La infidelidad de mi madre 2

Ashley Adams

La infidelidad de mi madre 2
Como lo dije al final del relato anterior, los pensamientos sobre la infidelidad de mi madre me consumían por dentro, es una sensación indescriptible el ser testigo de una situación como esa. Había momentos en que sentía culpa por dar por hecho algo tan delicado sin siquiera tener al cien por ciento todas las pruebas necesarias para acusarla de ser una mujer infiel, sin embargo todo apuntaba a ello. Tampoco es que mi padre no se lo mereciera, pues desde que tengo uso de la razón siempre fui conciente de su vida matrimonial y sus temperamental relación con mamá.

Casualmente por esas semanas mi padre no nos había mandado dinero para seguir con la obra de nuestra casa nueva, a los albañiles se les pidió que se tomaran un tiempo en lo que juntábamos el dinero suficiente para continuar con los trabajos. Sin embargo, mucha de la madera que utilizaban para sus andamios se quedó ahí. Inmediatamente pensé que sería una buena idea usar las tablas como escondite para espiar a mi madre y a su amante.

La casa aún no tenía focos ni ningún tipo de iluminación, solo la que le alcanzaba llegar del patio, y que siempre dejábamos encendida durante la noche, y la del poste de alumbrado público que estaba en la calle justo en la esquina de nuestro terreno.

Una tarde, sin que mi madre lo notara, entré a la casa nueva y acomodé varias tablas en una esquina justo frente a un cuarto que tenía andamios por dentro, ese sería un escondite perfecto porque prácticamente no habría forma de que se notara mi presencia, para hacerlo tendrían que agacharse y buscarme por debajo. Limpié cuidadosamente el suelo para quitar cualquier clavo usado que pudiera lastimarme, y además, coloqué un par de tabiques tras las tablas que acomodé para sentarme. A los lados puse algunos botes que se usaban para acarrear arena y mezcla. Ahora solo tenía que esperar a que llegara aquel día en que mi madre me diera indicios de que tendría un encuentro con su supuesto amante.

Pasaron muchas noches, casi un mes, y yo fingía dormirme temprano esperando que mi madre saliera a media noche, pero no sucedía tal cosa. Ni se iba a dormir tan tarde, ni volvía a usar esa falda negra.

Pero al fin llegó aquel día tan esperado, fue un martes, lo recuerdo perfectamente, terminé mis tareas escolares temprano y me bañé antes de cenar. Mi madre lucía particularmente atractiva esa noche, se había puesto una falda estampada con dibujos como si se tratara de un collage de periódicos, era algo extraño el modelo pero le resaltaba bastante bien sus caderas y sus respingadas pompas. También llevaba puesta una camiseta de tirantes algo ceñida que dejaba entrever un ligero escote que mostraba la parte superior de su pecho, justo en donde se ve esa línea que divide ambos senos. Recuerdo que ese día había tenido una junta escolar en el kinder en donde iba mi hermana más pequeña, intuí que el maestro habría disfrutado de un gran espectáculo con tal atuendo.

Terminamos de cenar y me metí a mi cuarto , mis hermanas veían la televisión y mi madre levantaba los trastos de la cena. Se dieron las diez y salí por última vez al baño, mi madre seguía sentada en la mesa mientras leía una revista. “Esa es una señal”, recordé aquellas noches cuando la vi salir sospechosa de la casa nueva en la mad**gada, también ese día se esperó a que yo me durmiera primero, y también estaba leyendo una de sus revistas.

Después de pensar sobre esa situación me despedí como si ya me fuera a la cama, escuché cuando ella salió hacia el baño y esperé hasta que regresara, apagó la luz y cerró su puerta. Mi cuarto tenía una pequeña ventana en la pared lateral que daba hacia el otro lado de nuestro terreno, yo cabía sin problemas y salí por ahí, no sin antes acomodar unas almohadas en la cama y ponerles encima mi cobija, para simular que yo dormía.

Salí de mi cuarto y me dirigí hacia la casa nueva por la parte de atrás, salté por la ventana del cuarto que sería mi escondite y esperé oculto en una esquina. Yo me asomaba de vez en cuando por la ventana hacia la casa, esperando a que mi madre saliera.

Ya después de un rato llegó el momento, escuché ligeras pisadas que se acercaban, al mirar hacia lo que sería nuestra sala la vi llegar con la misma falda que había usado durante el día. Se dirigió hacia la ventana ocultándose en la sombra, pues la luz de la lámpara del poste alumbraba una parte del área. Se sentó sobre una pila de bultos de cemento y esperó. Alcancé a percibir su perfume, se había preparado su encuentro, llevaba su cabello suelto, cosa extraña porque a pesar de que aún lo tenía algo corto siempre usaba un chongo para peinarlo.

