Carlos y Manuel…
Antes de empezar quiero dejar claro que no soy homosexual. Me gustan las mujeres. Me excitan las mujeres. Pero, como verán si continúan leyendo, tengo relaciones con un hombre.
La verdad es que ya no sé lo que soy. Pero no me importa. Sé quien soy. Y soy feliz.
Como dije al principio, me gustan las mujeres. Estoy casado, pero desde hace tiempo mi matrimonio no funciona en el plano sexual. Ella no me da lo que deseo, ni en cantidad ni en calidad.
Por eso empecé a buscar desahogo en otra parte. No quería serle infiel a mi mujer. Gracias a los tiempos en que vivimos, tenía a mi alcance toda la pornografía que quería. Internet es lo mejor que se ha inventado para esto.
Me sentaba en mi habitación, sólo, mirando páginas. De todo. Fotos, videos, relatos. Cualquier cosa que me excitara. Si sabes buscar encuentras todo lo deseas, y gratis. Me pasaba horas masturbándome mirando la pantalla. Hasta que encontraba algo especialmente interesante y lo miraba hasta correrme sobre la mesa del ordenador.
Lo hacía, lo hago, casi todos los días. Es mi desahogo. Es lo que tengo.
Busco de todo. Sexo anal, sexo oral, tríos, gang bangs. Pero como casi todo el mundo, pienso, hay algunas cosas especiales. Algo que es lo que más nos excita, lo que más buscamos. Nuestro fetiche. En mi caso, mi fetiche es el sexo oral. Las mamadas. Las corridas en la cara y en la boca. Me encanta ver a una linda chica arrodillada con una buena polla en la boca, chupando hasta que el tío se corre sobre su carita.
Esta práctica sexual la he realizado. Muchas veces. Al principio de mi relación con mi mujer, lo hacíamos a menudo. Follábamos a placer y casi siempre me dejaba correrme en su cara. Incluso se tragaba mi semen.
Pero poco a poco dejó de beberse mi leche. No sé por qué. Aún, de vez en cuando, me hace una rica mamada o una buena paja y permite que me corra en su carita. Pero ya no es como antes. Ya no hay deseo.
Buscando mamadas en internet siempre aparecen algunos videos de sexo gay. También los miraba. Aunque prefiero ver a una mujer haciéndolo, una buena mamada es una buena mamada y generalmente los hombres la chupan muy bien, todo hay que decirlo.
Otra cosa que también me gusta ver, y no me pregunten por qué, es ver una buena polla corriéndose. Como ya dije, si es sobre la linda cara de una chica, mejor, pero también solas. Hay muchos videos de hombres solos masturbándose hasta correrse. Imagino que esos videos los mirarán los gays, algunas mujeres y…hombres como yo.
Una noche estaba aburrido. No encontraba ningún video interesante, y buscando por la red encontré información sobre los chats de video anónimo. Entré en el que parecía el más famoso, chatroulette.com
Enseguida apareció mi imagen en una ventanita. Pensando en que podrían verme, moví la cámara para que no se viese mi cara, y empecé.
Me las prometía muy felices. Me imaginaba encontrar a muchas mujeres calientes con las que chatear y tocarnos mirándonos hasta corrernos.
Nada más lejos de la realidad. Pulsaba y pulsaba y sólo salían hombres. Mucha polla dura. Algunos salían con la cara descubierta, pero la mayoría, como yo, no las mostraba. Hacerlo sería un peligro. Sería muy desagradable que apareciese un video mío por internet.
La gran mayoría de los tíos, como yo, buscaban mujeres. Algunos buscaban hombres.
Alguna mujer sí que había, pero calculo que no llegarían al uno por ciento del total. Y la mayoría enseguida cortaban, sin ni siquiera decir hola.
Una con la que conseguí cruzar un par de palabras después de más de una hora de polla tras polla, me dijo que las mujeres cortaban enseguida a los hombres que no mostraban su cara. Ella sí que la mostraba, y era una chica bastante guapa, por cierto. Iba vestida.
Me cortó rápido. Estuve tentado de salir a cara descubierta, pero me dije que no. Que por la posibilidad de menos de un uno por ciento no valía la pena el riesgo.
Cansado, esa primera vez corté a las dos horas de no haberme ‘comido un rosco’.
Me olvidé de los chats de video por unos días. Hasta que otra noche estaba otra vez aburrido y volví a conectarme. Y quiso la casualidad que la tercera persona que apareció era una mujer. No mostraba su cara, solo sus tetas encerradas en un sujetador.
Y no cortó enseguida.
Empezamos a hablar. No quise ser directo por si se iba. La directa fue ella. Me dijo que quería verme la polla.
No es por presumir, pero tengo una buena herramienta, que en aquel momento estaba dura como una piedra. Me levanté y la puse ante la cámara, en un primer plano.
A la chica le encantó. Me dijo que se le había mojado el coño al ver mi preciosa polla. Le pedí que me lo enseñara. Y lo hizo. Tenía un coño depilado y aparecía muy mojado. Aquello me encantaba. Me pidió que me hiciera una paja. Que me corriese para ella.
Y eso hice. Mirando como ella se tocaba el coño me la pajeé de pie. Le avisé cuando estaba a punto para que no se perdiese detalle de mi corrida. Y vi maravillado como cuando mi polla empezaba a soltar su leche, su coño se contraía y le salían pequeños chorritos de flujo. Nos estábamos corriendo a la vez.
Me dijo un gracias y colgó. Me quedé maravillado por lo morboso que había sido todo. Relajado, apagué y me fui a dormir.
Me había enganchado al chat. Al día siguiente entré, esperando volver a repetir lo de la noche anterior.
Pero nada. Ni una sola mujer. Cientos de pollas duras, pero ni un lindo coñito. Casa noche me conectaba, y cada noche me iba de vacío.
Hasta que una de esas aburridas noches, ante mí apareció la imagen de un chico con una buena polla en la mano. Yo estaba muy cachondo, deseando tener una buena corrida antes de acostarme. Iba a pulsar el botón para saltar al siguiente usuario, otra polla, seguramente, pero esperé.
Entonces, el escribió. Me saludó y yo le saludé a él. Su mano subía y bajaba a lo largo de su larga y gruesa polla. La mía hacía lo mismo con mi polla. Mi imagen sólo mostraba mi pecho.
-¿Te gusta mi polla? – preguntó.
-Sí, no está mal. Es una buena polla.
Me sorprendí a mi mismo diciéndole eso a otro hombre.
-¿Me enseñas la tuya? – dijo.
Dudé unos instantes. Pero me dije, “qué coño. Ya puestos que importa”. Me levanté y le mostré mi polla, bien dura.
-Ummmm, que buena polla tienes.
-Gracias, respondía.
-Me la comería toda, hasta que se vaciara en mi boca.
Tocó mi punto débil, las mamadas. Y estaba tan caliente que me hubiese dejado chupar la polla por un hombre.
