Mi viejo y degenerado vecino se folla a mi esposa
Me llamo Alfredo y estoy casado desde hace ocho años con Alba. Mi esposa tiene 42 años, mide sobre 1.65, castaña, talla 95 y delgada, pues acude dos veces por semana al gimnasio. Vivimos en una urbanización a las afueras de la ciudad, en un apartamento con terraza, y como en casi todas las comunidades de propietarios hay algún vecino problemático. En nuestro caso ese vecino se llama Óscar.
Óscar tendrá entre 55 y 60 años, barrigón y de escasa estatura. Mis vecinos dicen de él que es un viejo verde que aprovechándose de la estrechez del ascensor roza a nuestras esposas, incluso Alba me ha llegado a contar que le ha rozado el culo, pero justo en ese momento llegó a nuestro rellano y escapó de él. A Óscar no se le conoce ningún trabajo, pero lo peor de él es que crea una sensación de temor e incluso miedo.
Hace unos meses, siendo yo administrador, tuve que acudir a su apartamento, que es el ático que se encuentra justo encima del nuestro, por un problema en la antena de la televisión. Llamé a su puerta y el vecino me abrió.
– “Hola”.
– “Hola vecino, ¿ocurre algo?”, contestó.
– “Hay un problema con la antena de la televisión y tenía que comprobar una cosa. ¿Puedo pasar a tu terraza?”.
Óscar me llevó a su terraza y pude comprobar que la antena de la televisión se encontraba en su parte del tejado.
– “Ven vecinito, ven a ver esto, asómate”, me dijo Óscar.
Me asomé y me quedé petrificado. Mi esposa estaba tomando el sol en nuestra terraza, haciendo topless. Nunca pensé que mi vecino tuviera una vista tan directa de nuestra terraza, y en este caso de mi mujer y de sus tetas.
– “La de pajas que me he cascado viendo a tu linda mujercita tomando el sol, tiene unas tetas estupendas”, dijo.
– “¡Hijo de puta!”, contesté, y me abalancé sobre él con la intención de darle un par de hostias. Óscar se hizo a un lado y cogiéndome del brazo lo apretó
con fuerza contra mi espalda, provocándome mucho dolor.
– “Suéltame cabrón, te voy a denunciar”, le dije.
– “Estate quieto, antes de denunciarme quiero que veas una cosa, voy a soltarte y no se te ocurra hacer nada, ya has visto que soy más fuerte que tú y no dudaré en partirte un brazo”.
Óscar me soltó y entró en su vivienda.
– “Ven”, me dijo autoritariamente. Se sentó delante de su portátil, lo encendió y accionó varias teclas.
– “Siéntate a mi lado”, me dijo.
En la pantalla del ordenador, pude ver varias fotos de mi mujer, pasaban despacio una a una, en todas ellas Alba aparecía en topless tomando el sol en
nuestra terraza.
– “¡Hijo de puta, te voy a matar!”, dije haciendo ademán de golpear a mi odiado vecino.
Óscar paró mi puño y, causándome mucho dolor, me dijo:
– “Estate quieto, que ahora viene lo mejor”.
Accionó otra tecla y ví en la pantalla un vídeo. Mi mujer estaba en nuestra terraza envuelta en un albornoz. Al poco rato, se lo quitó y apareció delante de la pantalla totalmente desnuda. Cogió el bote de crema solar y procedió a extendérsela por todo su cuerpo.
El zoom de la cámara se aproximó y pude contemplar el bello rostro de mi esposa, luego sus espléndidas tetas, su coño, sus muslos y finalmente, al darse la vuelta, su culo.
– “Hijo de perra, te has atrevido a grabar desnuda a mi esposa, te voy a matar”.
– “Sí, y la de veces que me he masturbado viendo este y otros vídeos que tengo, pero este es especial, sigue mirando”.
Alba comenzó a masturbarse, con una mano apretaba sus tetas y tiraba con fuerza de sus pezones, la otra mano se deslizó a su entrepierna metiéndose dos dedos en su depilado coño. Su mano buscó debajo de la hamaca y sacó un consolador, era el que utilizábamos en nuestros juegos de cama.
Estaba totalmente desconcertado, por un lado quería matar a mi odioso vecino, por otro me estaba empezando a excitar y un gran bulto marcaba mi bañador.
– “Cabronazo, ¡si estás empalmado! ¿Qué es lo que más te excita, ver como tu linda mujercita se masturba o saber que tu viejo y odiado vecino la ha visto
desnuda corriéndose como una zorra?”.
En ese instante Óscar sacó su polla y comenzó a masturbarse. Su verga era enorme, mediría sobre unos 22 cms., pero lo que más me llamó la atención fue su grosor.
– “Bájate el bañador y menéatela, cabrón de mierda”, me dijo.
No sé cómo ni porqué pero mi excitación me superó, me bajé el bañador y comencé a meneármela. Al poco estaba gimiendo de placer y gusto.
– “Con esa mierda polla que tienes no me extraña que tu mujercita tenga que pajearse con un consolador para quedarse satisfecha, maricón de mierda”, dijo mi odioso vecino.
Al oír esas palabras me corrí como un mono. Fue la mayor corrida de toda mi vida.
Al poco rato, mi esposa se corrió entre grandes espasmos y sacudidas de placer, su cuerpo se arqueó para quedar finalmente exhausto y sudoroso pero sobre todo satisfecho sobre la hamaca. Justo en ese instante, Óscar se puso de pie y gritando dijo:
– “Toma Albita, zorra, toma la leche de tu macho”.
Mi viejo veicno se giró hacia mí y se corrió sobre mi cara manchando mi rostro y mi pelo, llamándome cabrón y cornudo de mierda.
– “Límpiate con esta toalla, que es la que uso para pajearme”, me dijo Óscar.
Tras haberme limpiado le pregunte:
– “¿Qué es lo que quieres?, ¿dinero?”.
– “¿Dinero? Tengo más dinero del que tú y tu linda mujercita podáis ganar en vuestra vida. La quiero a ella, quiero follarme a Alba, quiero follarla y
dejártela preñada, ya que veo que tú eres incapaz de embarazarla. Alba es la vecina que con diferencia peor me ha tratado, siempre con sus aires de
superioridad y de grandeza, pero ella es la que más me excita y me parece que ha surgido la ocasión para ello. Tú me vas a ayudar a que me folle a tu
esposa”.
– “¡Estás loco!”, le dije.
– “¿Loco? Si no me follo a tu esposa te juro que voy a colgar en la red las fotos y vídeos que tengo de Alba, y has podido comprobar que bien se ve
su carita y todo su cuerpo”.
– “No serás capaz…”, contesté.
– “Ponme a prueba”, dijo mi odioso vecino.
