Nuevas experiencias

Nuevas experiencias
Elena tenía 19 años, y era muy guapa. Era morena con el pelo rizado, tenía unos ojos de color miel enormes y un buen cuerpo fruto del esfuerzo en el gimnasio. Era una chica normal, que estudiaba y salía con sus amigas. Ültimamente estaba más deprimida, puesto que la había dejado su novio hacía 2 meses.
Aquello fue muy doloroso para ella. “No sé como decirte esto ni si me vas a creer, pero he visto a Dani con otra”. Sandra se lo dijo mientras tomaban un café un día. Lloró mucho, se había reído de ella. Y se juró a sí misma que nadie más se lo volvería hacer en la vida. Había un chico en su clase, muy pesado, que no hacía más que escribirle por Whatsapp. Pero ella no quería nada con él, y además algo nuevo había entrado en su vida, como nunca antes le había pasado.

Era Nadia, una limpiadora rusa que tenían en casa desde hacía 2 semanas. Desde que había entrado por la puerta, Elena sintió algo extraño. No fue la impresión de que fuera una buena chica o alguien con quien entablar amistad, sino algo más fuerte. Algo que nunca había sentido.
Nadia era una rubia escultural, y Elena jamás había visto unos pechos tan grandes para un cuerpo tan delgado. Cuando Nadia hacía la colada, o fregaba; Elena se acercaba con algún pretexto para ver bailar sus senos al son de los movimientos rítmicos que hacía con la bayeta. Esos sentimientos extraños habían derivado a una verdadera atracción, y Elena estaba asustada.
“¡A mí siempre me han gustado los chicos!”- Pensaba para sí misma. De modo que atribuía los pensamientos recientes a la ansiedad posterior a su ruptura amorosa.
Aquel día Nadia había llegado a las 4 como siempre a trabajar, era Junio y ya hacía calor, así que llevaba una camiseta de tirantes ajustada por la que transparentaba un sujetador azul. A Elena le parecía ver los pezones a través de él. Además llevaba unos vaqueros desgastados que le hacían un trasero estupendo. Elena había ido a beber agua a la cocina, pero lo único que quería en realidad era admirar una vez más la silueta de Nadia. Mientras que estaba mirando sus pechos disimuladamente, Nadia levantó la mirada hacia ella. Elena apartó rapidamente sus ojos, pero no pudo evitar sonrojarse, le había pillado in fraganti.

Nadia se rió, y Elena se sonrojó más todavía. “¿Te gustan mis tetas?¿Quieres tocarlas?”. Elena no dijo nada. Nadia continuó: “A veces te he pillado mirándome, no se lo que quieres ni te conozco bien, pero si quieres tocarlas puedes.” A Elena aquello le excitó más todavía. Así que sin decir nada, se acercó con una media sonrisa. Cuando estuvo bien cerca, Nadia le cogió una mano y se la puso sobre un pecho. Elena sintió su cara arder, y no pudo reprimir el impulso de apretarla.
¡Ay! ¡Me haces daño!- Dijo Nadia mientras reía. “La verdad que no conocía este lado tuyo”- añadió. Elena solo dijo “Sí”. Sentía un impulso tremendo, así que cogió a Nadia por sus caderas y acercó suavemente su boca hasta la suya. Nadia estaba encantada, así que agarró bien fuerte a Elena por su trasero, y sus labios se fundieron en un profundo beso

Elena estaba muy excitada, así que de manera brusca trataba de meter su mano por debajo de la camiseta de Nadia mientras esta reía. Sin dejar de besarse, fueron hasta el salón donde aterrizaron en uno de los sofás. Allí continuaron besándose, hasta que Nadia se deslizó mientras besaba su cuello, sus pechos, su ombligo y llegando al sexo. Elena estaba bien mojada, y sudaba de puro placer. Nadia empezó a trabajar, y Elena empezó a temblar. Nadia era tremenda. Nadie le había comido nunca el coño como ella.

Nadia volvió a la boca de Elena, la besó y le susurró al oído: ” Ahora te toca a ti zorra”. Elena bajó con cierta timidez hasta el coño de Nadia. “Que ironía, es rusa pero tiene las ingles brasileñas” pensó. Una vez acercó su boca al sexo de Nadia, ya no hubo más vergüenzas. Nadia gemía a la vez que contraía sus piernas y le acariciaba el pelo, y llegado el momento; exhaló un gemido que hizo estremecerse a Elena.

Se besaron en el sofá largo tiempo, a Elena le excitaba profundamente el olor a fluidos mezclado con sudor, y sentir el cuerpo de Nadia sobre ella. Posteriormente, entre risas y bromas, se ducharon juntas, donde no pudieron evitar volver a jugar. Y sin darse cuenta, llego el fin de la jornada de Nadia, tenía que irse a casa.

Se despidieron con un gran beso en el zaguán. Nadia volvería el siguiente Jueves como todas las semanas, y entonces volverían a jugar. Cuando Elena cerró la puerta, se sentó exhausta en el suelo y pensó: ¿Cómo voy a aguantar hasta el Jueves?

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir