Mi inicio anal

Mi inicio anal
Antes de terminar la secundaria decidí que ya era tiempo de probar un poco de sexo oral y anal; algo que hasta entonces había visto solamente en películas porno. A esa edad ya me habían estrenado la concha…

El afortunado hombre idóneo para tal efecto, se me ocurrió que podría ser el mecánico del barrio, Javier. Era un tipo fachero, alto y musculoso, con fama de ganador entre las mujeres. Por eso me imaginé que su verga seria lo bastante grande para satisfacer mi fantasía de sentirme ahogada por un buen trozo de carne llena de venas y que apenas entrara en mi boca y que también me dejara el culo ardiendo en llamas.
Estaba segura que ese hombre era el indicado para complacerme bien…

Un sábado fue el día elegido; ya que por la tarde sus compañeros se iban temprano y Javier se quedaba un rato más, ya que él era quien acomodaba las herramientas y limpiaba el taller.
Me aparecí por el lugar vistiendo una blusa blanca bastante apretada a mi cuerpo y una minifalda negra bastante corta, que dejaba ver bien mis largas piernas. Unas sandalias de taco alto completaban ese atuendo, que yo pensaba sería lo bastante sexy como para convencer a ese hombre…

Al ver a Javier le pregunté por mi primo Fernando, que también trabajaba allí. Me miró de arriba abajo y después dijo que estaba él solamente ahí.
Decidí entonces seguir adelante con mi plan.
Me preguntó si podía hacer algo por mí y sonreí haciéndome la nena ingenua, diciéndole que tal vez sí…
Javier me miró las piernas, preguntándome qué necesitaba.

Entonces le dije que en realidad, había ido a buscarlo a él, no a mi primo. Solamente sonrió, sin entender demasiado.
“Tengo una fantasía y quiero cumplirla con vos…” Susurré mirándolo.
“Y cuál sería esa fantasía, nena?” Preguntó con expresión de asombro.
“Quiero chuparte la pija…“ Dije, con la voz algo entrecortada…
Javier sonrió con una mueca de lujuria digna de un degenerado. No dijo nada; se limitó a tomarme del brazo y me condujo hasta la oficina ubicada en el fondo.

Cerró la puerta a sus espaldas y entonces un ligero temblor recorrió mi cuerpo. Pude sentir que mis pezones se endurecían dentro de mi blusa.
Me dejó de pie frente al escritorio y tomó un trapo grande que parecía una sábana. Ahora también podía sentir que mi concha se humedecía…

Javier estiró esa sábana sobre el piso y me miró sonriente. Luego sus manos acariciaron mis muslos, levantando la breve falda hasta la altura de mi pubis dejando al descubierto mi diminuta bombacha blanca. Sonrió otra vez y, presionando mis hombros, me hizo arrodillar frente a él.

No ofrecí ninguna resistencia; me limité a hacerlo, saboreando ya lo que vendría. Así arrodillada, el bulto que se le formaba en sus pantalones quedaba justo a la altura de mi boca.

“Ahora quiero que la saques, putita…” Susurró casi jadeando.
Pasé mi mano por el bulto, acariciando la dureza que ya temía su verga.
Sin poder esperar más, le desabroché la hebilla del cinturón y bajé sus pantalones hasta las rodillas. El bóxer negro que llevaba ya tenía una mancha de humedad en el frente justo donde estaba la cabeza de su pija.

Bajé también el bóxer, dejando al descubierto el enorme tronco que se balanceaba de lado a lado por la inercia de sentirse libre y que casi me golpeó la cara…

Por algunos segundos me quede mirándolo; era una cabeza enorme y gruesa, brillando con la baba que estaba saliéndole; estaba enrojecida y recorrida por venas palpitantes. Era algo mucho mejor que lo que yo me había imaginado. Era una pija hermosa…

Sentí la presión de su mano en mi nuca y levanté la vista.
“Ahora vas a chupármela, como una buena putita…” Me dijo sonriendo.

Esto me encendió aun más. Con mis manos apoyadas en sus muslos saqué la lengua y la pasé lentamente por la cabeza de su verga. El sabor salado de ese líquido pre seminal me llegó directamente al paladar, seguí bajando por el tronco sin despegar mi lengua hasta llegar a la base.

Javier lanzó un largo suspiro de placer. Subí nuevamente por el tronco pasando mi lengua por cada una de sus venas y al llegar a la punta abrí mi boca al máximo y me comí suavemente esa tremenda pija, hasta tener la mitad adentro, ocupando toda mi cavidad bucal…
Poco a poco comencé a mover la cabeza hacia delante y atrás sintiendo el roce de sus venas en mis labios; mi propia saliva se mezcló en mi boca con sus jugos y comenzó a escurrirse por las comisuras de mis labios.