Debo reconocer que un grado de excitación hasta ahora desconocido recorría mi cuerpo. Pensar en que ese viejo degenerado, mi odiado vecino, hubiese visto a mi esposa desnuda, la hubiese visto masturbarse, no hacía más que incrementar mi excitación.
– “¿Me ayudarás?”.
– “No”, contesté.
– “¿Me ayudarás?”.
– “Sí”, contesté débilmente.
– “¿Me ayudarás a qué?”, dijo Óscar en tono autoritario.
Y aún no se porqué, contesté:
– “Si Óscar, te ayudaré a que te folles a mi esposa y dejaré que la preñes, ya que yo soy incapaz de hacerlo, te diré cuales son sus días más fértiles para que la folles y embaraces”.
– “Muy bien, veo que has aprendido la lección, te voy a hacer el mayor cornudo de toda esta ciudad. Por cierto, quiero que finalmente sepas dos
cositas: una, que he grabado cómo te pajeabas viendo el vídeo de tu esposa, y otra, que también he grabado tu declaración de intenciones, así que si por algún motivo no llego a follarme a Alba, te juro que colgaré todos los vídeos en la red para que lo vean vuestras familias, amigos, compañeros de curro, etc. ¿Entendido?”.
– “Perfectamente”, contesté.
– “Pues ahora vete a tu casa, pajéate como el cabrón de cornudo que vas a ser, y empieza a pensar en un plan para que tu odiado y degenerado vecino se folle a tu linda mujercita. Por cierto, dame tu número de teléfono móvil, te llamaré para ver tus progresos”.
Bajé a mi casa, Alba estaba preparando la comida.
– “Tienes mal aspecto, ¿te duele algo?”, me preguntó mientras me daba un piquito en la boca.
– “Tengo que ir al baño”, contesté.
Me encerré en el baño y comencé una frenética masturbación. Mi móvil vibró con un mensaje: “¿Te estás masturbando cornudito?. ¿Voy a follarme a tu linda mujercita?”.
Era Óscar, y me corrí como un cerdo.
Según pasaban los días, la presión a la que me sometía Óscar llegó a resultar insoportable. Llamadas a cualquier hora, mensajes, whatsapps, siempre haciendo referencia a su deseo de follarse a mi esposa Alba. Sus peticiones y humillaciones fueron creciendo. Tuve que contarle con pelos y señales cómo follaba mi mujer, luego tuve que entregarle un conjunto de sujetador y tanga para su deleite, llegándome a mandar una foto de su abundante corrida sobre la ropa íntima de Alba. Incluso tuve que sacar fotos de ella desnuda en la ducha y mandárselas, todo con la intención de que no subiese a internet las fotos y vídeos de Alba y mías. Pero cuando más desesperado estaba y las amenazas de Óscar eran más frecuentes, la situación dio un giro radical…
Un día coincidimos en el portal de casa Óscar, yo y mi esposa dispuestos a coger el ascensor.
– “Buenas tardes vecinitos, hola Albita, cada día estás más guapa y apetecible”.
– “Buenas tardes”, saludé yo lacónicamente.
Mi esposa ni siquiera le saludó, simplemente le dirigió una mirada llena de desprecio.
Pasamos al ascensor, Óscar y yo al fondo y mi esposa delante de nosotros. Óscar se pegó literalmente a la espalda de Alba debido a la estrechez del elevador. Accionamos el aparato, durante el trayecto me percaté que mi esposa se agitó un par de veces. Al llegar a nuestra planta Óscar se despidió de nosotros con un “hasta luego parejita, ya nos veremos más tranquilamente”.
Cuando entramos en casa, Alba se tiró encima mío y comenzó a comerme la boca. Su mano se deslizo hasta mi pantalón y comenzó a apretarme con mucha fuerza mi paquete. Su mano soltó el botón de mis vaqueros y comenzó a acariciar mi polla por dentro del slip.
– “Últimamente me tienes bastante abandonada, quiero que me folles como cuando éramos novios”, dijo Alba.
La cogí en bolandas y fuimos a nuestro dormitorio, me desnudé dejando a la vista mi erección, la besé introduciendo mi lengua dentro de su boca mientras mis manos acariciaban su culo por encima de la minifalda a tablas que llevaba. Introduje mis manos por debajo de su mini y sobé a conciencia los cachetes del culito que dejaban al descubierto su tanga. La desnudé rápidamente dejando solamente a la vista su tanguita azul, uno de mis preferidos, por cierto.
Nos tumbamos en la cama, y mi mano fue subiendo por sus piernas hasta alcanzar sus muslos, puse mi mano encima de su tanga. Estaba totalmente mojado, lo retiré hacia un lado e introduje dos dedos en el empapadísimo coño de mi mujer.
Ella por su parte tampoco estaba ociosa, con su mano agarró mi verga, bajó el glande y empezó a masturbarme acariciándome tanto mi húmeda polla como mis huevos.
– “Estás muy caliente, putita” le dije.
– “¿Putita?”, contestó jadeando.
– “Sí, eres una putita y zorra barata, ¿te gusta que te diga estas cosas?”.
– “Sí, por favor, continúa, nunca lo habías hecho y me excita mucho, ¡estoy muy caliente, fóllame!”, dijo Alba.
– “Las zorras como tú siempre están calientes y deseosas de polla. ¿Qué te ha puesto tan caliente, puta?”.
– “Me has punteado las nalgas con tu polla, y metido mano en el ascensor, me has sobado el culo delante del degenerado de Óscar, al sentir tus manos en mi
culo me he mojado entera, la idea de que el vecino haya podido vernos me ha empapado”.
Por un instante me quedé anonadado y me sentí preso de la excitación más absoluta. Óscar, el desgraciado de mi vecino, había metido mano a mi esposa en mi presencia y yo como un imbécil sin darme cuenta.
– “No fui yo, fue Óscar quien puso su polla en tu culo, fue él quien te magreó las nalgas en el ascensor”.
Alba hizo ademán de levantarse, pero incrementé el ritmo de la masturbación a mi esposa, pellizqué con una mano sus duros y tiesos pezones y con la otra
acaricié a conciencia el clítoris, arrancando de ella grandes gemidos y jadeos.
– “Te has dejado meter mano por el asqueroso vecino y no has dicho nada, zorra. ¡No eres más que una puta barata!”.
Acto seguido, me incorporé y de un solo golpe introduje mi verga, de un solo golpe y hasta los huevos, en el coño de mi esposa. Ella gemía de placer, sus
tetas se bamboleaban a cada embestida mía, Alba jadeaba como una verdadera zorra.
– “¿Te gusta, puta?, ¿te gusta que te la metan hasta los huevos?”.
– “Sí, soy una zorra que quiere polla, ¡fóllame cabrón!”.