-¿Sí? Me encantaría que me chuparas la polla y correrme en tu boca.
-Sí…me encanta sentir como una buena polla como la tuya se corre en mi boca.
Empecé a masturbarme mirando su polla. Imaginando una cálida boca chupándomela.
-¿Y tú? – me preguntó – ¿Me comerías a mí la polla?
En ese momento habló mi calentura, no yo.
-Claro que te la comería. Te haría la mejor mamada de tu vida.
-Ummmmm estoy muy cachondo.
-Y yo.
-¿Nos corremos juntos?
-Vale
Mirando su polla y él mirando la mía nos seguimos pajeando un rato, hasta que lo vi empezar a temblar y de repente su polla estalló. Me quedé mirando como otro hombre se corría delante de mí. No era un video. Era en vivo, en directo. Un hombre real se estaba corriendo mirando como me pajeaba yo y esperando a que yo me corriese.
Llenó toda su barriga con una buena cantidad de semen.
-Ummm que rico. Ahora tú. Córrete para mí – dijo
Entonces hice algo que no me gusta que me hagan. Corté sin despedirme. Estaba confundido. Había tenido una relación homosexual, lo que diablos había sido aquello. Y estaba muy excitado. Seguí pajeándome hasta que me corrí, sin que nadie lo viera.
Apagué el ordenador y me fui a dormir. Me costó conciliar el sueño. Me preguntaba si me estaba volviendo homosexual. O al menos, bisexual. No podía negarme a mí mismo que me había gustado aquello. Tenía mucho morbo.
Al día siguiente no me conecté. Quizás temía volver a caer. Pero el siguiente día sí me conecté. Me prometí que no hablaría con más hombres. Sólo con las escasas mujeres.
Tan escasas que sólo vi dos que no duraron en mi pantalla más de dos segundos. Lo que si vi fueron cientos de pollas. Y me paré en una.
Como la vez anterior no dije nada. Esperé. Y como la vez anterior, él me habló.
Todo volvió a repetirse. Pero esta vez, fui yo el primero en correrse. Y no colgué. Quería ver como él se corría. Con mi polla aún dando saltitos y un hilillo se semen colgando en la punta, miré fijamente la pantalla hasta que su polla empezó a escupir. Me encantó ver como se corría.
Seguimos hablando un rato después. Me dijo que era casado. Yo le dije que también. Y me dijo algo que me sorprendió. Me dijo que no era marica. Le pregunté entonces que porqué se había hecho una paja conmigo, y me contestó que porque estaba caliente, que no encontraba ninguna mujer dispuesta y que a aquellas horas ya le daba lo mismo ocho que ochenta.
La verdad es que yo me sentía exactamente como él.
Y así empezó mi relación con hombres en el chat. Seguía buscando mujeres, y alguna vez sonó la flauta, pero lo que básicamente encontraba eran hombres. Y ya no esperaba a que fueran ellos los que empezaran. Si aparecía una buena polla en la pantalla, saludaba. La mayoría cortaban al instante, pero algunos contestaban y empezábamos a hablar.
Y con muchos seguíamos. Nos pajeábamos hasta corrernos. Nos decíamos cosas para irnos calentando. Si eran gays o bisex, les seguía la corriente. Sólo se trataba de sexo rápido, una buena paja para desahogarme.
Nunca hablo con hombres que muestran su cara. No quiero ver sus caras. Sólo sus pollas. Es como si así me olvidara de que estoy haciéndolo con un hombre. Me siento… no sé. Menos…gay.
La mayoría de los hombres con los que llego a hablar me dicen que son homosexuales. Bastantes también son bisexuales. Pero, sorprendentemente, muchos se confiesan héteros, pero que están tan calientes que se atreven a hacerlo con otro hombre. Me identifico con ellos.
Los hay jóvenes, maduros, de edad media. Los homosexuales verdaderos son más, digamos, directos. Muchos muestran sus culitos a la cámara y me piden que les meta mi enorme polla hasta el fondo. Y yo, hago mi papel de macho y le digo que sí, que se las voy a clavar hasta el fondo, hasta llenarles el culo de leche.
Alguno ha acercado su boca a la cámara y se ha quedado, así, con la boca abierta, hasta que me he corrido. Alguno incluso se ha clavado una inmensa polla de plástico en el culo mientras se pajeaba furiosamente.
Un día descubrí un chat de video en español. Hasta ese momento todo era en inglés, que aunque domino, más o menos, no era lo mismo. En mi lengua materna todo era más directo, más fácil, más variado. En el fondo igual, muchas, muchas pollas y casi ningún coño, y las mismas pautas, pero en español.
Dejé de visitar el otro y me quedé sólo con el último.
Muchas veces, al comienzo de las conversaciones nos preguntábamos de dónde éramos. Yo soy de Madrid y los demás eran de todas partes. Estados Unidos, Australia, Francia, Italia. En fin. Del mundo.
En el chat español la mayoría eran de España.
Ahí conocí a Manuel. Yo generalmente nunca enseño mi polla directamente. Hay mucho menor conectado y no me gusta hacerlo así. Prefiero ir despacio y si la otra persona quiere, entonces me muestro en todo mi esplendor.
Una noche, como siempre, cero mujeres y muchos hombres. Me paré en uno que mostraba en su mano una buena polla dura. Se hacía una lente paja. Yo estaba haciendo lo mismo, claro, pero fuera de plano.
Me quedé unos segundos mirando. Sabía por experiencia que si al otro no le interesaba hablar conmigo, cerraría.
No lo hizo. Siguió masturbándose. Así que me decidí.
-Hola – dije.
-Hola – contestó.
-¿Qué tal?
-Bien. Ya ves. Caliente como un mono.
-Jajaja. Ya lo veo. Tienes una buena polla.
-Gracias. ¿Eres gay?
-Pues…no
-Ni yo. Pero no he conseguido pillar a una sola tía en días, y necesito descargar.
-jajaja. Igual que yo.
-¿La tienes dura?
-Sí, como una piedra – le dije.
-¿Me la enseñas?
-¿No decías que no eras gay?
-No. Pero tú estás viendo la mía y yo la tuya no.
-Tienes razón. No es justo.
Me levanté y le mostré mi polla.
-Wow, tú también tienes una buena tranca.
-Sí, no está mal, ¿eh?
-Nada mal. Oye… ¿Nos hacemos una paja?
-En eso estamos, ¿no?
-Sí. Me refiero hasta corrernos. Estoy llenito y con ganas de correrme.
-Yo también voy cargado. ¿Te gusta ver una polla correrse, verdad?
-Joder, sí. Pero no se lo digas a nadie, ¿eh?
-Jajaja, descuida. A mí también me gusta.
-Pues prepárate, porque yo estoy a punto.
-Ummm, eso es. Dame toda tu lechita. Córrete para mí.
