MI PLAZA FAVORITA
Ante todo le envío un gran saludo a todos los lectores que en este momento disfrutan de una buena lectura para apasionar sus momentos, bien sea fantasiosos o reales. Esta es la primera vez que cuento mis experiencias a través de la Internet, herramienta muy de moda que no tiene barreras para ningún idioma.
Por el momento solo puedo decir que me llamo Angel, soy venezolano, nacido hace treinta y cinco años, soy un profesional en el mundo de la seguridad, soy alto, aproximadamente 1.75 mts, moreno, me es indiferente donde haga el amor, sea un hotel o fuera de él, aunque debo confesar que es mucho más divertido, placentero, excitante y emocionante fuera de él, y la mayoria de mis experiencias que poco a poco compartire con ustedes han ocurrido fuera de las aburridas y tormentosas cuatro parades de un hotel y en aquellos lugares en los que la imaginación no tiene cabida; puentes, estacionamientos, detrás de una empresa, detrás de una iglesia, plazas (como la historia que les presento a continuación que es de la vida real), etc; sin embargo, una belleza de mujer sin darse cuenta, cumplió mi fantasia acerca de cómo me encanta hacer el amor. Y esto lo voy a compartir con ustedes.
Soy además filmador o camarógrafo; es decir, la gente me contrata para grabar sus eventos; quince años, matrimonios, bautizos, y cualquier fiesta a la que sea contratado. Y lo que voy a compartir con ustedes pasó una mad**gada después de filmar un matrimonio.
La dulce muñeca que cumplio mi fantasia la llamaremos Zully. Ella es una catira despampanante, con una sonrisa que haria que a cualquier hombre se pare tan solo por ver su belleza a la hora de sonreir; tiene un cuerpo escultural y deliciosamente voluptuoso, ojos verdes que hacen relucir su belleza, acostumbrada a usar minifaldas cortas, con tacones super altísimos, y esto hace que culquier mortal sueñe hacer con ella las cosas que no podemos decir. Posee además, los melones más hermosos sobre la faz de la tierra, parecen romper cuanta blusa se ponga; y se le nota lo caliente que está porque se le paran los piquitos de las tetas. Yo estuve enamorado de ella y siempre me gustaba, solo que nunca hallé la forma de decirselo. No obstante, se había casado hace unos dos años con un teniente de la aviación y viviendo en la capital Caracas (o al menos, eso creía).
En la ciudad donde actualmente vivo hay una enorme plaza que a altas horas de la noche es el sitio propicio para que las parejas desahoguen sus deseos escondidos, y la lujuria se apodera del ambiente. Para llegar a ella hay que pasar por la avenida principal de la ciudad, donde primero se verá una plaza corta que está frente a la Alcaldia. Tres cuadras más adelante pasando por un boulevard, se encuentra la plaza que por siempre guardará mi secreto y mi fantasia hecha realidad.
La más hermosa de mis vivencias ocurrió en Agosto del año 2003. Eran las dos de la mañana, bastante fría por amenaza de lluvia, finalizaba un matrimonio que grabé, y unos familires de la novia me dieron la cola hasta la esquina de la avenida principal de la ciudad. Y tenía algo de frío aunque cargaba una chaqueta y debajo de ella una camisa negra manga larga y un bluejean.
Camino hacia abajo, paso por la plaza corta para agarrar un taxi con facilidad; en el momento en que me dispongo a agarrar el taxi, a mediana oscuridad en la distancia logro ver a una mujer sentada en los balcones de esa plaza adyacente a la Alcaldia. No podía ver bien quien era, y sin embago me acerqué para poder verla mejor, a riesgo de que me corriera, o fuese víctima de una emboscada. Como yo estaba un poquito tomado de tragos (alrededor de diez vasos de whisky de etiqueta negra), respiré hondo, dejé el taxi y me le acerqué. Cuando por disimulo le pregunto la hora y me dice que son las 2:30 de la mañana, sentí un escalofrio por todo el cuerpo cuando reconocí esa voz. Una voz que creí nunca iba a volver a oir porque hasta ese momento creia que vivia en la capital con aquel teniente.
Sin pensarlo dos veces, me arriesgué y le pregunté:
– ¿Eres Zully?
Ella levanto poco a poco el rostro y me clavó fijamente la mirada.