– “Así que te excita calentar a los vecinos, ¿verdad puta?”.
– “Sí… ¡soy una puta!”, llegó a decir.
– “¿Cómo es la polla de Óscar?, ¿la sentiste en tu culo?”.
– “Sí, era muy grande, gorda y dura, mucho más que la tuya”.
– “Zorra… ¡estás deseosa de que te folle el vecino!, ¡dilo puta!”.
– “Sí”, contestó jadeando Alba.
– “¿Sí qué, perra?”.
– “Sí, quiero que me folle Óscar, que me parta con su enorme polla. ¡Fóllame Óscar, dame duro, haz un cornudo a mi marido!”.
– “¡¡¡Zorra!!!”, dije yo, y en ese instante Alba se corrió en un brutal orgasmo, se arqueó y posteriormente sus piernas rodearon mi espalda mientras gritaba
“Óscar, Óscar, Óscar fóllame y préñame”. Al oir sus palabras me corrí como un cerdo, la mayor corrida de mi vida inundó las entrañas del coño de mi mujer.
Saqué mi verga de su coño y le ordené:
– “Limpia la polla, puta barata, acaba tu trabajo como lo hacen las zorras”.
Alba se arrodilló delante de mí y mirándome a los ojos, con una cara de vicio que nunca antes había visto, empezó a limpiar mi polla, primero lamió el glande y luego se la introdujo en su boca mientras que con sus manos masajeaba mis testículos.
Al poco rato mi polla estaba nuevamente empalmada. Ella me tumbó en la cama y comenzó a pajearme. Sus manos acariciaban mi verga y mis huevos.
– “¿Te excita que otro hombre haya metido mano a tu mujercita delante tuyo?”, dijo Alba.
– “Sí, me gusta”, contesté jadeando como un perro.
– “¿Sabes que Óscar tiene una verga más grande y dura que la tuya? ¿Te gustaría que nuestro odioso vecino me follase y me diese lo que tú no sabes darme?”.
– “Sí”, contesté.
– “¿Sí qué?”.
– “Quiero ver como Óscar te folla, quiero ver como te mete su polla hasta los huevos y se corre dentro de ti”.
– “¿Te gustaría que Óscar te hiciese cornudo?”.
En ese instante me corrí por segunda vez como un verdadero a****l, grandes borbotones de leche cayeron sobre mi torso. Esa fue la mejor respuesta que supe darle a mi mujer.
Después del mejor polvo de nuestras vidas, nos duchamos juntos, yo intenté nuevamente follar con Alba, mi grado de calentura y excitación era tremendo.
– “Tenemos que hablar”, dijo ella mientras nos enjabonábamos y el agua caliente corría sobre nuestros cuerpos.
– “¿No te habrás enfadado con lo que te he dicho?”, preguntó.
– “Por supuesto que no, cariño”, contesté.
Y acto seguido me hizo una confesión para mí sorprendente.
– “Quiero que no me interrumpas mientras hablo, por favor, ¿lo prometes?”, dijo Alba.
– “Sí mi amor”, contesté.
Una de mis mayores fantasías que nunca te he contado es que me excita tremendamente pensar en que otro hombre en tu presencia me folle, no pienses que soy una degenerada, pero es así. Quiero que sepas que nunca te he engañado pero es una fantasía que hace que me moje.
En ese instante mi verga comenzó a ponerse dura de nuevo.
– “Por otro lado, nunca me habías llamado puta y zorra mientras tenemos sexo, pero escuchar esas palabras de tu boca me han hecho sentir cosas y sensaciones desconocidas, quizás te parezca una degenerada pero me ha gustado y excitado que me trates así en la cama. Ya sé que Óscar es un ser despreciable y odioso, pero no se por qué me excita, cuando clava sus ojos en mí y me desnuda con la mirada hace que me moje entera, y cuando me has dicho que ha sido él quien me ha metido mano en el ascensor y no tú, y que me ha punteado el culo con su tremenda verga, me he excitado como nunca lo había hecho. Por favor, no te enfades”, finalizó.
– “No me enfado Alba, todo lo contrario. Debo reconocerte que alguna vez he fantaseado y masturbado pensando que te sorprendía con Óscar follando en nuestra cama. Me he dado cuenta de cómo te mira ese viejo verde y aunque me m*****a no deja de excitarme. ¿Te has dado cuenta que desde su terraza se ve directamente la nuestra? Estoy convencido que te ha visto haciendo topless e incluso desnuda y se ha masturbado viendo tu cuerpo”.
Tras esta confesión, nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo y por segunda vez en el mismo día follamos como locos.
A partir de ese instante nuestra vida sexual cambió totalmente, cuando follábamos fantaseábamos con Óscar, el degenerado y odioso vecino. En nuestra fantasía, Alba deseaba que Óscar la follase con su tremendo miembro, que la tratase como a una verdadera puta, zorra y perra, y yo con que Óscar me hiciese un gran cornudo follándose a mi querida mujercita. Llegó a convertirse en una obsesión. Se había dado un gran paso…
El martes de la semana pasada, aprovechando que mi esposa estaba trabajando, subí al apartamento de Óscar. Le comenté la transformación que había sufrido mi mujer, sus sorprendentes revelaciones, e incluso Óscar tuvo ocasión de escuchar una grabación de mi mujer y mía follando, en la cual, Alba entre gemidos y jadeos, pedía que mi degenerado y vicioso vecino se la follase.
Óscar se frotaba las manos y preso de una gran excitación me dijo:
– “Muy bien, cabrón, has hecho tu trabajo muy bien, me estás poniendo a tu esposa en bandeja y no voy a dejar pasar por alto esta ocasión. Voy a follarme a tu linda mujercita. ¡Quien lo iba a decir, tan altiva con sus aires de suficiencia, mirando siempre por encima del hombro, y en realidad desea que su viejo vecino se la folle, la trate como a una zorra, y le dé todo lo que su maridito es incapaz de darle! Ahora tenemos que buscar la ocasión propicia para que la pueda montar”.
– “El sábado que viene tenemos una boda de unos conocidos”, dije totalmente sumiso.
– “Fantástico, es la perfecta ocasión, escucha mi plan”, dijo Óscar.
Y con mucha atención, totalmente empalmado, le escuché.
Llegó el sábado, mi excitación durante toda la semana fue tremenda y mis masturbaciones pensando en que mi viejo vecino pudiese follarse a mi mujer fueron cada vez más frecuentes.
Alba fue a la peluquería, volvió preciosa con su pelo recogido y comenzó a prepararse maquillándose con mucho cuidado. Para la ocasión me enseñó bastantes vestidos, pero finalmente pude convencerla que se pusiese un vestido azul, bastante escotado, con falda larga pero con abertura que dejaba ver bastante su muslo derecho y unos pantys de color carne. Realmente estaba preciosa y sobre todo muy deseable.
