y el grosor de esa enorme pija: Me encantaba cómo se movía el tipo contra mi cuerpo, con mucha lentitud, sensualidad y de manera casi furiosa al mismo tiempo.

Comenzó a bombearme de forma profunda y lenta, ese calor y ese bombeo me produjo un nuevo orgasmo que al sentirlo, el tipo comenzó a moverse de forma más rápida y con embates largos y violentos. Así me tuvo unos minutos más, hasta que de repente me sostuvo con sus manos por mis caderas y, quedándose quieto, abrió la boca sin gritar y acabó dentro de mi.

Al sentir que su semen caliente y viscoso entraba a borbotones en mi vagina, tuve un nuevo orgasmo. Esta vez no lo pude ocultar, dejé escapar un prolongado aullido de placer, mientras el tipo se movía dando sus últimas contracciones contra mi vulva…
Cuando me sacó su verga, su compañero se acercó y me preguntó si a él lo iba a dejar así, con la pija durísima también, a punto de explotar…

Ni siquiera tuve tiempo de contestarle. Con su verga ya fuera del pantalón, cambió posiciones con su amigo y se paró delante de mí. Me puse de rodillas y me devoré esa pija prodigiosa, mamándola a gusto.

Mientras tanto, con mis dedos libres me dilaté el ano, porque me imaginé que este hombre así caliente no iba a rechazar mi oferta para que me la metiera por el culo…

Cuando me cansé de chupar esa verga me puse de pie y me incliné hacia delante nuevamente pero abriendo mis nalgas con las manos para ofrecerle la entrada trasera, que, como suponía, aceptó encantado.
Me la metió despacio y al principio dolió un poco, por la postura incómoda de pie, pero cuando la tuve un poco más adentro, ya mi ano se dilató completamente y entonces el tipo pudo comenzar a moverse y darme un buen golpeteo contra mis nalgas.

El ritmo aumentó y tuve un fuerte orgasmo vaginal mientras apretaba mi ano fuertemente, lo que le provocó al hombre acabar antes de tiempo, llenándome con su semen bien profundamente mi culo.

Apenas el hombre salió de la cabina me volví a probar la tanga negra, que esta vez me ajustaba de manera perfecta.
Justo en ese momento entró Víctor a la tienda, cansado de esperarme afuera en el estacionamiento…

“Ah, mi amor, justo compré este modelito para que lo disfrutes esta noche”
Le dije haciendo un mohín muy estilo puta.
“Hmmm, si, me encanta… cuidado que ya se está mojando la tela…”
Me contestó, sin saber que había algo más provocando esa humedad…

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