Aceleró su mano y a los pocos segundos su polla estalló. Soltó varios chorros potentes, espesos, que cayeron sobre su barriga. Fue una buena corrida, que me excitó más de lo que ya estaba.
Temí, que cómo pasa muchas veces, cortara en ese momento. Muchos tíos desde que se corren cortan la conexión. Pero no lo hizo. Se quedó, con la respiración agitada. Me dijo.
-Venga, ahora córrete tú. Dame tu leche ahora a mí.
Eso hice. Continué con mi paja hasta que me corrí, entre espasmos de placer.
Ese era otro momento delicado. Casi siempre era cuando yo cortaba. Ya estaba todo hecho. Ya me había desahogado. Ya no me interesaba el otro. Pero esa vez no corté. Ni él.
-Han sido dos buenas corridas, ¿Eh? – me dijo.
-Sí. Me he quedado muy a gusto. Oye. ¿Cómo te llamas?
-Manuel. ¿Y Tú?
-Carlos.
-Encantado, Carlos.
-Encantado, Manuel. ¿De dónde eres?
-España. ¿Tú?
-También. De Madrid.
-No me jodas. Yo también soy de Madrid.
-Qué casualidad.
-Pues sí. Oye Carlos. Te parecerá raro. Pero… ¿Me das tu email?
-¿Para?
-No sé. Si colgamos ahora ya no nos veremos más. Me has caído simpático.
-A ti lo que te ha gustado es mi polla, bribón.
-Jajaja. Puede. Venga. ¿Me lo das?
Tenía un mail secreto, que nadie conocía. Se lo di.
A los pocos segundos recibí un correo. Me pedía que lo contestara y así lo hice.
-Ah, perfecto. Bueno, Carlos, lo dicho. Ha sido un placer conocerte.
-Igualmente. Chao.
Me fui a dormir. Al día siguiente me había olvidado de todo. Seguí con mis visitas a la página y dos días después tuve suerte. Contacté con una chica. Bueno, ya tenía sus añitos. Me enseñó todo su cuerpo. Estaba rellenita, pero muy apetecible. En cuanto me corrí para ella, cortó.
Y así seguí unos días, teniendo relaciones con hombres del chat.
Unas noches después, la cosa estaba bastante floja. Ninguna mujer, y los hombres todos homófobos. Recibí un mail. Era de Manuel.
“Hola Carlos. ¿Estás en el chat? Yo sí, pero está muy aburrido”.
Le contesté que sí. Pero era muy difícil que volviésemos a coincidir. Me respondió.
“¿Tienes skype? Nos podríamos ver allí.”
Y me daba su nick de skype. No le contesté. Arranqué mi skype y le hice una llamada de video. La aceptó y su polla apareció en mi pantalla.
No había dicho que siempre, en mis contactos, usaba el teclado y no el micro. No podía usarlo, porque mi mujer podría oírme. Le escribí.
-Vaya. Parece que alguien va caliente.
-Jajaja. Sí. ¿Tú no? – contestó.
Me levanté y le mostré mi polla, dura.
-Ya veo que sí – dijo
Me senté y puse la cámara de tal manera que Carlos pudiese ver bien mi polla y me seguí pajeando, mirando como él hacía lo propio.
-Cuando te vayas a correr, te la sueltas. Quiero ver como tu polla se mueve sola al correrse. – le dije.
-Ummmm, vale. Haz tú lo mismo.
Y eso hicimos. No las pelamos mirando el uno la polla del otro. El primero en llegar al orgasmo fui yo. No hizo falta que le avisase. Cuando vio como soltaba mi polla lo supo. Tuve una buena corrida. Y no dejé de mirar su polla. A su lado, en pequeñito, mi polla se corría.
-Wow Carlos. Vaya corrida. Ahora yo.
Vi como aceleraba su mano. Casi no se veía nada de lo rápido que lo hacía. Hasta que soltó su polla. Me quedé fascinado mirándola. Tuvo un espasmo. Luego otro. Y al tercero, un enorme chorro de leche salió disparado. Vi como las músculos se su abdomen se contrarían. Otro espasmo y un nuevo chorro, blanco, espeso, que cayó sobre su barriga. Más espasmos y más choros. Fueron como cinco buenos disparos. Su polla siguió dando unos saltitos más, pero ya sin leche.
Me quedé mirando su polla. Su abundante corrida sobre su estómago.
-Uf, Manolo. La tuya sí que ha sido una buena corrida.
-Estaba muy caliente, Carlos.
Nos quedamos unos segundos mirándonos.
-Oye, Carlos. ¿Qué es lo que más te gusta hacer, o que te hagan?
-Pues… las mamadas.
-Uf, como a mí. Me encanta que me coman la polla lentamente.
-Y a mí. Y correrme en una linda carita.
-Wow. Eso es lo más. Lástima que sea tan difícil que una chica se deje.
-Mi mujer se deja, jeje.
-¿Eres casado?
-Sí.
-Joder. ¿Y por qué no vas a que te haga una mamada en vez de pajearte con desconocidos?
-Bueno, ella ya no es como antes. Lo hace sólo de vez en cuando. Y yo necesito más. ¿Tú estás casado?
-No. Soy libre como el viento. Y ahora más. Lo dejé con mi chica hace unos meses.
-¿Ella te la chupaba?
-Claro. Era una mamona de primera, la verdad. Pero no le gustaba que me corriese sobre ella. En su cara o en su boca, me refiero. Me hacía correr en sus tetas, en su barriga, en el suelo.
-Bueno, algo es algo, ¿No?
-Sí. jajaja. Tú tienes más suerte que yo con tu mujer.
-Bueno, sí. Cada vez menos, como te dije. Pero si te digo la verdad, nunca fue como a mí me hubiese gustado.
-¿Qué quieres decir? – preguntó.
-Pues, no sé. Ella lo hacía bien, pero… faltaba algo. Deseo. Siempre noto que lo hace por mí, pero que en el fondo no disfruta. Veo esos videos en internet en donde las chicas reciben contentas las corridas de las pollas. Ya sé que la mayoría son actrices, que cobran por eso. Pero también hay chicas que se ve que no son profesionales. Y se ve que disfrutan chupando la polla. Que disfrutan con la corrida en la cara.
-Sí, te entiendo. Yo sólo me he corrido en la cara de un par de chicas, y las dos eran prostitutas. Simplemente se quedaron quietas mientras yo me pajeaba sobre sus caras, y luego salieron corriendo a limpiarse.
-Parece que ninguno hemos tenido suerte en esto, ¿Eh?
-jajaja. Ninguna. Pero no pierdo la esperanza.
-Yo sí. Soy casado y no quiero, ya sabes, tener ningún lío. Y como dices, las prostitutas lo hacen mecánicamente, sin pasión.
-Así que sólo te queda seguir mirando videos por internet.
-Sí.
-Jajaja. Cómo dijiste antes, algo es algo.
-Jajaja.
Vi como su polla seguía dura. Y como había comenzado a pajearse otra vez.