– “Si me viese nuestro vecinito Óscar seguro que se pondría cachondo”, dijo Alba riéndose con coquetería.
– “Seguro que te follaba en nuestra propia cama”, contesté.
– “¿Te gustaría ver cómo me folla Óscar?”, preguntó.
Me abalancé sobre Alba con la intención de follármela allí mismo, pero ella se retiró y, dándome un piquito, comentó:
– “No podemos llegar tarde, amor”.
El día se me hizo eterno, estuve empalmado y preso de la excitación, sobre todo cuando veía como mi esposa bailaba con otros invitados y la abrazaban durante el baile, alguno incluso bajó su mano más de la cuenta acariciando el culo de Alba pero en absoluto me importó. Como parte del plan, procuré que bebiese más de la cuenta, no tolera mucho el alcohol, pero el champán hace que su líbido se dispare.
A eso de la una de la mañana la convencí para que nos fuésemos. Con la escusa de ir al servicio, llamé a Óscar. Mi viejo vecino nos esperaría en el portal de casa.
Durante el trayecto de vuelta a casa no paré de acariciarla, introduje mi mano por la abertura de su falda, magreé sus muslos a conciencia y posé mi mano sobre su coño cubierto por el tanga y los pantys. Alba estaba totalmente empapada. Paré el coche con la intención de continuar con mis caricias, pero dijo:
– “Aquí no, impaciente, espera que lleguemos a casa”.
Fruto del champán y mis caricias, mi mujer estaba realmente muy caliente y excitada. Aparqué el coche y entramos en el portal, accioné el botón del elevador mientras nos besábamos y acariciábamos como dos novios. De repente, se escuchó una voz:
– “Hola parejita”.
– “Hola Óscar”, contesté.
– “Buenas noches Óscar”, dijo mi esposa.
– “Estas realmente preciosa, Albita”, dijo mi viejo vecino.
– “Gracias”, tartamudeó mi mujer mientras se ruborizaba.
– “Ese vestido realza tus piernas y muslos, y ese escote hace que casi se te vean esas preciosas tetas. He tenido la oportunidad de verlas cuando haces
topless en tu terraza”.
Hace un par de meses yo le hubiese dado un par de hos… a Óscar, y Alba le hubiese dicho cuatro cosas al indeseable, pero esa noche mi esposa bajó la mirada mientras yo noté cómo mi polla empezaba a empalmarse. En ese instante, el ascensor llegó. Entramos los tres y Óscar se pegó a la espalda de ella.
Yo no hice nada, me limité a observar. Óscar seguía alabando la belleza de mi esposa mientras de forma descarada el degenerado apoyaba su bulto contra el culo de mi mujercita. Alba no dijo nada, me miró y yo no supe qué decir. Óscar empezó a refregar su paquete contra su culo. Envalentonado por nuestra pasividad, las manos de Óscar se posaron en la cintura de Alba. Una de sus manazas fue descendiendo hasta la abertura de su falda sin que mi esposa hiciese nada.
La manaza de Óscar subió por el muslo hasta desaparecer de mi vista. Por sus movimientos, noté que pugnaba por introducirse dentro de los pantys y tanga. La otra manaza se deslizó por debajo de la axila de Alba atrapando uno de sus pechos. Alba empezó a gemir mientras yo comencé a apretarme mi paquete por encima del pantalón.
– “¿Te gusta, Albita?”.
Mi esposa no dijo nada pero un gemido salió de sus labios.
– “Estás totalmente empapada, zorrita”.
En ese instante, Óscar giró con su mano la cabeza de mi esposa y le propinó un gran morreo. Alba se giró y correspondió su beso. Yo no perdía detalle, mi
degenerado vecino estaba con una mano debajo de la falda de mi esposa masturbándola, con la otra sobando las tetas, mientras se besaba con ella introduciendo su lengua y babas en la boca de mi mujer.
– “Voy a follarte como la puta caliente que eres”, dijo Óscar.
En ese instante, el ascensor llegó a nuestro piso, salimos los tres, yo detrás, viendo como mi viejo y degenerado vecino metía mano a mi esposa apretando sus nalgas con fuerza. Alba no paraba de gemir y jadear.
– “Abre la puerta, cabrón de mierda”, me dijo Óscar.
Abrí y pasamos. Óscar nuevamente se abalanzó sobre mi esposa, la besó y abrazó con frenesí. Sus manos sobaban el cuerpo de Alba, sus tetas, su culo. Óscar le separó las piernas e introdujo nuevamente su manaza debajo de la falda de mi mujercita, llegando sin ningún problema hasta su empapado coño.
– “Vamos a vuestro dormitorio, voy a follarte, Alba, en vuestra cama de matrimonio, mientras hacemos al cabrón de tu marido un verdadero cornudo. Quiero que me pidas que te folle, Alba. ¡Pídemelo, zorra!”.
Alba no contestó, gemía y jadeaba como una perra.
– “¡Pídemelo!, ¡suplica, puta”, insistió mi degenerado vecino.
Alba seguía sin contestar.
– “¡¡¡Zorra, suplica que te folle!!!”, volvió a insistir Óscar, mientras continuaba masturbando a mi mujercita.
– “¡¡¡Fóllame Óscar, fóllame y móntame como a una yegua!!!”.
Óscar se rió.
– “Vaya, vaya, cornudito… Mira lo que tenemos aquí, una verdadera putita deseosa de que alguien le dé lo que su maridito no le da. Tu Albita, tan
arrogante, siempre con tus aires de superioridad y grandeza, siempre tratándome como a un degenerado y viejo verde… y ahora suplicas que te folle como a una vulgar ramera. ¡Mira lo que tengo para ti, putita!”.
Óscar cogió la mano de mi esposa y la restregó contra su enorme bulto. Mi vecino desabrochó los botones de su pantalón e introdujo la mano de mi mujer dentro
de su bulto.
– “¿Está dura y gorda, verdad?”, inquirió mi despreciable vecino.
– “Sí”, contestó mi mujer totalmente fuera de sí, estampando un impresionante morreo a Óscar.
– “Es más grande y dura que la del cabrón de tu esposo”, dijo Óscar.
– “Sí, es la verga más grande que he tenido en mis manos, mucho más que la de mi esposo”, contestó totalmente excitada y entregada Alba.
En ese instante, ella se arrodilló delante de mi detestable vecino e hizo ademán de mamarle la verga.
– “Quieta ramera, te comerás mi verga cuando yo te lo diga”.
Y dirigiéndose a mí, me dijo:
– “Llévame a vuestro dormitorio, cornudo cabrón, ¡esto hay que celebrarlo!”.
