Con la sorpresa dentro – Primera parte
Primera parte:
Martha se había estado comiendo las uñas mientras esperaba a su amiga. Hacía tan sólo unos minutos se lo había contado por teléfono y no podía creerlo. Paty se había decidido y al fin lo había hecho. Martha no era capaz de asimilarlo. No le dio muchos detalles de cómo, pero una cosa era clara, ella lo había hecho; se había atrevido a…
Se oyó el timbre y supo que era Paty, así que corrió a abrirle.
—¿Ay, pero por qué? Tú bien sabías que lo iba a hacer, te lo dije —le respondió a su espantada amiga.
—Pues sí, pero esperaba que recapacitaras weona. Que vieras que ponías en riesgo tu matrimonio. Que te dieras cuenta de que estabas mal —dijo Martha, alterada.
—Mira Martha, estuve planeando esto desde hace tiempo, ya, así que no fue una decisión precipitada, ni a la ligera. Y no, no estoy mal. Tú bien sabes porque lo hice; le estuve pidiendo a Enrique que nos embarazásemos desde hace más de dos años y nada.
—Ay, pero tú debiste tenerle paciencia. Además, ¿qué tal si…?
—Nada de eso. Él no tiene problema alguno, ya te dije. De entrada, Enrique nunca aceptó a acompañarme a un especialista. Si hubiésemos descubierto que él tenía un problema de esos, hubiéramos tomado una alternativa, pero nunca se vio interesado. Lo que pasa es que no quería asumir el compromiso, la responsabilidad, pero ahora se amuela —dijo con énfasis Paty.
Martha no podía verse más impactada.
—Oye, pero todavía no sabes sí…
—¿Si ya quedé? No, claro. No esperaba quedar a la primera. Sería muy poco probable. Pero Pierre me dijo que él se comprometía a dejarme embarazada. Que por intentos no pararíamos —dijo Paty, y sonrió socarrona.
—Ay Paty —expresó, pesarosa, Martha.
—Ay amiga, tú ni te apures. Vas a ver que nada más se entere de que va a ser papá —y diciendo esto, Paty hizo una seña de comillas, con dos dedos de cada mano—, Quique se va a poner súper feliz. Es la cosa más natural del mundo —dijo Paty.
—¿Lo más natural? ¡¿Engañar a tu marido y embarazarte de otro es lo más natural?! ¡Estás faltando a tu matrimonio! ¿Cómo pudiste? —dijo Martha, realmente cimbrada por la actitud de su amiga—. ¡¿Cómo pudiste engañarlo?! ¿Cómo puedes ponerle el cuerno y encima querer embarazarte de alguien más?
—Ay amiga, tú siempre de espantada —y Paty tomó una uva del frutero y se la llevó a la boca.
A Martha le pesaba aquello quizás porque se hallaba en similar situación. Bueno, ella no tenía exactamente el mismo problema que Paty, puesto que Jorge, su marido, sí estaba dispuesto a tener hijos. A ambos les ilusionaba, de hecho, pero lo habían estado intentando desde que se casaron sin éxito. Incluso, ellos sí habían acudido a un especialista y ya se habían hecho exámenes.
Los días pasaron y mientras Paty gemía y gemía, siendo ayuntada por aquel hombre de 1.90 y de aspecto atlético que era Pierre (su amante, o mejor dicho su semental) sonó el timbre de su celular.
Demostrando que aquel ruido no le interesaba, Pierre siguió arremetiendo con contundencia contra ella, a quien tenía bien flexionada de piernas, totalmente dobladas sobre sí misma. Él le brincaba y brincaba encima, emitiendo una respiración agitada, como si estuviese haciendo un ejercicio exigente, aunque habitual; dado su resistente estado físico; mientras que la otra lo recibía extenuada, expulsando gemidos que bien a bien no se sabían si eran lamentos por la terrible carga recibida, o si eran expresiones de satisfacción total.
Pero tan insistentes fueron las llamadas a su celular; puesto que terminaba una serie de timbrazos e inmediatamente iniciaba otra; que la mano de Paty buscó a ciegas el aparato por sobre la fruncida sabana.
Cuando dio con él lo tomó y de reojo vio de quién se trataba. Al ver que era su amiga contestó inmediatamente.
—Bueno, Martha…, ¡ay, espérate! —le gritó a su atacador para que la dejara en paz por un segundo y ya no le rebotara más encima—. Sí Martha, ¿qué pasa? Espérate, espérate, ya voy para allá —y Paty se levantó de la cama.
Por el tono de voz en su amiga, Paty decidió dejar la cópula a medias y fue inmediatamente a verla.
Nada más le abrió la puerta de su hogar, ambas amigas se abrazaron. Martha lloraba inconsolablemente.
—Bueno, ¿me vas a contar lo que sucede? —dijo Paty, poco después.
—Ay amiga —dijo sollozando Martha—. Me llegaron los resultados de los análisis… ¡Jorge es estéril!
Como Martha se soltó en llanto su amiga la abrazó.
—Cálmate, cálmate, no es el fin del mundo. ¿Qué dijo él? ¿Cómo lo tomó? —le preguntó Paty.
—No, él aún no lo sabe. Yo, pues, abrí el sobre antes de que él llegue.
—¿Cómo?
—Pues sí, estaba tan nerviosa que…
—Así que tu marido aún no lo sabe —Paty aclaró.
—No —aceptó Martha, secándose la nariz con un pañuelo desechable.
Paty sonrió maliciosamente y Martha lo notó.
—¿Qué estás pensando Paty?
—Nada, sólo la mejor solución para tu pesar —le dijo sonriendo.
—No pensarás que yo… —comentó Martha.
—Pues sí. Haz lo mismo que yo.
—¡No, ¿cómo crees?! —gritó inmediatamente Martha—. Yo jamás engañaría a Jorge.
—Pero piénsalo, es la mejor solución. Si él no se entera, no habría…
—No, ¡jamás! ¿Cómo crees que me voy a dejar embarazar por un desconocido? —expresó Martha indignada.
—Pero si es como una inseminación artificial. Qué digo… es incluso mejor —y Paty sonrió—. Te gustará, te lo prometo. Bueno, lo digo por experiencia. Pierre es buenísimo para…
—¿Qué…? ¿Tú ya estás?
—Bueno, aún no, pero por intentos no hemos parado, si vieras…
—Cállate, cállate. Ni lo digas, que no quiero saber nada de eso. Yo amo a mi marido.
Martha se negó rotundamente a la propuesta de su amiga, sin embargo, no le dijo nada a su esposo sobre los resultados de los análisis, cuando éste llegó a casa. No se atrevió. Algo de lo que le había dicho Paty había hecho mella en ella. A pesar de lo sucio que aquello le parecía, la posibilidad que le había planteado su amiga ya germinaba en su interior (como pronto lo haría el producto del encuentro sexual que estaba por experimentar, aunque claro, ella aún no lo sabía).
Continuará…