-¿Sigues caliente?
-Mucho. Hablar de mamadas y corridas en la cara me ha puesto caliente.
-¿Qué edad tienes, Manuel?
-25. ¿Tú?
-35.
-¿Te podrás correr otra vez tan seguido?
-Creo que sí. Tú también la tienes dura. Hazte otra paja conmigo. Me gusta ver como te la pajeas.
-No creo que pueda correrme tan rápido otra vez.
-No importa.
Comencé una segunda paja. Aún teníamos las corridas anteriores sobre nuestra piel.
-Carlos… creo que me estoy amariconando, tío. Me encanta mirarte la polla.
-Jajaja. Y a mí la tuya. Pero no creo que nos estemos amariconando.
-¿No?
-No. Son sólo… pajas.
-Ummm, pues me encantan.
En menos de cinco minutos su polla volvió a estallar. Esta vez no la soltó. Siguió dándole golpes con la mano, acompañando cada chorro. Su leche se sumó a la que ya tenía encima.
-Ummm ahora sí que me he quedado relajadito. ¿Y tú? ¿Te correrás otra vez?
-Uf, no creo. Estoy cachondo, y podría correrme. Pero tardaría un rato. Y ya es tarde.
-Sí. Es verdad. Bueno, Carlitos. Ha sido un placer hablar contigo esta noche.
-Y para mi también, Manolito.
-Jajaja. Bueno. Hasta luego.
-Chao.
Me fui a la cama. Mi mujer ya dormía. Me acosté boca arriba y me quedé un rato pensando en lo que me estaba pasando. Era la primera vez que repetía con un hombre. Y me había gustado, la verdad. Compartía mucho con Manuel. Gustos similares. Los dos sabíamos a lo que íbamos. Eran sólo… pajas. Compartidas, pero pajas, al fin y al cabo.
Al día siguiente deje empecé a navegar por el chat. Contacte con varios hombres, pero cortaban enseguida. Casi mecánicamente, encendí el skype y lo dejé minimizado.
Como a la media hora, recibí una llamada de Manuel. La acepté. En la pantalla apareció su pecho. Tenía pantalones puestos y no tenía, como las otras dos veces, la polla fuera.
-Hola Carlos. ¿Qué tal?
-Muy bien. ¿Y tú?
-Bien. Buscando, como siempre.
-¿Chicas?
-Jajaja. Sí. Pero nada. Sólo hay rabos.
-Pues yo tengo uno.
-Lo sé. ¿No te lo sacas?
-¿Quieres que me saque la polla, Carlos?
-Sí. Ahora dime que no me has llamado para que te viera la polla, y verme la mía.
-Jeje, me has pillado.
-Venga, sácate esa linda polla tuya.
¿Es linda mi polla?
-Jajaja. Bueno, todo lo linda que puede ser una cosa larga y llena de venas.
-Jajaja.
Se levantó y se empezó a quitar el cinturón.
-Espera – le dije. – No te quites el cinturón. Sólo bájate la bragueta y sácate la polla y los huevos.
-Vale.
Hizo como le pedí. Su gran polla quedó expuesta, terminado en dos buenos huevos.
-Ponte de perfil.
Manuel tenía sin duda una buena polla. Me encantaba ver mamadas así. Me refiero a con la polla y los huevos asomando por la bragueta, con los pantalones puestos. La chica arrodillada, generalmente vestida. Solían ser mamadas lentas y sensuales.
-¿Sabes Manuel? Me encantaría que ahora apareciese una guapa chica que se arrodillase delante de ti y te hiciese una buena mamada. Y ver como te corres en toda su carita.
-Ummmm- dijo, empezando a hacerse una paja – Y a mí, tío. Sería fantástico. Ponte igual.
Lo hice. Me la saqué, me levanté y me puse de perfil. Las dos imágenes era muy parecidas. Pero la que yo miraba era la de su polla.
-Agggg, Carlos. Que gusto. Sólo de imaginármelo me pongo como una moto. ¿Por qué no llamas a tu mujer y le pides que te la c***? Me encantaría verlo.
-¿Estás loco? Me la cortaría.
-Jajaja
Seguimos con la paja compartida. Miraba su polla. Y entonces, un pensamiento cruzó mi mente. ¿Qué sentiría arrodillado delante de esa polla, chupándosela? Fue un pensamiento que lejos de desagradarme, me excitó aún más. Me gustaban tanto las mamadas que me pregunté qué sentiría haciendo una. Haciéndole una a Manuel.
Pero no le dije nada. Era sólo un pensamiento, una idea. Algo que nunca pasaría. Pero entonces, el dijo algo que me sorprendió.
-Ummm, Carlos. Estoy tan caliente que me dejaría chupar la polla por un hombre.
-¿Lo dices en serio?
-Joder, ya lo creo. Una mamada es una mamada. He visto algunos videos gay y algunos la chupan de puta madre.
-Sí. Yo también he visto algunos.
-Pues eso. Si en estos momentos fuese un hombre el que arrodillado me estuviese chupando la polla, lo disfrutaría igual que si fuese una mujer. Y me correría con placer sobre su cara, en su boca.
Me imaginé a mi mismo recibiendo su cálida corrida. Mi orgasmo se desató.
-Agggg, Manuel. Estoy a punto de correrme.
-Y yo Carlos.
Fue una corrida compartida. Casi al mismo tiempo nuestras pollas estallaron. Dos corridas copiosas, intensas. Los suelos de nuestras dos habitaciones quedaron con unos buenos regueros de semen.
Después nos sentamos. Las cámaras siguieron enfocando las pollas que asomaban por las braguetas.
-Ha sido un buen pajote ¿No, Carlos?
-Uf, sí. Oye, Manuel. Si te digo una cosa que suena un poco rara… ¿Te ofenderás?
-No creo. Dime.
-Te sonará raro. Pero… me corrí imaginando que era yo el que te chupaba la polla. Que te corrías en mi cara.
-Jajajaja.
-Joder no te rías. Ya sé que es una mariconada. Pero qué quieres. La idea cruzó por mi cabeza y no me la pude quitar.
-No me río por eso.
-¿De qué te ríes entonces?
-De que yo imaginé lo mismo. Que te hacía una mamada y que me llenabas la carita de leche.
-Manuel…Está claro. Somos dos peazo maricas.
-Jajajaja. No hombre. Además. Si lo fuésemos… ¿Qué?
-Tienes razón. A mí me siguen poniendo las titis.
-Y a mí.
-Y mi polla.
-Jajajaja. Y a ti la mía.
Reímos un rato los dos. Éramos dos hombres con las mismas fantasías, y las compartíamos.
Entonces hizo algo que me dejó sorprendido. Movió la cámara hasta que su cara apareció en la pantalla.
-Hola Carlos.