Los tres entramos en nuestra habitación, Óscar sabía lo que se hacía y cómo humillarme si cabe aún más. Él se sentó en un butacón, metió una de sus enormes manazas debajo de sus calzoncillos para masturbarse y empezó a darme órdenes:
– “Desnuda a tu esposa para mí”.
Quité los zapatos de tacón que llevaba puestos mi mujer, me puse detrás de ella y bajé la cremallera de su vestido azul mientras ella estaba totalmente
pasiva. El vestido cayó a sus pies y lo eché a un lado. Alba se quedó semidesnuda delante de mi vecino, tan solo cubierta por sus pantys color carne, su tanga negro de encaje y su sujetador a juego.
Óscar se rió.
– “Estás totalmente empalmada, eres una vulgar ramera”, dijo.
Era cierto, una gran mancha de flujo manchaba el tanga y los pantys de mi esposa.
– “Quítale el sujetador, cornudo”, ordenó Óscar.
Obedientemente, desabroché el sujetador de Alba. Sus pechos quedaron al aire sin ningún pudor, mientras Óscar rugía de placer.
– “Qué tetas tienes, Albita. Qué suerte tiene el marica de tu esposo”.
A cada insulto, a cada humillación por parte de Óscar, mi polla crecía más y más empapando mi bóxer.
– “Quítale los pantys”, exigió Óscar.
Como un autómata, bajé los pantys de Alba.
– “Quítale el tanga y tráemelo de rodillas con la boca, perro”, me ordenó mi detestable vecino.
Alba quedó totalmente desnuda ante el degenerado. De rodillas, y con la boca, sumisamente llevé el tanga de mi mujer y se lo entregué al macho. Óscar lo olió y lamió.
– “Huele y sabe a ramera. Alba, túmbate en vuestra cama de matrimonio”, dijo con gran satisfacción.
Alba se tumbó boca arriba en nuestra cama nupcial. Óscar se desnudó, su enorme pollón quedó a la vista. Sus veinte centímetros iban a penetrar la intimidad de mi esposa.
Óscar me ordenó sentarme al lado de Alba. Mi vecino se acercó y dijo:
– “Cornudo, quiero que cojas mi mano con la tuya y hagas que magree a tu esposa”.
Obedientemente, cogí la manaza de Óscar, la puse en los tobillos de Alba y comencé a subirla por el cuerpo de mi adorable mujercita. La mano de Óscar guiada por mí sobó las piernas y muslos de ella, luego sus nalgas y finalmente subieron por el vientre de mi mujer para agarrar alternativamente sus tetas.
Una mueca desencajada de satisfacción cubría el rostro de mi odioso vecino.
– “Qué tetas tienes, puta, qué pezones, y yo, tu asqueroso vecino, te las está ordeñando mientras el cornudín me ayuda”, dijo Óscar humillándome con sus
palabras y risotadas.
– “Vas a comerme mi polla, me la vas a poner muy dura para que pueda follarme a tu linda mujercita, cerdo”, me dijo Óscar.
Me arrodillé delante del macho. Él me miraba mientras continuaba magreando a Alba y ordenó a mi esposa que se masturbase.
– “Hazte un dedo, zorra, mientras el marica de tu esposo me la chupa y me la pone bien dura para que pueda follarte”, exigió mi detestable vecino.
Alba introdujo dos de sus dedos en su empapado coño y empezó a suspirar y gemir como una verdadera putita.
Arrodillado delante del macho que iba a follarse a mi esposa, abrí la boca con la intención de comer ese pedazo de carne. Óscar no me dejaba tragarme su
verga, se reía de mí… Finalmente, empezó a darme pollazos en la cara mientras se carcajeaba.
– “Qué maricón es tu marido, quiere comerse mi verga como si le fuese la vida en ello”, dijo Óscar.
Finalmente, mi vecino me agarró de la cabeza y de una fuerte embestida metió su pedazo de carne en mi boca. No podía respirar y tuve grandes arcadas. Como un perro, lamí su verga y acaricié sus grandes cojones durante un buen rato.
– “Para ya, perra, mi leche no es para ti sino para la zorra de tu esposa. Abre las piernas de Alba”.
Presuroso, me levanté, Alba casi estaba a punto de correrse con el dedo que se estaba haciendo, abrí sus piernas y permití que el macho se pusiese encima de ella.
– “Coge mi verga tu mismo, cornudo cabrón. Vas a ser quien metas mi polla en el coño de tu esposa”, ordenó Óscar.
No podía más. Cogí la verga de Óscar y lentamente la introduje en el coño de Alba. El glande del pollón se abrió paso por los labios vaginales del coño de mi
mujer. Luego, su tronco poco a poco entró en el sexo de Alba hasta que los cojones de Óscar chocaron con la entrepierna de ella. En ese instante y sin llegar a tocarme, me corrí como un cerdo manchando mi ropa interior.
Alba jadeaba de gusto. Yo volví a cascármela como un mono. Óscar estaba fuera de sí con un metesaca brutal:
– “¡Toma ramera de mierda, puta! A partir de ahora esta es la verga que te va a follar cuando quiera”, dijo Óscar.
– “Sí… soy tu perra y tú mi macho”, dijo Alba exhalando suspiros de placer.
– “Qué prieta estás, zorra, tu maridito es un pichafloja que no sabe follarte. ¡Díselo, llámale cornudo!”.
– “Eres un cornudo pichafloja, nunca has sabido follarme, ha tenido que ser este viejo verde y degenerado quien me folle como un verdadero hombre y no tú”, dijo mi mujer.
En ese instante, Alba y yo nos corrimos. Mi leche terminó de manchar mi pulcro traje, mi esposa totalmente abierta de piernas para su macho se arqueó y las cerró contra la espalda de su macho. Él continuaba follándosela, mientras por mi parte empecé a comerle el culo y los huevos a ese ser despreciable pero que tanto placer nos estaba proporcionando.
– “Voy a correrme, no aguanto más”, dijo Óscar.
– “¿Dónde quieres que me corra?”, me preguntó Óscar humillándome hasta límites por mí desconocidos.
– “¡Córrete dentro!”, le dije.
– “Suplícame que la embarace”, me ordenó.
– “¡¡¡Préñala como los perros preñan a las perras!!!”, grité fuera de mí.
Con un rugido triunfal, Óscar se corrió dentro de la intimidad de mi mujer. Muchos trallazos de leche inundaron el coño de Alba. Él siguió dentro de ella
durante un rato más, vaciando su semen, hasta que totalmente extenuado sacó su enorme pollón del coño de Alba. La leche salía del coño manchando su sexo, su entrepierna, su culo y las sábanas de nuestra cama de matrimonio.
Óscar me tiró sobre la cama y me ordenó:
– “Cornudo, quiero que dejes bien limpio el coño de esa puta”.
Mi esposa abrió sus piernas y pude ver su coño bien abierto y mojado. Introduje mi lengua en su sexo, lamí la leche de mi vecino, limpié el coño, los muslos y el ano de mi esposa a conciencia.
– “Muy bien, cornudo”, me dijo mi detestable vecino, y poniendo su verga a la altura de mi cara me ordenó dejársela totalmente limpia. La lamí y chupé, succioné y limpié con todo esmero.
Desde aquel instante nuestra vida cambió.
Después de aquella noche nuestra vida cambió. Aparentemente, y de cara al exterior, seguíamos siendo un matrimonio normal y corriente, nuestras familias y amistades nunca sospecharon nada, pero de puertas hacia dentro la situación era bien diferente.
Oscar, mi viejo y detestable vecino, aprovechando nuestra pasividad, se apropió de nuestras vidas. Follaba a mi querida esposa Alba cuando y dónde quería, la trataba y hablaba como a una zorra y a mí como un cornudo pichafloja, mientras nuestra degradación iba en aumento.
Tuvimos que facilitar a mi despreciable vecino una copia de las llaves de nuestro hogar, las claves de nuestros móviles y de las cuentas de correo electrónico, tanto las particulares como las de nuestros trabajos, y de nuestras redes sociales.
Oscar obligó a mi esposa a dejar de tomar la píldora y el hecho de saber que Alba pudiese quedar embarazada de ese maldito viejo no hacía sino incrementar mi excitación. Oscar no me dejaba tocar a mi esposa, Alba era de su única y exclusiva propiedad, eso sí, me dejaba masturbarme mientras contemplaba, día tras día, cómo se follaba a mi mujer por todos sus agujeros en todas las habitaciones de nuestra casa, pero sobre todo en nuestra cama de matrimonio.
Siempre que volvíamos de nuestros trabajos nos esperaba Oscar. Nuestra primera tarea consistía en desnudarnos para que mi viejo vecino pudiese follarse a mi esposa cuando quisiera.
Me he planteado en muchas ocasiones cuánto tiempo podría durar esta situación, llegué a tomar la decisión de cortar todo esto, pero al ver cómo mi querida esposa era follada repetidamente por aquel viejo asqueroso, y como disfrutaba Alba de su enorme verga, así como del goce de mis masturbaciones al contemplar tal espectáculo, hizo que no tomase la decisión que un verdadero hombre hubiese tomado.
Recuerdo especialmente una noche, era Viernes, y volvimos a casa después de hacer la compra semanal. Entramos y para nuestra sorpresa Oscar no estaba. Respiramos tranquilos, lo cierto es que nuestro vecino no había dado señales de vida durante toda la semana. Guardamos la compra pero al poco rato se escuchó la llave de la cerradura y Oscar apareció delante de nosotros.
– “¿Qué tal, parejita? Hola pichafloja, hola putita, estás preciosa con ese traje”.
– “Hola”, acertamos a contestar.
Lo cierto es que mi mujer estaba más guapa que nunca, con una falda ceñida hasta media rodilla que resaltaba sus nalgas, una blusa blanca que dejaba entrever su sujetador de encaje blanco y su melena recogida en una coleta.
– “Os preguntaréis dónde he estado esta semana, quizás, cornudo, hayas pensado que me he cansado de follar a tu dulce mujercita, pero no es así. Todo lo contrario, he estado preparando una sorpresa, en especial para ti, Alba, espero que la disfrutes”.
Y diciendo esto, Oscar se encaminó hasta la puerta de entrada y la abrió. Al poco, un hombre de unos treinta y cinco años, barrigudo y calvo, pero de porte elegante e impecablemente vestido de traje, entró en nuestro salón.
– “¡Miguel Angel!, ¿Qué haces aquí?”, exclamó mi mujer.
Nos quedamos pálidos.
– “Hola parejita, ¿o debo decir Alba la puta y Alfredo el cabrón del cornudo?”.
Los hechos se desbordaron en mi cabeza, conocí a Miguel Angel en una cena del trabajo de mi esposa. Era y es un ejecutivo muy eficiente, compitió con Alba por un ascenso a un puesto de adjunto a gerencia que finalmente consiguió mi mujer. Desde ese mismo instante, Miguel Angel trató de hacer la vida imposible a mi esposa pero Alba consiguió imponer su autoridad, se le llamó la atención por parte del gerente, y fue relegado a tareas de administración.
– “Te sorprende que esté aquí, ¿verdad preciosa?”, dijo Miguel Angel intentando acariciar la cara de mi esposa mientras en su rostro se reflejaba una mueca de desprecio.
– “Estate quieto”, grité.
– “Cállate, cabrón. ¿Quieres saber lo que hago aquí? Pues te lo voy a contar. Tienes una esposa que es una preciosidad y muy eficiente en su trabajo. Por su culpa perdí un ascenso en la empresa por el que estuve luchando durante años. Alba entró de nueva a trabajar y en seis meses le dieron el puesto que debía ser mío”.
– “Y desde entonces has intentado hacerme la vida imposible”, dijo mi mujer.
– “Sí, puta, y no lo he conseguido, pese a que lo he intentado en muchas ocasiones. Me he intentado vengar por lo que me hiciste pero tu influencia en el jefe lo que ha conseguido es degradarme y apartarme de su lado. He intentado vengarme de ti, y cuando ya no tenía esperanza ha surgido la posibilidad”.
– “Debo decir que aquí yo tengo algo que ver”, dijo Oscar riéndose.
– “¿Tú?”, dije yo.
– “Verás, he leído los correos electrónicos del trabajo de Alba, me llamó especialmente la atención los problemillas de Miguel Angel con Albita, así que le envié un correo a Miguel Angel con unas fotos y vídeos, digamos que muy sugerentes, de la zorra de tu esposa. A los pocos minutos tu amiguito contactó conmigo, quedamos y me contó su historia, por cierto muy enternecedora, y yo le conté la nuestra”.
– “¡Eres un hijo de puta!”, le gritó Alba a Oscar.
– “Y tú una zorra barata que se deja follar por un viejo ya que el cornudo pichafloja de su marido no sabe darle lo que necesita”.
Una gran carcajada resonó en el salón. Me volví y era Miguel Angel.
– “Pues bien, Alba, tengo ahora la ocasión de desquitarme de todo lo que me has hecho y tengo dos posibilidades. Una: puedo subir a Internet las fotos que me ha entregado Oscar, o bien, puedo follarte aquí mismo en presencia de mi buen amigo Oscar y del hijo puta de tu esposo. Lo cierto es que prefiero la segunda opción, zorra, tienes unas tetas y un culo precioso que me muero por romper, ¡no sabes cuántas pajas me he hecho pensando en que te follaba, que te ordeñaba las tetas y finalmente me corría dentro de ti!”.