No tardé mucho en notar un ruido parecido al de una bicicleta, ella se asomó por la ventana levemente y de repente llegó el tipo, saltó sobre la ventana silenciosamente, se dijeron algunas palabras pero muy quedito, no alcanzaba a escuchar con claridad.

Yo sentía que temblaba, estaba ahí, siendo testigo de algo prohibido. Mi madre sin esperar más lo abrazó dándole un beso profundo en la boca, yo escuchaba los chasquidos de unos labios que se besan con hambre, ella le acariciaba la espalda y él la tomaba de la cintura para después bajar sus manos hacia sus nalgas, esa imagen comenzó a excitarme de sobremanera.

El tipo la jaló hacia el centro de la sala donde había una estiba de tabiques, él se sentó ahí mientras abrazaba a mi madre masajenado sus pompas, para mi suerte un rayo de luz alcanzó el rostro de mamá, distinguí su sonrisa pícara mientras disfrutaba de las caricias que le daban.

– ¿Me extrañaste?
– Sí, ya tenía hartas ganas.
– ¿Ganas de qué?
– De tu verga.
– ¿Te gusta mi verga comadre?
– Sí.

Yo sentía que mi pene reventaba de lo duro que lo tenía, el escuchar esas palabras saliendo de mi madre casi me produjo una eyaculación instantánea. Acto seguido ella comenzó a desabrocharle el cinturón, le bajó el cierre y sacó su miembro. Yo no distinguia con claridad tal acción, pero era obvio lo que sucedía, ella tenía su cabeza justo entre las piernas del compadre haciéndole sexo oral.

Mi madre se tomó su tiempo disfrutando la faena, tardó mucho mamándosela hasta que él la detuvo. Enseguida él la tomó por detrás, ella recargó sus manos sobre los tabiques y levantó su cola, él alzó su falda y supuse que hizo su pantaleta de lado ya que en ningún momento vi que ella se quitara su ropa interior. En ese momento pude ver al tipo con su virilidad bien parada acomodándose para penetrarla. Ella levantó su cabeza y pude ver sus gestos de placer por la luz que entraba por la ventana, tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. El compadre le dio un empujó haciendo que ella soltara un gemido ahogado, conteniéndose por no gritar, y comenzó a bombearla.

Mi madre saboreaba con gustos las arremetidas que su compadre le propinaba, sus generosos pechos se contoneaban de un lado hacia otro y de vez en cuando él le metía las manos por debajo de su blusa. Ella gemía lastimosamente por cada orgasmo que tuvo, sólo fueron dos. Al final él terminó corriéndose encima de ella, entendí el porqué le dejaba toda la ropa manchada de semen.

– Límpiame sino tu comadre se va a dar cuenta- dijo él subiendo uno de sus pies sobre los tabiques, en ese momento la luz también lo alcanzó y pude ver claramente como se exprimía la verga que aún expuslaba las últimas gotas de semen. Mi madre inmediatamente comenzó a lamérsela sin escupir nada. Le pasó la lengua por todo el glande recogiendo cualquier rastro de leche.

Ella se levantó, se bajó la falda le susurró cosas que no alcancé a escuchar. Se dieron unos cuantos besos más y el término por irse saltando otra vez por la ventana.

Está de más mencionar que por fin supe quien era el supuesto amante de mamá, se trataba del padrino de mi hermana menor, él trabajaba en una granja de pollos, igual que mi padre antes de irse a Estados Unidos. En esa granja se rolaban turnos, supongo que le ponía de pretexto a su esposa que llegaba demasiado noche a casa por trabajar horas extra, y lo supuse porque mi padre también solía hacerlo.

Mi madre acomodó su falda y se fue hacia el baño. Al alejarse de aquel lugar fue entonces cuando aproveché para regresar a mi cuarto. Ya adentro la vi salir, y como se suponía, regresó con otra ropa puesta. Yo esperé unos minutos antes de hacerme la paja de mi vida, bastaron unas unas cuantas jaladas para correrme en abundancia.

En la mañana volví a revisar el bote que estaba dentro del baño esperando ver la ropa sucia de mi madre, pero para mi sorpresa no había mada. Supuse que la habría escondido en otra parte.

Desde ese día imaginé que sería testigo de varios encuentros, pero sucedió algo inesperado. Ese fin de semana mi madre nos dio la noticia a mis hermanas y a mí: mi padre había hablado con ella por teléfono anunciándole que en tres meses regresaría con nosotros.

Desde ese día madre no volvió a salir por las noches, y poco a poco dejó de usar esas faldas para siempre.

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