Era un chico que aparentaba la edad que tenía. Ni guapo ni feo. Normal. No dije nada. Me quedé quieto, mirándole. Mi regla era la de nunca hablar con hombres que mostraran su cara. Pero con él era distinto. Habíamos compartido mucho.
Y me sorprendí a mi mismo cuando moví la cámara y me enfoqué la cara.
-Hola Manuel.
-Vaya. Estás muy bueno. Jajajajaja… Es bromaaaaaaaaaaaaa.
-Jajajaja
Yo también soy un tipo normal. Aunque mi mujer me decía, sobre todo al principio, que era guapísimo. Sería el amor, que todo lo ciega.
-Vaya dos, ¿No? – dijo
-Sí. Vaya dos.
-Me gusta hablar contigo, Carlos. Y me gusta correrme contigo. Signifique lo que signifique.
-Y a mí.
Nos sonreímos.
-Bueno, te dejo, que es tarde – le dije.
-¿Nos vemos mañana?
Di un respingo. Pensé que se refería a vernos en persona. Luego comprendí que se refería a vernos por skype.
-Vale. A la misma hora.
-Ok. Chao.
Colgó. Habíamos concertado una cita. Una cybercita. ¿A dónde me estaba llevando todo aquello? Lo único que sabía era que fuese a donde fuese, me gustaba. Me excitaba.
Nos empezamos a ver a diario. Yo ya casi no iba al chat. Iba directamente a skype. Y ya no ocultábamos nuestras caras. Nos masturbábamos mirándonos. Me di cuenta de que me gustaba su cara cuando se corría. Su expresión de placer.
Una noche, después de habernos corrido cada uno sobre su barriga, Carlos me preguntó.
-Oye, Carlos. Has… probado el semen.
-Coño. No. ¿Tú?
-Sí.
-Joder. ¿A quién se la mamaste, bribón?
-A nadie, hombre. Probé el mío.
-Qué asco, tío.
-Jajaja. ¿Nunca los has querido hacer?
Recordé todas esas veces que miraba mi mano llena de semen después de haberme corrido. Recordé las veces que pensé acercarla a mi boca. Probar a que sabía mi leche. Lo máximo que llegué a hacer fue acercar la mano y olerlo. Nunca me atreví a hacerlo. Mientras me hacía la paja me decía que sí, que lo haría. Pero después de correrme el deseo desaparecía.
-Bueno, la verdad es que sí. Alguna vez he querido hacerlo.
Le estaba contando a Manuel cosas muy íntimas. Cosas que no se las había contado nunca a nadie.
-Hazlo ahora.
-¿Queeeeeeeee?
-Que cojas un poco de tu leche y la pruebes.
-Joder, no.
-¿Por qué no?
-Pues…porque no.
Miré, asombrado, como él recogía con sus dedos una buena cantidad de su propia leche y se la llevaba a la boca. Me mostró claramente como se lo metía dentro. Casi pude oírlo relamerse. Mi polla dio un brinquito.
-Ummm, que rica, Carlos. Venga. Hazlo.
Miré mi barriga. Había tenido una buena corrida. Qué coño, me dije. Ahora o nunca. Acerqué mi mano, recogí lo que pude y me llevé los dedos a la boca. Los chupé. Saboreé mi semen. Y me lo tragué.
-Puaj, que asco – dije – Es asqueroso. Salado y amargo.
-Jajajaja. Sí. Es bastante asquerosito, sí.
-Ahora entiendo porqué mi mujer dejó de tragárselo.
-Una chica con la que hablé una vez me dijo que a ella le encantaba tragarse el semen de sus amantes. Me dijo que no era por el sabor en sí, que solía ser como dices, salado y amargo. Me dijo que le gustaba por lo que significaba. Por como ellos la miraban cuando lo hacía. Por como la besaban con pasión después. Debe de algo más psicológico que físico.
-Será. Bueno, la cerveza la primera vez que la pruebas es asquerosa, amarga. Pero con el tiempo te acostumbras y al final es algo riquísimo.
-Jajajaja. Será. Habrá que tragar mucha leche para cogerle el gusto.
Los dos reímos con ganas en la pantalla.
Nuestros encuentros cada vez eran más intensos. Empezamos a decirnos cosas. Empezamos a decirnos como nos gustaría chuparnos las pollas. Él se hacía una paja mientras yo le describía como le mamana la polla. Le pedía su leche. Le pedía que se corriese en mi cara. Y yo miraba como él se pajeaba furiosamente hasta correrse.
Después, cambiábamos los papeles. Yo leía y me masturbaba mientras él escribía.
Todo aquello me encantaba.
Pasó lo que tenía que pasar. Empecé a sentir deseos. Deseos de hacer realidad todo aquello. Deseaba chuparle la polla. De conocer la sensación que produce tener la boca llena con una dura polla. Y que él me la chupase a mí.
Durante varios días intenté decírselo. Los dos vivíamos en la misma ciudad. Los dos teníamos los mismos deseos. Nos gustaban las mismas cosas. Pero no me atrevía. Esperaba a correrme, pero entonces el deseo disminuía y aumentaba el miedo.
Hasta que conseguí el valor suficiente. No me había corrido aún. Estaba muy caliente. Manuel se acababa de correr abundantemente y ahora esperaba a que yo me vaciase.
-Manuel. ¿Te gustaría que nos viésemos en persona?
-Joder, sí. Llevo días queriendo decírtelo. Pero no me atrevía.
-Y yo. Uf… Lo deseo. Deseo…chuparte la polla.
A pesar de acabar de correrse, se agarró la polla y se masturbó otra vez.
-Ummmm Carlos. Y yo deseo chuparte la tuya.
-¿Hasta que me corra?
-Sí. Hasta que te corras en mi cara.
Me corrí. A borbotones, gimiendo con fuerza aunque él no me oyera. Pero me veía. Veía mi cara de placer y mi polla escupiendo su leche. Recién acababa yo de correrme cuando su polla volvió a estallar. Se había corrido dos veces en pocos minutos.
-Joder. Parece que estabas muy caliente. Manuel.
-Uf, mucho.
-¿Estás seguro de esto?
-No. Pero… lo deseo.
-Y yo. ¿Cuándo podríamos hacerlo?
-Mañana me va bien.
No esperaba algo tan precipitado. Pero si no lo hacíamos rápido, quizás nos arrepintiésemos.
-Uf, mañana. Está bien. ¿Dónde?
-En mi casa. Estaremos solos.
-Dame la dirección. Y un teléfono.
La primera vez que oí su voz fue a la mañana siguiente, cuando lo llamé al teléfono que me dio desde el portal de su casa.
-Hola. Soy Carlos.
-Hola. ¿Dónde estás?
-Si apunté le dirección bien, en la puerta de tu casa.
-Joder…
-¿Quiere que…me vaya?
-No, sube.
Sonó el sonido de la puerta. Empujé y entré. Estaba muy nervioso. Todo mi cuerpo temblaba. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Me había vuelto loco? Llegué al ascensor y entré. Pulsé su piso.