– “Eres un cerdo”, dijo Alba.
– “Sí, soy el cerdo que va a follarte ahora mismo”.
Al oír esas palabras, tuve una enorme erección. Acto seguido, Miguel Angel se dirigió a Alba e intentó besarla en la boca. Mi esposa retiró la cara y Miguel Angel hizo ademán de propinarle un bofetón.
– “Quieto”, le dijo Oscar a Miguel Angel, y dirigiéndose a Alba dijo:
– “En tus manos está, putita, o te folla Miguel Angel o subimos a la red tus fotitos, tú eliges. ¿Qué respondes?”.
Alba no contestó.
– “¿Qué respondes, zorra?”, repitió Miguel Angel.
Ante nuestra pasividad, Miguel Angel se dirigió a Alba, la agarró por la cabeza y la pegó un soberano morreo. Forzó a mi esposa a abrir la boca y sus lenguas y babas se entrecruzaron. Una mano de Miguel Angel desabotonó la blusa de mi esposa y se introdujo en el interior de su sujetador acariciando los pechos de Alba.
– “Creo que todos estaremos más cómodos en el dormitorio”, dijo Oscar.
– “Tienes razón”, dijo Miguel Angel, y cogiendo de la mano a mi esposa se dirigieron a nuestra habitación.
– “¿Qué hacemos con el cornudo?”, dijo Miguel Angel.
– “En tus manos está, querido Miguel Angel, ahora mandas tú”, dijo Oscar.
– “Que venga, quiero que vea como el rival y enemigo de su esposa se va a follar a su linda mujercita. Venga cabrón, ¡vamos!”.
Me levanté y los cuatro nos dirigimos al dormitorio.
– “¡Pero si está totalmente empalmado el cabrón!”, dijo Miguel Angel.
Era cierto, mi erección era tremenda y mis fluidos manchaban mis pantalones.
Entramos en nuestro dormitorio y Miguel Angel ordenó a mi esposa que se desnudase muy lentamente. Miguel Angel se bajó sus pantalones y el bóxer dejando al aire una verga de unos dieciocho centímetros, gruesa muy gruesa, y comenzó a masturbarse, muy despacio, con deleite, contemplando a mi esposa.
Alba, sin pronunciar palabra, bajó la cremallera de su falda, la cual cayó a sus pies.
– “Retira la falda, cabrón de mierda”, me dijo Miguel Angel. Tiré la falda a un lado.
– “Acércate, quiero verte bien de cerca”, ordenó Miguel Angel a mi esposa.
Alba se acercó a Miguel Angel. Con una de sus manos se masturbaba su enorme verga y con la otra empezó a sobar los muslos de mi esposa.
– “Qué buena estás, cacho zorra, qué suerte ha tenido el mierda de tu marido y el viejo de tu vecino”.
La mano de Miguel Angel se posó sobre el tanga de Alba y una par de dedos se introdujeron en su interior.
– “Está empapada la muy zorra”, exclamó, sacando los dedos y llevándoselos a la boca.
Acto seguido le dio la vuelta a mi mujer.
El culo de Alba quedó a la altura de la cara de Miguel Angel, sus poderosas manos agarraron las nalgas de mi mujer con fuerza. Separó el hilo dental y abriendo los cachetes del culo lamió la raja de mi esposa de arriba abajo. Alba dejó escapar un suspiro de placer.
– “¿Te gusta, zorra?”, dijo Miguel Angel.
Alba no contestó.
– “¿Te gusta, puta?”, volvió a decir, y acto seguido tras dar una tremenda nalgada a mi mujer metió su mano por la entrepierna e introdujo dos dedos por debajo del tanga acariciando su hinchado clítoris.
Yo contemplaba la escena totalmente extasiado, Oscar se me acercó y me ordenó:
– “Mastúrbate, cornudo asqueroso, disfruta como solo pueden hacerlo los pajilleros, menéatela mientras contemplas cómo un verdadero macho se folla a tu linda mujercita”.
Y obedeciendo sus órdenes, procedí a bajarme el pantalón y a meneármela.
Alba gemía como una verdadera perra en celo, mientras Miguel Angel continuaba pajeándola con deleite. Oscar se acercó a Alba y procedió a quitar su blusa y el sujetador.
– “¿Te gusta ver como otros hombre meten mano a tu esposa y se la follan?”, me dijo Oscar.
– “Sí”, contesté mientras incrementaba el ritmo frenético de mi masturbación.
– “¡Qué cabrón de cornudo!”, dijo Miguel Angel entre grandes risotadas. Y añadió :
– “¡El rival de su mujer la está masturbando y él ahí con su pollita en la mano pajeándose. ¿Quieres que me folle a Alba?. ¡Contesta, cornudo!”.
– “Sí, por favor, fóllate a mi esposa, Miguel Angel”, acerté a decir.
– “Y tú, Alba, mi jefa y superior en la empresa, ¿quieres que te folle?”.
– “Siiiiiii”, respondió entre gemidos de placer.
– “¿Sí que, zorra? ¿Qué quieres que te haga?”.
– “¡Fóllame cabrón, fóllame y hazme tuya!”.
En ese mismo instante, Alba tuvo un tremendo orgasmo, apretó sus muslos con fuerza aprisionando las manos de Miguel Angel, mientras se corría entre grandes espasmos.
– “Se ha corrido en mi mano, cornudo pichafloja”, me dijo Miguel Angel, y en ese mismo instante tres grandes chorros de leche salieron disparados de mi polla.
Mientras tanto, Oscar, sentado en un butacón, había grabado con su cámara toda la escena mientras fumaba un pitillo.
– “Quítale a tu esposa el tanga, cabrón y túmbala en la cama”, me ordenó Miguel Angel.
Sumisamente bajé el tanga de mi esposa, y sin saber por qué se lo entregué a Oscar, el cual lo olió y comenzó a masturbarse con él. Acto seguido cogí a mi mujer de la mano y la tumbé sobre
la cama.
– “Eso está muy bien, cornudo, abre las piernas de tu linda esposa”, dijo Miguel Angel.
Sumisamente abrí las piernas de mi mujer para el macho que se la iba a follar, dejando a su vista todas sus intimidades. Contemplé la cara de Alba, sus ojos estaban entrecerrados, su rostro reflejaba lujuria y sexo.
Miguel Angel, completamente desnudo y con una erección descomunal, mirándome con cara de total y absoluto desprecio, me dijo:
– “Quítale la alianza a tu esposa”.
Sin comprender nada, se la quité.
– “Dame la tuya”, me ordenó, y dócilmente se la entregué.