– Sí. ¿Y tu quien eres?
Por la oscuridad no podia distinguirme bien. Así que tuve que decirle aun con un nudo en la garganta, nudo hecho por la sorpresa.
– Soy Angel.
– ¿Qué Angel? Me pregunta.
– El que graba los matrimonios, quin te atendia en aquella tienda de video recomendandote peliculas y que siempre te tenia una sorpresa preparada cuando ibas a alquilar una pelicula.
Ahí fue donde recordó con plenitud quien soy. Se levantó de golpe donde etaba sentada y me dio un fuerte abrazo, esa clase de abrazos que se hacen inmortales y que nunca se olvidan.
– Oh claro. Tiempo sin verte. ¿Qué te has hecho?, diciendome esto mientras me abrazaba con un frenesí incontenible.
– Tu sabes, defendiendome un rato por aquí y otro por alla, haciendo lo que puedo.
Cuando logro verla por primera vez desde que se casó, cargaba exactamente el mismo vestido que le vi antes de casarse; blusa rosadita que pareciera no aguantar y romperse ante el volumen de sus deliciosas tetas; una minifalda jean, que solo bastaba una leve brisa para leventarla y así poder ver lo que hay debajo de ella; y unos tacones super altísimos, que me hicieron tambalear y leventar de inmediato mi “espíritu”. Cargaba también una mochila llena de ropa y cosas personales.
Apenas alcance a preguntarle:
– Y eso, ¿qué te trae de vuelta por aquí?
– Me separé de mi marido.
Debo confesar que aquello me hizo sentir un escalofrío, y le sentí un tono de tristeza.
– Pero ¿Por qué? Digo, si se puede saber. No es obligatorio que me lo cuentes, si no lo quieres hacer.
– Tenia amores con otra mujer mejor que yo, y no solo eso, tiene un hijo con ella.
Era la tristeza que tenia acumulada, y fue tanta que no pudo más y arrancó a llorar. No me quedo otro camino que intentar consolarla.
– Orita quisiera tomar hasta no saber de mí, dijo.
En la fiesta que grabé temprano me regalaron una botella de whisky que tenía guardada en mi bolso, donde guardo la cámara y los accesorios. Procedí a destaparla. Le dije:
– Tengo esta botella de whisky que me regaló un cliente por filmar el matrimonio de su hija; lo único malo es que no hay vasos.
– No importa, vamos a comprarlos en la tasca de allá abajo; es la única tasca que está abierta día y noche, me dijo.
– Ok. Vamos para allá, le respondí.
Agarró su mochila, nos levantamos del banco y caminamos tres cuadras hasta llegar a la tasca donde venden los vasos. Hacía tiempo que no hablábamos tanto y durante el trayecto me contó de su travesía terrible, lo que tuvo que hacer para abandonar al ser que destruyó su corazón y casi asesina su alma; de hecho, ella se vino sin él saberlo.
Llegamos a la tasca y compramos los vasos, además de pedir cigarros y suficiente hielo para la ocasión; esta era prácticamente una cita a ciegas sorpresa con una bella mujer y debo confesar que habían muchos momentos en los que no sabia como reaccionar.
Nos fuimos a la plaza principal de la ciudad; yo calculaba más o menos las tres de la mad**gada, aunque el tiempo se va volando cuando uno está con una bella mujer. Y más aun cuando la noche está muy oscura y no se ven las estrellas y hay amenaza de lluvia. Y con el ambiente frío, yo cargaba una chaqueta gruesa impermeable y reversible, pero como no tenia frío y ella sí, se la dí.
Cuando llegamos, la plaza no estaba tan iluminada como en otras ocasiones, estaba a medio iluminar. Nos ubicamos en unos bancos medio visibles que se encuentran al frente de la estatua, y allí procedí a servirle whisky a ella y a mí. No obstante, y a pesar de los muchos esfuerzos que hice para evitar la conversación, volvimos a caer en ella sin querer cuando vimos pasar a una pareja de enamorados a lo lejos, y ella se sintió desolada. Intenté calmarla.
– Zully cálmate. No te me pongas triste porque me vas a hacer sentir mal a mí.
– Lo siento. No puedo evitarlo.
Mientras le sirvo el vaso de whisky y ella me observa cómo se lo servía, ella me dijo:
– Disculpame. ¿Te puedo hacer una pregunta personal?
