Otra vez sobre la espalda de Solange
Otra vez sobre la espalda de Solange
Había tenido sexo anal con mi cuñada Solange cuando ella nos visitó en Los Angeles. Naturalmente, jamás se enteró mi dulce Anita que me había cogido a su hermana…
Unos meses después de eso, Ana y yo regresamos por una semana a Buenos Aires, con la idea de visitar amigos y parientes cercanos. Mi cuñada Solange estaba entre estos últimos…
Esta vez le tocó a ella recibirnos en el aeropuerto al llegar. Luego de abrazarse y besarse con Ana, Solange me dirigió una mirada algo fría, pero me besó y abrazó efusivamente… casi con bastante calentura.
Pasamos unos lindos días visitando amigos. Un sábado a la noche, una amiga de Anita nos invitó a una fiesta por su cumpleaños. Solange y otros amigos en común también serían de la partida.
La fiesta era en el jardín de una antigua casona enorme, en las afueras de la ciudad. Había canilla libre, así que muy pronto nuestro grupo comenzó a transitar todas las posibles etapas de una buena curda, comenzando por la algarabía y la locuacidad, después afloró el exceso de cariño y algunos finalmente terminaron en el proceso depresivo… Solange fue una de las más afectadas, pero al principio Ana y yo no lo notamos.
Así empapados en alcohol como estábamos, Ana y yo fuimos a la pista de baile dentro de la casona y comenzamos a movernos sensualmente al compás de la música lenta.
Luego comenzó a llenarse de más gente el lugar y me encontré con mi esposa en mis brazos, besándonos como adolescentes y manoseando nuestros cuerpos en la relativa protección que nos daba la oscuridad y los juegos de luces.
Después de calentarnos mutuamente por un buen rato, Ana me tomó de la mano y nos refugiamos en el parque, en un lugar bastante escondido entre unos arbustos.
Hice que Ana apoyara sus manos contra un árbol y yo me ubiqué a sus espaldas, levantando su vestido y deslizando su breve tanga hasta sus tobillos. Enseguida saqué mi verga endurecida y la apoyé sobre los labios vaginales de Ana. Ella no necesitaba ninguna preparación previa, su concha húmeda me dijo que estaba lista para recibir mi verga sin perder más tiempo. Siempre nos excitó a ambos coger en un lugar público, a la vista de cualquiera que pudiera descubrirnos…
Estaba concentrado en los gemidos de Ana, que recibía mis tremendas embestidas, cuando me pareció oír ruidos detrás de nosotros. Sin dejar de bombear la dulce y cálida concha de Anita, giré mi cabeza para ver quién era el que nos miraba.
La sorpresa fue encontrar a mi cuñada Solange parada ahí, a unos pasos, mirándonos con expresión azorada mientras Ana y yo cogíamos apasionadamente.
Le hice un gesto para que no dijera nada y se fuera de allí. Solange obedeció parte de mi pedido, ya se quedó callada pero mirando sin moverse del lugar. Yo seguí entrando y saliendo de Anita, acrecentando mi ritmo hasta acabar dentro de su húmeda vagina.
Cuando giré mi cabeza, Solange ya se había apartado y pude verla alejándose de manera algo tambaleante. Ana y yo nos acomodamos la ropa, pero no le dije nada sobre la presencia de Solange. Regresamos al interior de la casona, encontrando a algunos amigos pero no a mi cuñada.
Alguien le comentó a Ana sobre el lamentable estado etílico de Solange y entonces nos separamos para buscarla en diferentes lugares. La encontré finalmente sentada en un banco de piedra del parque. Me dijo que ya se sentía mejor y me pidió un vaso de agua. Cuando regresé, Solange bebió el vaso completo y por fin sonrió luego de varios días de tener una actitud seria conmigo…
Me pidió si podíamos quedarnos un rato afuera, porque quería tomar aire fresco.
De repente Solange hizo un movimiento rápido y se sentó sobre mi regazo, de espaldas a mí. Comenzó a moverse suavemente al compás de la música que llegaba desde el interior. El roce de sus nalgas comenzó a provocarme una paulatina erección. Mi cuñada lo notó y comenzó a refregarse más rápido sobre mi verga.
Solange sonrió y me preguntó socarronamente, sin dejar de frotarse sobre mí;
“Qué pasa, cuñadito lindo… no fue suficiente con lo que vi hace un rato?
Yo sonreí para mis adentros y no le respondí, pero la tomé por la cintura y la apoyé sobre mis piernas, para que ella sintiera mi verga ahora dura entre sus cachetes.
De repente Solange giró su cabeza y me comió la boca con un beso de lengua profundo y húmedo. Le devolví el beso mientras la aferraba por sus caderas.
Le pregunté: “Adónde vas a llegar con todo esto?
Ella muy confiada retrucó: “Al mismo lugar donde te cogiste a tu esposa…”
No me dio tiempo a responderle, me tomó la mano y me arrastró hasta el mismo árbol donde había apoyado sus manos Anita un rato antes.
Quise protestar, diciéndole que no la iba a coger sin usar preservativo, pero ella se agachó y sacó mi verga endurecida, tomándola directamente entre sus labios…
Luego de un rato se incorporó para decirme: “Ahora es tu turno”, mientras se apoyaba contra el árbol, separaba las piernas y levantaba su minifalda, para mostrarme que no llevaba nada debajo.
Bajé mi mano y metí mis dedos entre sus labios vaginales, encontrándolos muy humedecidos. Pero Solange giró su cabeza, me miró en plena oscuridad sonriendo y tomó mis dedos, guiándolos a su entrada trasera…
“Estás segura, bebé… te la vas a aguantar por la cola…?” Le susurré al oído.
Pero mi cuñada no respondió, volvió a mirar hacia el árbol y se dejó llevar por el placer que sentía con mis dedos explorando el fondo de su estrecho ano. Finalmente me arrodillé y comencé a lubricar su entrada con mi saliva. Luego de un buen rato de pasarle mi lengua, Solange me tomó por la nuca y me dijo que ya estaba lista…
“Despacio… ya no tengo el culo virgen, pero tu pija es muy gruesa…” Me advirtió.
Comencé suavemente a tratar de meterle la punta bien endurecida. Solange comenzó a quejarse; pero me pidió que siguiera adelante. Finalmente logré metérsela entera y me quedé quieto unos instantes para que su ano se adaptara a mi tamaño.
Luego comencé con un vaivén muy lento, sintiendo que Solange también comenzaba a gozar y jadear. En unas cuantas embestidas, le llené el culo de leche, mientras mi dulce cuñadita gemía y temblaba sintiendo su propio orgasmo.
Nos acomodamos las ropas y regresamos a la casa. Ana sonrió aliviada al ver que Solange estaba bien. Le expliqué que habíamos estado afuera tomando aire para que pudiera recuperarse un poco de esa tremenda resaca.
Sin que Anita pudiera notarlo, Solange estiró su mano en la oscuridad y acarició mi bulto a través del pantalón, mientras le sonreía a mi esposa y le decía que yo era “el mejor cuñado del mundo”…
Todavía quedaban unos días más, como para verificar que Solange era la “mejor cuñada del mundo” también…