– “¿Qué te propones?”, le preguntó Oscar a Miguel Angel.
Sin decir nada, Miguel Angel empezó a acariciar el cuerpo de Alba con nuestras alianzas. Primero sus pies para ascender por sus muslos, sus nalgas y su espalda, su cara, sus pechos, aureolas y pezones. Alba no paraba de gemir y jadear, el frío contacto del oro en su cuerpo hacía que se arquease de placer. Miguel Angel con una mueca desencajada de gozo en su rostro introdujo los anillos en el coño empapado de mi esposa y empezó a masturbarla nuevamente.
– “¿Qué sientes, Alba?”, preguntó Miguel Angel a mi esposa.
– “Placer”, contestó ella totalmente entregada a sus caricias.
– “¿Quieres que te penetre?”, dijo su rival en la empresa.
– “¡Sí, fóllame, te lo suplico!”, contestó.
Grandes carcajadas salieron de la boca de Miguel Angel.
– “Maldita perra, me has puteado en el trabajo, me has hecho la vida imposible y te tengo aquí completamente desnuda suplicando que te folle, que te dé lo que el cornudo pichafloja de tu esposo no sabe darte. Voy a follarte Alba, pero todavía no, tendrás que esperar”.
– “Eres todo un cabrón”, le dijo Oscar a Miguel Angel mientras se pajeaba, y añadió:
– “Te lo dije, ella es una verdadera puta y él es un cornudo de mierda. Fóllatela”, y dirigiéndose a mí me dijo:
– “Y tú, cornudito, ya sabes… ¡a pajearte!”.
Miguel Angel tiró con despreció nuestras alianzas, bajó su cabeza hasta los pies de Alba y sacando su asquerosa lengua empezó a lamer el cuerpo de mi deseable esposa, sus pies, sus tobillos, sus muslos y culo, su cara, sus pechos y pezones bajando a su vientre y finalmente su coño.
Alba no paraba de gemir y gritar, y cuando la experta lengua de Miguel Angel toqueteó sabiamente su clítoris mi esposa alcanzó un segundo y profundo orgasmo estallando entre jadeos y gritos de placer.
Miguel Angel alzó las piernas de Alba, la abrió totalmente, su enorme pollón estaba a escasos centímetros de los labios vaginales de mi esposa. Me acerqué como un verdadero cornudo dispuesto a no perderse el espectáculo de ver a su esposa follada por un verdadero macho. Agarré las nalgas de Miguel Angel y empujando despacio hice que la enorme verga del rival y enemigo de mi esposa fuese penetrando a mi amada mujer.
Primero entró el glande entre los suspiros de Alba, y luego el tronco hasta que los huevos de Miguel Angel chocaron con la entrepierna de mi esposa. Miguel Angel propinó a mi esposa una tremenda follada, el mete-saca era brutal.
Yo contemplaba la escena totalmente fuera de mí, estaba viendo como la enorme verga del rival de mi esposa la taladraba una y otra vez sin que hiciese nada por evitarlo. Una voz, era Oscar, susurró a mi oído:
– “Estás deseando cascártela, ¿verdad?”.
– “Sí”, dije con voz débil.
– “Hazlo y compórtate como un verdadero cornudo, meneátela”.
Siguiendo las órdenes de mi despreciable vecino, comencé a masturbarme como un pajillero en celo.
– “Lame el culo y los huevos del macho que se está follando a tu mujer mientras te sigues masturbando”, ordenó autoritariamente Oscar.
Sumisamente me acerqué, Miguel Angel continuaba follándose a mi mujercita, Alba gemía y jadeaba de gusto, el culo y los huevos de Miguel Angel quedaron a escasos centímetros de mi cara, saqué mi lengua y lamí la raja del culo y los enormes testículos llenos de leche del macho que se estaba follando sin piedad a mi esposa. Me corrí como un cerdo nuevamente.
Pasado un rato, Alba tuvo un nuevo orgasmo, más largo y profundo que todos los anteriores, su coño destilaba grandes cantidades de flujo consecuencia de la tremenda follada y placer que le estaba dando Miguel Angel. Éste seguía dandole fuertes pollazos.
Pasado un rato, gritó que estaba a punto de correrse.
– “Córrete sobre su cuerpo, córrete sobre ella”, gritó Oscar.
Miguel Angel descabalgó a mi esposa y meneando su enorme verga se corrió entre grandes gritos sobre las tetas de Alba.
– “Toma leche caliente, maldita zorra”, gritó casi al borde de la locura, y cinco o seis enormes trallazos de leche salpicaron y mancharon los pechos de ella.
Miguel Angel quedó exhausto, Oscar por su parte seguía masturbándose, se acercó a Alba, puso su verga a la altura de su boca. Mi esposa cogió el tremendo pollón de mi despreciable vecino y se lo introdujo en su boca. Lamió su glande, su tronco y sus huevos, se tragó todo su líquido preseminal.
Oscar no aguantó mucho y gritándome me dijo:
– “¡Mira cornudo de mierda! ¡Me corro sobre la cara de tu esposa!”, y grandes y potentes chorros de lefa mancharon la cara y el pelo de Alba.
Todos quedamos exhaustos después de la tremenda follada que Miguel Angel, el rival y enemigo de mi esposa en la empresa, le había dado.
Sin tiempo a limpiarnos, Oscar se dirigió a mí y me dijo:
– “Tú, cornudito, con tus propias manos, vas a extender por el cuerpo de tu esposa la leche de sus machos”.
Mi humillación era tremenda. Con mis propias manos unté el cuerpo de mi mujer con la leche de los dos hombres que tanto placer le habían proporcionado. Cuando pensaba que mi humillación no podía ser más grande, Oscar me ordenó que lamiese la lefa que había extendido con mis propias manos sobre el cuerpo de mi mujer.
Los dos machos se reían a grandes carcajadas viendo mi humillación. El rostro de Alba reflejaba una mirada de lujuria que nunca había visto, pero lo que más me atemorizó fueron sus palabras.
– “Chicos, ¿veis que maridito tengo? No le importa que varios hombres se follen a su esposa. ¡Eres un cornudo pichafloja que nunca has sabido darme lo que una mujer necesita! Tiene que ser tu viejo y odioso vecino y mi rival y enemigo en la empresa quienes me den lo que realmente necesito”.
Aquel fin de semana, Oscar y Miguel Angel se follaron a mi esposa muchas veces, los dos a la vez, en nuestra cama de matrimonio, en la cocina, en todas las dependencias de casa. No se cuantas veces me masturbé, pero recuerdo especialmente cuando primero Miguel Angel y luego Oscar se corrieron dentro de ella, ya que Alba por orden de Oscar había dejado de tomar la píldora.