– Claro que sí, le contesté.
– ¿Todavía yo te gusto?
Confieso que esa era una pregunta que no esperaba, es como en el beisbol, que te ponchan sin tirarle, porque te dejan pasmado. Yo me acababa de llevar un padazo de hielo a la boca, y me hizo tragar profundo, incluyendo el hielo que tenía yo en la boca.
– Sí. Todavía me gustas mucho. ¿Por qué la pregunta?
– Por nada-, dijo.
Sin embargo, no le creí mucho. Algo me decía que ella adivinó mis pensamientos en el hecho que ella me ha gustado toda la vida. Le sentí una leve sonrisa cuando me sintió tragar.
– Te sentí tragar profundo. ¿Por qué?
– Porque me hiciste una pregunta muy sorpresiva. Y tan sorpresiva fue, que me hiciste tragar el hielo que tenía yo en la boca.
Se echó a reir; había logrado al menos quitarle del rostro la tristeza acumulada. Sin embargo, disimulo y le pregunto:
– Mi amor, ¿Acaso soy payaso?
– No, no es eso. Es que me causó mucha risa la forma en que me respondiste.
– Y en qué forma te respondí?
– No sé, así como suave e inocente.
– Voy a responderte así con frecuencia.
Otra sonrisa le logré sacar. Mientras le sirvo un vaso lleno de whisky ví que su cuerpo se estremecía y se erizaba por el frío. Yo me sirvo el último vaso porque la botella se había terminado y me siento a su lado y la abrazo, para que se caliente con mi cuerpo. Aunque tenia mi chaqueta igualito tenía frío, y no entendía por qué.
– Aquí tienes tu vaso.
– Gracias papito.
Con esa respuesta ahora era yo quien temblaba y sentia escalofríos; y ella se dio cuenta de ello y ahora era ella quien me dio un abrazo de esos que nunca se olvidan para que te calentaras mejor.
Trato de reponerme a esa inesperada respuesta y le digo, intentando mantener el equilibrio:
– A tu salud.
– Igual.
– ¿Ya te sientes mejor, mi vida?
– Sí, gracias a ti. No sé qué hubiera hecho si no te hubiese encontrado.
– Yo tampoco.
– No sé por qué eres tan especial. Siempre me has sorprendido con películas y ahora me sorprendes con esta cita y estoy contenta por ello.
– Esto no es exactamente una cita, pero ya sabes como soy. Cada vez que pueda, siempre voy a estar a tus ordenes.
– Gracias mi corazón.
Y me da otro abrazo, solo que esta vez el abrazo era mucho más prolongado que los anteriores. Como premio al haber superado en parte esa crisis, procedo a darle un beso en la mejilla; sin embargo, algo ocurrió que no sé cómo explicarlo aún hoy en día, ella rodó un poquito el rostro y el beso fue a desembocar en la mitad de sus labios. Al mínimo contacto con los labios, me hago el loco y lentamente me aparto, pero en la medida que alejaba mi rostro de ella, ella me acercaba más el suyo. Ahí ya no me cabía la menor duda que esta bella mujer se sentía necesitada de afecto y cariño, y lentamente acerqué mi rostro al suyo y gradualmente le fui dando un beso suave en los labios, y ella me devolvió un beso de fuego que hizo que se levantara mi “espíritu”.
Ya mi boca estaba sedienta de ella, después de ese beso que desenadenó la clamante solicitud de Zully por sentirse amada y deseada.
Lo único malo del asunto (o al menos, creía), es que comenzaban a caer unas gotas de lluvia. Como no había nadie en la plaza ni en los alrededores, nos trasladamos hasta las estatuas, allí dejé mi bolso a la vista en las escaleras de las estatuas donde se colocan las ofrendas florales, y ella su cartera, cubiertas todas por una bolsa gruesa que tenía ella guardada en su mochila, y así se evitaba que mi cámara y sus cosas personales se mojaban. Allí me dio otro beso mientras sentía las gotas de lluvia caer sobre mi cabeza; iba a decirle que nos fueramos a un lugar techado, pero ella me silenció con otro beso largo y profundo, y ante la urgente necesidad de sentirse amada y deseada, pude ver en sus ojos que de alguna manera ella iba a hacer que mi fantasía se convirtiera en realidad. ¡¡Hacer el amor bajo la lluvia!!
