Quiero ver tu tatuaje
Al cumplir los cuarenta decidí hacerme un tatuaje en mi cadera, justo sobre ese lugar donde la espalda cambia de nombre.
Fue magnífica la sensación de esas agujas traspasando mi piel; era un dolor tan erótico, tan embriagante, que mi cuerpo tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no mostrar el placer que sentía.
Pero finalmente me entregué a la pasión de mi propia calentura y experimenté un intenso orgasmo; bien callado, aunque mi amigo el artista del tatuaje pudo notarlo y me llamó “puta calentona”…
El primero en disfrutarlo fue mi maridito, quien esa noche me aferró por las caderas y se vació en mi poderosa concha, mientras me cogía desde atrás, sin poder quitar su vista de ese nuevo erotizante dibujo tribal. Me dijo que se había sentido hipnotizado…
Unas semanas más tarde, estando Víctor fuera de la ciudad, otros amigos me invitaron a una inauguración de su muestra de pinturas en una galería de arte.
Una de sus obras mostraba justamente mi tatuaje en una inmensa fotografía ampliada. La había tomado uno de mis amigos unos días atrás y él estaba allí, anunciando que la modelo se encontraba también allí presente.
Algunos invitados me pidieron que mostrara el tatuaje en vivo; así que, haciéndome la tímida, levanté un poco mi blusa y les permití ver apenas el principio de mi espalda, donde casi nacía mi raja…
Un rato más tarde, ya aburrida de tanto charlatán opinando de arte y con varias copas de más en mi interior, salí al jardín a respirar un poco de aire fresco y nocturno…
Me senté en un banco de piedra a disfrutar del cielo estrellado y de repente alguien se sentó a mi lado. Bajé la mirada del cielo y me encontré a Jacobo, el último novio de mi amiga Camila…
Me sonrió sin darme ni siquiera un beso y, de repente, me pidió ver el tatuaje de cerca. Su tono me resultó demasiado imperativo y entonces no dudé en ponerme de pie y alzar un poco mi blusa.
Jacobo tocó mi espalda con un dedo. Sentí un tremendo escalofrío recorriendo todo mi cuerpo, pero no dije nada y ni siquiera atiné a moverme.
Después posó sus manos en mi cadera; lentamente las bajó y tocó mis nalgas, que apenas iban cubiertas por mi breve minifalda.
Mi vagina se humedeció en apenas segundos, al sentir las yemas de sus dedos recorriendo mi cola.
Jacobo en silencio, tomó mi mano y me jaló hacia él, haciendo que me sentara de espaldas sobre sus rodillas.
Me inclinó un poco hacia adelante y entonces sentí su enorme y endurecida verga pegada contra mi culo.
Mi vagina ansiosa comenzó a palpitar, mientras cada vez se humedecía peor, deseando que ese hombre tuviera la buena idea de enterrarme esa tremenda pija hasta el fondo de mi cuerpo…
Jacobo acarició mis tetas por encima de mi blusa y sus manos ágiles las sacaron abriendo los botones del escote. Sus dedos comenzaron a jugar con mis pezones y su lengua se deslizaba en mi espalda, dando suaves besos en mi tatuaje, que me llenaban de placer y me hacían suspirar…
Levanté mi cuerpo un poco para que él pudiera liberar su enorme pija. Me subió la minifalda hasta mi cintura y corrió a un lado mi diminuta tanga, aprovechando para meterme sus dedos en mi concha y hacer que me mojara todavía un poco más…
Abruptamente me ensartó en su verga y mis gemidos interrumpieron la apacibilidad de la noche.
Una vez que lo sentí llegar hasta el fondo, comencé a moverme cadenciosamente arriba y abajo, mientras él lamía mi cuello, con una mano estrujaba mis tetas y con la otra tiraba de mi cabello…
El ritmo del bombeo aumentó y de repente un incontrolable orgasmo se apoderó de mí, logrando que mis fluidos inundaran su enorme poronga tiesa.
Apenas terminé de temblar, me levanté agitada sobre mis piernas algo débiles y tomé esa imponente verga entre mis manos.
Le di un par de tirones hasta verla nuevamente bien dura y me la metí en la boca, sintiendo cómo se abría paso en mi garganta. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas.
Le chupé la pija con avidez, mientras Jacobo seguía jalando mi pelo, marcando el ritmo deseado de mis lamidas. Se la succioné casi con desesperación, saboreando cada lamida, hasta que estuvo listo para estallar.
Finalmente acabó en mi boca, dejando que toda su carga de semen tibio invadiera mi garganta hasta el fondo.
Levanté mi vista mientras me tragaba toda su leche y le sonreí. Jacobo parecía querer que su poderosa verga permaneciera un rato más en mi boca.
Finalmente ambos nos arreglamos la ropa y nos despedimos casi sin hablarnos.
Al día siguiente me llamó Camila, para preguntarme la dirección de la casa de tatuajes de mi amigo artista.
Me dijo que alguien le había comentado que, un tatuaje tribal dibujado donde empezaba la cola, era lo mejor para excitar a un hombre…