Fueron sólo cuatro pisos, pero se me hicieron eternos. Cuando salí, busqué con la mirada su puerta. Era la del medio. Me acerqué, tomé aire y toqué al timbre.
La puerta se abrió. Y allí estaba él.
-Hola Carlos. Pasa.
Entré y él cerró la puerta tras de mí. Nos quedamos mirándonos. A él también se le veía nervioso, cortado, como yo.
-Ven. Vayamos al salón.
Lo seguí y nos sentamos en su sofá. Cada uno en un estreno.
-Joder. Estoy hecho un flan.
-Y yo.
-¿Quieres tomar algo?
-Agua por favor. Estoy seco.
Se levantó y volvió al poco con un vaso de agua. Cuando me lo dio, nuestros dedos se tocaron por primera vez. Se volvió a sentar al otro extremo del sofá.
Bebí toda el agua. La necesitaba. Miré el vaso. Lo giré. No sabía que decir. Él tampoco.
Pasaron unos segundo angustiosos. Los dos callados. Casi sin mirarnos.
-Parecemos dos tontos – dijo, al fin.
-Sí.
Le miré. bajé mi mirada hacia su polla. La tenía dura, formando un evidente bulto. El miró la mía. También estaba dura.
Otros segundos de silencio. Volvió romperlo.
-¿Nos las sacamos?
-Sí – contesté.
Se bajó la cremallera. Yo me bajé la mía. Metimos nuestras manos y nos sacamos las pollas. Cada uno se quedó mirando la polla del otro
-La tienes bien dura, Carlos.
-Sí. Y tú, Manuel.
Se la agarró y se empezó a hacer una paja. Yo lo imité. Era como cuando lo hacíamos por skype, pero en vivo y no a través de una cámara.
Se la soltó.
-No hemos quedado en vernos para esto – dijo.
Se acercó a mí, quedando a mi lado, casi rozándose conmigo. Me solté la polla y él, alargando su mano, me la agarró.
Era la primera vez que otro hombre me tocaba la polla. La apretó, movió la mano
-Umm, que dura la tienes. Está caliente. Y suave.
-¿Cómo la tuya, no?
-Imagino. Pero la sensación es muy distinta a cuando me toco la mía.
Yo llevé mi mano a su polla. La agarré. Manuel tenía razón. La sensación de tener la polla de otro en la mano es muy distinta a tener la propia. Me pareció más dura que la mía. Más suave que la mía. Más caliente que la mía. Empecé a pajearlo con suavidad.
-Ummm, que rico. Me encanta.
-¿Te gusta que te toque la polla?
-Sí – contesté.
-Y a mí que me la toques.
Nos miramos a los ojos mientras nos hacíamos una paja el uno al otro. Pero yo no deseaba una paja. Deseaba que me la chupase. Y deseaba chupársela.
-Manuel. Estoy muy caliente. ¿Quieres….que te chupe la polla?
-Joder Carlos. Sí, claro que sí.
-Te voy a hacer una mamada como me gustaría a mí que me hicieran. La mamada que siempre he soñado con recibir.
Su polla palpitó en mi mano. Me levanté y me arrodillé en el suelo. Le dije que se levantara y se que se pusiese frente a mí. Miré como lo hacía. Como su dura polla quedaba justo de mi cara.
Él, desde arriba, me miraba. En su rostro se reflejaba el placer anticipado.
Le miré a los ojos. Bajé la mirada hacia su polla. Y volví a mirarle a los ojos. Y sin apartar la mirada, acerqué mi cara a su polla. Todo mi cuerpo se estremeció cuando su polla rozó mi piel. Sin dejar de mirarle, moviendo la cabeza, me pasé su polla por toda la cara.
La sensación era maravillosa. Y su mirada me animaba a seguir, así que le abrí el cinturón y le bajé los pantalones y los calzoncillos. Quería acceso total a su polla. Y a sus huevos. Siempre sin usar las manos, acerqué mi boca a uno de ellos y lo lamí, lo chupé. Su polla quedó apoyada sobre mi cara. Sentí su peso.
Me estremecí otra vez.
Le chupé el otro huevo. Manuel empezó a gemir.
-Ummmm Carlos…que rico. Sigue.
Saque mi lengua y recorrí su polla desde la base hasta la punta. Allí la pasé toda alrededor del capullo. Tenía cierto sabor salado. Mis manos estaba apoyadas en sus muslos.
Le di besitos tiernos en la punta. Sus ojos se entrecerraban de placer. Y entonces, el gran momento. Abrí la boca y empecé a meterme su polla.
Jamás olvidaré esa sensación. La de sentir como una dura polla se va metiendo poco a poco en tu boca, llenándola. Era gruesa, y en seguida me noté lleno. Sólo pude meterme su polla hasta la mitad.
Me quedé así, quieto. Mirándole. Moví mi lengua.
-Agggggg Carlos…Eso es…. sigue…No pares…
Llevé mis manos a su culo, para poder atraerlo hacia mí. Entonces comencé a chupar. A mamar. Moviendo lentamente mi boca hacia adelante y hacia atrás, sintiendo como su polla entraba y salía de mi boca. Cuando me quedaba quieto, era él el que se movía, el que me follaba la boca con su polla.
De vez en cuando me la sacaba y me la pasaba por la cara. Entonces le hablaba.
-Ummm Manuel. Cómo me gusta tu polla. Me vuelve loquito mamártela. ¿Me darás tu leche, verdad? ¿Te correrás en mi carita? Lo deseo tanto…
-Agggg claro…que me…correré en tu cara….Qué placer….Me estás haciendo la mejor mamada de mi vida.
-Ya te lo dije
Deseaba que acabara, pero al mismo tiempo, que siguiese para siempre. Mi propia polla palpitaba entre mis piernas. Deseaba tocarme, pero sabía que si lo hacía me correría sin remedio.
Aceleré ligeramente el ritmo. Miradas. Besos, lamidas, profundas chupadas. Mis manos en sus muslos fueron las primeras que lo notaron. Sus músculos empezaban a tensarse. Manuel estaba a punto de correrse.
-¿Te vas a correr?
-Aggggggggg siiiiiiiiiiiiii
-Ummmmm ¿Me vas a dar tu lechita? – le pregunté antes de meterme de nuevo su polla en la boca
No dijo nada. Me miró con los ojos entrecerrados, los dientes apretados. Sentí como su polla tenía un fuerte espasmo y un espeso chorro de semen se estrelló contra mi paladar. Rápidamente me saqué la polla de la boca y la apoyé contra mi mejilla derecha. Otro inmenso chorro de leche me golpeó. Cerré los ojos y durante los siguientes segundos moví mi cara alrededor de su polla, para que cada chorro me diera en un sitio diferente.
A pesar de no verlo por tener los ojos cerrados, sabía que él me estaría mirando. Que estaría mirando como su polla iba dejando su blanco rastro por toda mi cara.