Allí comenzó el desenfreno de besos, abrazos, caricias y deseos como si nunca los hubiésemos tenido mientras la plaza era testigo junto con la lluvia de lo que estaba pasando. Nos estabamos liberando de todas las estrictas reglas convencionales que impone la sociedad, no nos importó el lugar, ni las condiciones; solo estabamos ella, la plaza, la lluvia que ya estaba en gradual aumento y yo; en realidad éramos dos necesitados, uno de amor y afecto, y el otro por pasión.
Con mi boca comencé a explorar la suya, a sacar el delicioso sabor a fresa que tenían sus labios, a la vez que mis manos recorrían lentamente su espalda, y liberar discreta y cuidadosamente las espectaculares tetas de la blusa que las oprimía; luego bajaron con mucha sutileza hasta llegar a sus apetitosas nalgas, comenzaron a apretarlas de tal manera que la situación superó el límite de la pasión, después que mi boca recorriera los labios, comencé a besarla en el cuello y se estregó fuertemente contra mi cuerpo, lo cual era un indicio que se sentía bastante abandonada. Quise llenar de amor el cuello para así pasar a otra etapa.
Sus manos apretaban y recorrían todo mi cuerpo; rostro, pecho, cabello, etc; todo lo que ella pudiera acariciar y apretar, incluyendo mi verga que ya estaba tan dura como el hierro.
Al mismo tiempo que mi cara se aloja en las voluminosas tetas, mis manos poco a poco se iban alojando debajo de la minifalda de ella, y cuando ellas empiezan a tantear debajo de la minifalda para acariciar sus nalgas y su corazón, ¡¡me encuentro con dos sorpresas!! No cargaba nada debajo de la minifalda y su corazón estaba recién afeitado.
Habiendo ya llenado de amor, pasión, lujuria y deseo todas las zonas abandonadas, procedí a quitarle un zapato de tacón alto y comencé a besar con mucha ternura sus piernas, y paulatinamente fui subiendo hasta llegar a su corazón afeitado, que ya estaba bastante húmedo y procedí con suavidad a darle la mejor mamada de cuchara que nunca olvidará. Mientras le quitaba la minifalda, comenzó a acariciar y apretar mi cabeza y mi cabello, mientras que sentía las gotas de lluvia en aumento y yo trabajando en su cueva húmeda a la vez que mis mano jugaban y apretaban las columinosas tetas de una mujer necesitada. De vez en cuando sacaba mi cabeza para respirar pero ella me la ponia de nuevo en su caverna, y así lo hice hasta sentir la primera vez que ella acababa en mo lás profundo demmi garganta. Era tan delicioso que terminé tragándome todo el jugo que salía de allí.
La lluvia ya estaba en todo su esplendor, como queriendo impedir que alguien viese el más hermoso espectáculo de amor que estaba sucediendo como queriendo decir que es la única que tiene todos los derechos exclusivos para ser testigo de ese acto.
La cosa no terminó allí. El mismo procedimiento que le apliqué a ella, ella me lo aplicaba a mí ahora. Me quitó la camisa, zapatos, pantalón, etc. Con su voz excitada me preguntó:
– ¿Y tu interior?
– ¿Cuál interior mami? Yo no uso ropa interior.
Aquello creo que la encendió mucho más, porque estaba tan roja que parecía un horno que quemaba todo lo que se le cruzara. Su candente lengua pasó por mi boca, mi cuello, mis labios, mi pecho, en una palabra todo mi ser, hasta alcanzar mi verga que estaba ansiosa de entrar a su caliente boca. Habiendo descansado de esa mamada que le di, nos acostamos en el piso y ella se puso encima de mí. Una vez más volví a clavar mi lengua en su cuchara a la vez que ella clavaba su boca en mi tolete y allí el desenfreno y el deseo se apoderó de los dos, mientras que la lluvia, la plaza y la media luz eran testigos de ese volcán de amor, de esa pasión de fuego que estaba pasando.
Así estuvimos en un inolvidable 69 en el que ella se metía con mucho frenesí mi tolete hasta el fondo de su garganta, y en que ella se vino una vez más en mi boca, que era para mi un alimento dulce, el néctar de la savia de Zully, néctar que nunca olvidaré.
