Ana en la oficina de Proyectos Especiales

Ana en la oficina de Proyectos Especiales
Ana en la oficina de Proyectos Especiales

Estaba sola en casa, a media mañana, cuando sonó el teléfono.
“Estoy muy caliente, quiero verte en mi oficina cuanto antes” Me dijo la voz.
“Por favor, no me hagas hacer esto, me va a ver mi esposo, qué le digo?”
“A tu esposo lo mandé lejos de aquí, no va a estar en todo el día” Contestó.
“Puedo negarme?”. Dije casi suplicando.
“Quiero que te vistas sexy, ya sabes cómo” Insistió sin darme respiro.
“Está bien, como quieras” Acepté resignada.

Aproximadamente una hora después entraba por ese largo pasillo que llevaba a la oficina de Proyectos Especiales. El silencio era sepulcral, solamente alterado por el taconeo de mis zapatos.
La secretaria de Presidencia sonrió disimuladamente, a sabiendas de lo que iba a suceder. Yo ni siquiera me digné en mirarla; era una pelirroja con cara de puta y posiblemente mi adorado esposo Víctor ya se la habría cogido…

Intempestivamente abrí la puerta de la oficina e inmediatamente me recibió la morbosa sonrisa de su único ocupante.
“Aquí estoy, qué vas a hacerme?” Le pregunté fastidiada.
“No te quejes, te encanta ser mi puta” Exclamó riéndose.
“Ya sabes que si el trabajo de mi marido no dependiera de esto…”

“Serías mi putita igualmente; vendrías aquí a coger, como a vos te gusta”
“Es todo un abuso de poder, nada más que eso” Le recriminé en voz baja.

“Vamos, putita, dejame mirarte bien” Dijo, recostándose en su sillón.

Lo miré fijamente por unos segundos y comencé a acercarme a él. Me había vestido realmente sexy, con un conjunto negro breve que realzaba mis piernas; escote a la espalda y por supuesto, tacos de aguja muy altos.
Llevaba un abrigo que dejé caer sensualmente mientras me acercaba. Sentía ya un poco de humedad entre mis piernas, mojando la fina tanga de seda negra que había elegido para esta ocasión.

Desafiante y con los brazos en jarra me paré frente a él, esperando más.
“Date vuelta, perra, quiero ver ese culo parado que tanto me gusta” Ordenó.

Obedecí lentamente, dándole la espalda. Sus manos fueron directamente a mis muslos, subiendo hasta acariciar mis nalgas por debajo del vestido.
“Qué culo increíble, Anita, cómo envidio al cornudo de tu marido”. Susurró.

Muy despacio fue bajando el cierre de mi vestido. Yo moví apenas mis hombros, dejándolo deslizarse por mis piernas hasta el suelo.
Quedaba solamente cubierta por las medias de nylon y mi diminuta tanga.

Yo estaba inmóvil, me excitaba el control que este tipo tenía sobre mí…
Por eso me fue casi imposible resistirme cuando me atrajo hacia él y me hizo sentar sobre su verga dura como una piedra. Pude escuchar un suave y contenido suspiro escapando entre mis labios.

“Cómo te gusta sentarte en una pija bien dura!” Exclamó a mi oído.
“No es verdad, me estás obligando sin darme otra opción” Retruqué.

Pero tampoco intenté detener sus manos que ya se deslizaban acariciando mis pezones endurecidos por la excitación.
Me sostuve del borde del escritorio, para que mi culo pudiera moverse…

“Así me gusta, perrita, que muevas ese lindo culo para mí” Sonrió otra vez.
“Hijo de puta” Mordí mis palabras entre dientes, con bronca.

“De rodillas, quiero que me la chupes” Me ordenó urgente.
En silencio y muy lentamente, me incorporé para dejar que él admirara la firmeza de mi culo. Me sorprendió el beso que me dio entre mis nalgas.

Él abrió las piernas, dejando que me arrodillara entre ellas y entonces le bajé el cierre del pantalón, sacando esa enorme verga que ya estaba dura.
Poniendo mi mejor cara de esclava sumisa abrí mis labios y metí su pija en mi boca, comenzando a lamerla.
El muy hijo de puta cerró los ojos y suspiró echándose para atrás:
“Así me gusta, nena, que me la chupes como una buena perra obediente”

De pronto se puso de pie, arrastrándome con él. Me volcó con rapidez sobre el escritorio, boca abajo, con las tetas contra el escritorio y el culo en alto. Me dio una soberbia palmada en mis nalgas desnudas.
Me entregué a él, sintiéndome totalmente dominada, mientras el turro me corrí la tanga negra apenas a un costado.
Mi raja recién depilada quedó libre para que el tipo accediera con su verga dura. Lo sentí penetrarme con brutalidad, como si quisiera hacerme daño a propósito. Me arrancó un alarido de dolor y también de sorpresa.

Se quedó quieto un par de segundos, me dejó clavada contra el escritorio, y temblando por la dosis de placer que recibía mi concha en ese momento.

“Te coge así tu marido?” Me pregunta mientras empuja con salvajismo.
“No” . Le digo entre gemidos.
“La tiene así tan dura?” Y vuelve a golear su pubis contra mi culo
“No” Respondo jadeando.
“Te hace gozar así?”. Insiste en mi oído.
“No, no…no…no”. Grito como una loca, mientras comienzo a empujar mi culo contra él, yendo al encuentro de su poderosa verga…

Por un buen nuestros cuerpos se mecieron al mismo ritmo en silencio; solamente algunos gemidos ahogados de él y mis jadeos de placer al sentir esa verga dura taladrándome sin piedad.

“Date vuelta” Me ordenó sacándome su pija.
Tomó mis tobillos y los ubicó sobre sus hombros, haciéndome abrir las piernas. Sin aviso, de repente, me volvió a penetrar salvajemente, dejándome ya sin ninguna defensa.

Continuó moviéndose sobre mi cuerpo mientras yo sentía su verga entrar hasta el fondo de mi concha, dejándomela literalmente al rojo vivo.

Sentí la llegada de mi orgasmo y clavé mis uñas en sus brazos, justo en el mismo momento en que él también explotaba dentro mío, llenándome la concha con su semen hirviendo…

El tipo se volcó hacia adelante, comiéndome la boca en un beso infernal. Mi orgasmo seguía todavía pasando a través de mi cuerpo; algo salvaje.
Respondí a su beso y entonces él se enderezó, arrastrándome hacia arriba. Quedé montada sobre su verga todavía dura, trepada sobre él, que me sostenía por su culo. Siguió subiéndome y bajándome a voluntad, mientras yo sentía los últimos espasmos de mi orgasmo…
Quedó muy agotado, cayendo sobre su sillón; conmigo todavía montada sobre él, moviéndome con lentitud, tratando de sacarle hasta la última gota de su semen…

“Estuvo genial, como siempre” Exclamé encantada.
“Me calienta mucho coger así, en mi propia oficina” Me contesta sonriendo.

Salí del baño luego de vestirme y volver a maquillarme.

“Hoy vas a volver temprano a casa, mi amor?” Le pregunté a Víctor.
“Voy a tratar, mi amor; esta noche la seguimos, pero vos vas a ser la señorita maestra muy severa y yo el alumno que merece ser castigado…”
Me contestó sonriendo.

Cerré la puerta de su oficina detrás de mí, sintiendo el semen de mi adorado esposo comenzando a deslizarse entre mis muslos…

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