Dejó de correrse. Sólo se oía su respiración, agitada. Mi cara ardía. Sentí toda su caliente leche.
Abrí los ojos, lentamente. El me miraba, maravillado. No salí corriendo a lavarme. Me quedé allí, arrodillado a sus pies. Disfrutando de su placer. De mi placer.
De su polla colgaba un hilito de semen. Abrí la boca, se lo lamí.
Estuvimos así más de dos minutos. Sin hacer nada. Sólo mirándonos. Noté como un goterón de su leche caía sobre mi camisa.
-¿Te ha gustado? – Le pregunté.
-Carlos, ha sido la mejor mamada de mi vida. Jamás había sentido tanto placer. ¿Seguro que nunca habías chupado una polla?
-Seguro. Es mi primera vez.
-Uf, pues cuando tengas más práctica vas a ser un comepollas de primera.
-Jajajaja.
-Bueno. Ahora es mi turno. ¿Quieres que te haga una mamada?
-Joder, sí.
-¿Cómo la quieres?
-Como la que yo te hice a ti.
Me ayudó a levantarme. Quedamos frente a frente. Mi cara llena de semen. Mi polla dando saltitos asomada a mi bragueta.
Lentamente se arrodilló a mis pies, mirándome a los ojos, cómo hice yo.
El placer que me dio su boca no lo puedo describir con palabras. Me hizo exactamente la mamada que yo tantos años deseaba recibir. Lenta, sensual, sin tocarme con sus manos. Sólo con sus labios, con su lengua. Con su cara.
Y cuando me corrí, sonreía. Le llenaba la cara de leche y sonría. No recordaba tanto placer.
Cuando acabé de correrme, me cogió la polla con una mano y la apretó desde la base hasta la punta. Una gota de leche se formó en la punta. Sacó la lengua y la lamió.
-Ummmmm que rica leche, Carlos.
-¿Está rica?
-Jajaja. No.
-Jajaja.
Nos sentamos. Cada una con la cara cubierta de la corrida del otro.
-Me ha encantado chuparte la polla, Carlos.
-Uf, y a mi chupártela a ti.
Estábamos muy juntos. Casi pegados. Nos mirábamos. En ese momento sentí la necesidad de besarlo. Joder. Sentí la necesidad de besar a otro hombre. Pero… ¿Qué más daba? Si le acababa de hacer una mamada. Se acababa de correr en m cara. Y yo en la suya.
Acerqué mi boca a la suya. Pero sólo recorrí la mitad del camino. Me quedé mirándole, diciéndole con la mirada que hiciese él la otra mitad.
Para mi alegría, lentamente, lo hizo. Hasta que nuestras bocas se tocaron. Y empezamos a besarnos. Intensamente. Buscando nuestras lenguas, entrelazándolas. Gemíamos el uno en la boca del otro. Y saboreamos nuestros jugos, mezclados.
Sentí su mano en mi polla. Yo llevé la mía a la suya. Y besándonos como dos amantes, nos pajeamos el uno al otro.
-Me gusta besarte, Manuel.
-Y a mí a ti… No pares
Nos besamos largo rato, sin dejar de tocarnos las pollas. No me importaba lo que el resto del mundo pensara de nosotros. Sólo pensaba en el inmenso placer que él me daba. Lo bien me que sentía a su lado.
-Estoy que ardo otra vez, Carlos. ¿Me la chupas otra vez?
-Ummm, ¿Quieres otra mamada?
-Sí.
-¿Cómo la quieres?
-Así, sentado en el sofá. Tú de rodillas entre mis piernas.
Hice lo que me pidió. Me arrodillé entre sus abiertas piernas, acerqué mi boca hasta su polla y empecé mi segunda mamada. Esta vez me ayudé de las manos. Me metí una a una sus pelotas en la boca. Recorrí el tronco de su polla con mi lengua. Me la metí hasta donde pude y chupé, con fuerza.
Lo que más me gustaba era como me miraba. Su cara de placer. Y también la sensación de tener la boca llena de polla. Llevó sus manos a mi cabeza e impuso el ritmo que deseaba.
-Agggg, que boquita tienes. Eres una mamona de primera.
Sonreí, sin dejar de mamar. Me gustó que me dijera mamona. Así me sentía. Como una mamona. Excitado. Muy excitado.
-Ummmm, Calos…Esta vez…me correré….en tu boca.
Asentí con la cabeza, mamando sin cesar.
-Y…te tragarás toda mi corrida. Hasta la última gota.
Volví a asentir.
Me esforcé en darle el máximo placer posible. Con mis manos, con mis labios. Con mi lengua. Con mi boca. Él no dejaba de gemir. Fueron más de cinco minutos de intensa mamada. Más de cinco minutos en los que yo gocé casi tanto como Manuel.
Me encantaba chuparle la polla.
-Aggg, Joder…Carlos… Ya me viene. Me voy a…correr….trágatelo todo….todoooooo
Todo pasó como a cámara lente. Entrecerró los ojos, su polla se tensó y sentí contra mi paladar un potente chorro caliente, espero, salado… amargo. Después, un segundo, un tercero. Moví mi lengua y los siguientes se estrellaron contra ella. Entre su polla y su leche mi boca se quedaba sin espacio.
Así que… tragué. Su polla seguía disparando leche cuando me tragué lo que tenía en la boca. Lo sentí bajar por mi garganta. Al poco le boca se me volvió a llenar. Y volví a tragar.
Tuve que hacerlo una vez más hasta que su polla dejó de manar. Y seguí chupando, sorbiendo. Lo dejé sequito, si gota de leche. Me saqué su polla lentamente de la boca. Le di un cariñoso besito en la punta y abrí la boca, para que la viese vacía, sin rastro de su semen. El miraba, con una expresión de total felicidad en la cara.
-La chupas mejor que una mujer, Carlos.
-Gracias.
-Yo también quiero tragarme tu leche.
-No sé si podré correrme tan pronto. No soy tan joven como tú.
-No hay prisa. Déjame hacer a mí.
Como la primera vez, cambiamos los papeles. Yo me senté, pero antes me quité los pantalones y los calzoncillos. El se arrodilló y comenzó su mamada.
El placer era inmenso. Mirar mi polla entrando y saliendo de su boca era algo muy morboso, lleno de erotismo. Hacía todo lo posible por agradarme. Se pasaba mi polla por la cara, la besaba. La maman profundamente, hasta más de la mitad le entraba en su boca. Y me hablaba. Me decía cosas.
-Ummm Carlos…dame tu leche. La deseo. Córrete en mi boquita que me la quiero beber toda.
A pesar el intenso placer que me daba, no conseguía llevarme al orgasmo. Necesitaba más tiempo de recuperación.
-Dame un poco más de tiempo. Lo deseo, con locura… pero creo que no podré correrme.
-Quiero mi leche.
Lo siguió intentando. Pero no había forma. Entonces, me dijo.
-Ponte de pie.
Me levanté. Enseguida se metió la polla en la boca para seguir la mamada. Con sus manos acariciaba mis huevos. Y entonces hizo algo que me dejó sorprendido. Una de sus manos se metió entre mis piernas y acarició la raja de mi culo. Buscó mi ano. Y lo acarició con la yema del dedo. Se sacó mi polla de la boca.
-Una vez una chica me lo hizo mientras me la chupaba. Me dio mucho gustito. ¿Probamos?
-Uf…no sé….Venga, sí.
Sonrió. Se llevó los dedos a la boca y se echó un poco de saliva. Los volvió a llevar a mi ano. Y empezó a acariciar. Lentamente. Presionó y noté como un dedo entraba.
No puedo negar que sentí placer. Lo metió más. Por lo menos hasta la mitad. Abrió la boca y siguió con la mamada. Y su dedo, empezó a follarme el culito.
Que placer. Era fantástico. El gustito de la mamada se multiplicaba.
-Agggg, que rico… Manuel… así… fóllame…fóllame el culito…no pares.
No sólo no paró, sino que metió, con cuidado, otro dedo. Ahora el placer era más intenso. Noté que si seguía así conseguiría que me volviese a correr otra vez.
Le agarré la cabeza para que no la moviera y le follé la boca, con fuerza, mientras él me follaba a mí el culo. Lo sentí llegar. Subió, subió y subió hasta que se me cortó la respiración. Mi polla tuvo un fuerte espasmo y un poderoso chorro se semen salió disparado dentro de la cálida boca de Manuel. Sentía al mismo tiempo como mi ano se contraía y distendía alrededor de sus dedos. Mientras me descargaba en su boca casi se me nubló la vista.
Fue el placer más intenso que había sentido en mi vida. Y cuando oí como tragaba, fue lo máximo. Cree que esta segunda corrida fue aún más abundante que la primera.
Y Manuel se lo tragó todo. No dejó escapar ni gota. Toda mi leche terminó en su estómago.
Me arrodillé a su lado. En parte porque deseaba besarle, agradecerle la estupenda mamada que me había hecho. Y en parte porque me temblaban las piernas. Al ir bajando sus dedos salieron de mi culo.
Nos besamos con pasión. Después, nos sentamos en el sofá.
-Parece que te gustó.
-Uf, Manuel. Jamás había sentido tanto placer.
-¿Te gustaron mis dedos en el culito?
-Sí. Joder, sí. Soy marica. Está claro.
-Jajajaja. No tiene nada que ver. La próxima vez me lo haces tú a mí.
-¿La próxima vez? ¿Quieres…repetir?
-Claro. ¿Tú no?
-Quiero.
+++++
A ese día siguieron muchos más. Nos veíamos más o menos tres veces por semana. Yo no había vergüenza entre nosotros. Nos besábamos con pasión. Cada uno le pedía al otro lo que deseaba. Nada estaba prohibido.
Hacíamos el 69 muchas veces, hasta corrernos cada uno en la boca del otro. Nuestros culitos era asiduamente penetrados por uno o dos dedos. Eso aumentaba nuestro placer.
El siguiente pasó era inevitable. Era una tarde de calor. Manuel me hizo una de sus maravillosas mamadas hasta vaciarme la polla sobre su cara. Yo le correspondí y terminé como él, con la cara cubierta de cálido semen.
Como siempre solíamos hacer, entre risas y besos nos limpiamos el uno al otro. Pero con el calor, estábamos pegajosos.
-Estoy sudando – dijo.
-Y yo.
-¿Nos damos una duchita?
-¿Juntitos?
-jajajaja. Claro.
-Vale.
Nos desnudamos del todo y nos fuimos al baño peleando como niños.
Sentir el agua sobre nuestros cuerpos fue refrescante. Nos enjabonamos el uno al otro. Nuestras pollas, duras, se clavaban en la barriga del otro. Llenos de jabón, nos besamos con pasión. Agarramos cada uno la polla del otro y empezamos a pajearnos.
Manuel acarició mi espalda, y fue bajando, lentamente, hasta llegar a mi culo. Me sobó las nalgas antes de pasar un dedo a lo largo de la raja. Buscaba mi ano.
Cuando lo encontró, gracias al jabón, no le costó nada penetrarlo con dos dedos.
Gemí en su boca. Apreté su polla.
Con delicadeza, pero con firmeza, Manuel me hizo dar la vuelta. Pegó su cuerpo al mío, su polla a mi culo. Llevó su boca a mi oreja. Y me susurró.
-Carlos…Te voy a follar.
-Ummmm, lo sé.
Me eché hacia adelante, apoyándome contra la pared. Eché el culo hacia atrás.
Manuel abrió mis nalgas. Apoyó la cabeza de su polla contra mi ano. Y empezó a empujar. Su gruesa polla resbaló, lubricada por el jabón, dentro de mi culo.
Sentí dolor. Sentí… placer.
-Agggg, despacito…despacito…
Me la fue clavado, lenta pero sin pausa. El dolor era soportable. Al fin, noté su pubis chocar contra mis nalgas. Tenía toda su polla dentro de mi culo.
-Ummmm…Manuel… fóllame…fóllame
-Aggg, que culito más apretado tienes, Carlos. Me encanta.
-Pues venga…fóllame…dame por el culo.
Empezó a follarme. Me la sacó hasta la mitad y me la volvió a clavar. MI polla daba saltos, dura, muy dura entre mis piernas. Si me la hubiese tocada, sé que me hubiese corrido. Pero no lo hice. Quería concentrarme en la polla que entraba y salía de mí.
Se agarró a mis caderas, y me folló más rápido. Jadeaba, gemía. Yo meneé mi culo para darle más placer.
-Aggggg que rico…que placer….Carlos….Carlos….Te estoy dando por el culo.
-Ummmm, sí….sigue…no pares….llenamelo de leche.
Los sentí. Todos y cada uno de los chorros de semen que lanzó en lo más profundo de mí. Se corrió intensamente, clavando sus dedos en mis caderas. Gruñendo, resoplando.
La sacó despacito. Cuando salió del todo, se pegó a mi espalda y me besó el cuello. Giré la cabeza y me besó la boca.
Media hora después. Manuel estaba en su cama, boca abajo. Una almohada debajo, entre sus muslos. Yo detrás de él, sobre él, metía y sacaba mi polla de su culo. Y no paré hasta correrme intensamente dentro de él.
…
Ahora, nos seguimos viendo. Nuestras relaciones son completas. Le encanta encularme mientras me hace una paja. Se sincroniza para llenarme el culito con su leche al mismo tiempo que mi polla llena mi barriga con la mía.
A pesar de todo, sigo pensando que no soy gay. Me siguen gustando las mujeres. No me gustan los hombres, a excepción de Manuel
Y si soy gay…. ¿A quién coño le importa? Yo soy feliz, somos felices…