En la misma forma que estuvimos, mientras que la lluvia nos golpeaba con fuerza, ella se montó encima de mí dándome la espalda. Me cabalgó como quiso, tanto con cariño como con furia y así duramos un buen rato hasta que cambiamos de posición. Yo seguía en el piso, pero ahora ella se había dado la vuelta para verme de frente sin sacarse mi tolete de su mojada cueva. En el rato que me cabalgó sentí que se vino dos veces y estaba casi no podía más por tanto movimiento; así que ahora me tocaba a mí hacer el trabajo.
Me paré y la puse frente a mí. Con tan sólo colocarle mi verga en la entrada de ella, el tolete se fue solito por esa húmeda caverna. Nos abrazamos y besamos con tanta fuerza, que habíamos pasado de lo suave a lo salvaje; mientras más duro me mordía, más fuerte le daba. Aquellas embestidas eran para hacerla gritar. Hoy no sé como ella no gritó, porque esa era una embestida bestial. Trataba de buscar su boca con la mía para evitar tantos gritos, pero su boca estaba mordiendo mi cuello tan fuerte que creí que me lo iba a arrancar. En ese vaiven se vino dos veces más.
Decidí descansar unos breves segundos y decidí darle la vuelta para ponerla en cuatro. Ya mi verga entraba “como perro por su casa” como decimos aquí y ninguno de los dos lucía cansado, porque la lluvia nos daba la suficiente energía para continuar; luego me tocó a mí montarme encima de ella, y así estuvimos un largo rato, mientras que ella me apretaba con sus piernas con mucha fuerza. Allí se vino una vez más. Se lo saqué, agarré mi verga, se la puse en sus tetas y comencé a hacerle la paja chilena, como se dice aquí, que consiste en colocar la verga en las tetras de la mujer. Duré un rato mientras le masajeaba y apretaba sus tetas y mi verga introduciendose en el medio de ellas, pero ya me llegaba el momento de acabar; ya no podía más.
Y creo que sin darme cuenta le di algún indicio a ella, porque ella estaba lista para recibir mi material que iba a salir disparado como misil. Se acerca el momento, ella está atenta, aprieto con fuerza sus tetas, se me sale un suspiro de exclamación, es el momento que esperaba para prepararse, y en ese momento, de mi verga salen las vitaminas que requieren el cuerpo, muchas de ellas caen en la boca de ella, otros se riegan en sus tetas, mientras que se traga parte de mis vitaminas, siguen saliendo vitaminas de mi verga, se las riesgo en sus tetas, ella me ayuda, y yo me recuesto a su lado a la vez que me exprime para ver si sale más vitamina. Ya no quedaba ni una gota, casi toda había io a parar a su boca cuando acabé, y otra parte a sus tetas.
Descansamos un buen rato y aprovechamos un árbol bastante mojado por la lluvia que ya comenzaba a disminuir su intensidad, movimos el árbol y nos bañamos juntos allí, como si fuera el paraiso de Adan y Eva, frente a frente, juntos los dos, muy cerca, muy pegados, su pecho junto al mío. Yo todavía no lo podía creer.
Nos secamos con un paño que ella tenía en su mochila, nos pusimos nuevamente la ropa que teniamos puesta cuando nos encontramos y nos dirigimos a la esquina a agarrar un taxi, eran ya casi las seis de la mañana, mientras que la lluvia, ya menuda, se esforzaba por retardar el amanecer y ocultar el más hermoso acontecimiento de amor ocurrido en esa plaza que siempre recordaré. Despues tomamos el taxi con destino a mi casa, donde le ofrecí café y también mi cálida cama para que pudiera descansar y dormir plácidamente; y mientras observaba a la hembra más bella durmiendo y descansando, yo era el vigilante de su sueño, el guadián de su descanso, y el precursor de su nueva faceta en la vida.
Nunca logré nada serio con ella, sin embargo, me siento satisfecho de haberle dado un motivo de enfrentar la vida. De vez en cuando me llama, y estamos en contacto aunque estemos lejos, separados por ciudades y klómetros; siempre nos unirá la experiencia vivida en la plaza, independientemente donde estemos, siempre estaremos en el corazón de cada uno. Ella es mi primera experiencia fuera de las cuatro paredes ordinarias y aburridas de un hotel.
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