Lo tomé con las dos manos masturbándolo mientras lo lubricaba con saliva. Javier me aferró por los cabellos y me hizo quitar mis manos de su pija.
Comenzó a mover sus caderas con ritmo, metiendo y sacando su enorme tranca mientras yo lo miraba a los ojos; agradecida por lo que me hacía.
Mi concha estaba empapada y con una mano deslicé mi bombacha a un lado y comencé a meterme un par de dedos adentro de esa humedad…

De pronto Javier sacó su verga de mi boca y me la refregó por la cara, haciéndome sentir ese olor a macho excitado a punto de terminar.

Me aferró por la nuca, haciéndome poner de pie.
Al pararme sentí mis piernas entumecidas y temblorosas; casi no me sostenían.
Sin decir nada, me subió la falda hasta la cintura y me bajó la bombacha a tirones casi haciéndome caer. Sin mucha delicadeza me subió a la mesa colocando mi trasero justo en la orilla y, echando los brazos para atrás, me sostuve sin acostarme. Javier me levantó las piernas hasta sus hombros.

Deslizó sus dedos por mis labios vaginales y sonrió nuevamente.
“Así me gusta, putita, una concha bien empapada y caliente…”
Sin darme tiempo a reaccionar, apuntó la cabeza de su verga justo entre mis labios vaginales y con un solo empujón me la clavó hasta el fondo.

Yo solté un tremendo aullido de dolor que seguramente se pudo oír hasta afuera del taller, pero al mismo tiempo no pude evitar una sonrisa de satisfacción. Ya no me importaba nada; solo quería ser bien cogida…

Javier de repente se convirtió en otra persona. que me bombeaba la concha de una manera brutal, casi desalmada. Su verga entraba y salía con un ímpetu impresionante. Me hacía doler y lloriquear, sintiendo que mi concha se abría más con cada embate que me daba. Era algo tremendo.
La cara de Javier estaba desencajada, mientras repetía sin cesar:

“Te encanta mi verga, putita. Te gusta que te coja así; a lo bruto…”
Yo no podía dejar de jadear; esa verga con cada bombeo me sacaba el aire, eran jadeos y alaridos que no podía evitar.
De repente sentí que comenzaba a tener un orgasmo. La piel se me erizó y los pezones apretados por la blusa me dolían de lo duros que estaban.

Entonces mis fluidos comenzaron a deslizarse por mis muslos y mi orgasmo se salió de todo control posible. Empecé a jadear y a aullar mientras se me nublaba la vista.
Javier continuaba bombeándome, sin muestras de acabar alguna vez…
“Basta, basta… por favor…” Me animé a suplicarle.
Disminuyó el ritmo de sus embestidas, mientras reía burlonamente.

“Querías verga… no es así, putita?. Acá está mi verga…”
Dijo, sin dejar de cogerme…
“Eso es lo que quiero, que me cojas así…” Respondí agitada. “Pero también tengo otro deseo y quiero que vos me lo cumplas…”
“Qué otra cosa vas a querer, putita linda…? Preguntó Javier, resoplando.
“Quiero que me rompas el culo, sentir tu verga desfondándome sin piedad”
Diciendo eso lo empujé hacia atrás y me bajé del escritorio, para darle la espalda y levantarme otra vez la falda hasta mi cintura. Le dejé ver a Javier mis redondas nalgas deseosas de pija.

“Qué putita tremenda…” Suspiró mientras me metía la mano por detrás.
Me incliné sobre el escritorio, sacando mi cola hacia afuera. Abrí las nalgas con mis manos, dejando al descubierto mi apretado anillo trasero, listo para ser destrozado a puro golpe de pija.

Sentí el escupitajo que lanzó sobre la raya de mis nalgas y enseguida lo esparció hasta llegar a mi ano. Con un moviendo circular empezó a dilatarlo sin demasiada dificultad; yo estaba muy caliente y expectante…

Javier no tuvo paciencia para esperar que se dilatara mucho. Enseguida sentí la gruesa cabeza de esa verga tratando de abrir mi esfínter.
“Por favor, necesito dilatarme un poco más… así me duele” Le dije.
“No; putita…te voy a coger así, para que la sientas de verdad” Respondió.
“Por favor… me duele…” Lloriqueé lastimosamente.
“Quiero que te duela, por ser tan puta…” Masculló entre risas.

Cerré los ojos y sentí la presión adentro de mi culo; que aun se resistía ante el exagerado grosor de la verga y por la falta de lubricación.

“Está muy apretado este culo…” Dijo Javier entre dientes; mientras seguía presionando sin piedad sobre mi ano. De repente pude sentir que me abría en dos, al distenderse finalmente mi esfínter. La cabeza de esa pija dura entró entera y sentí que realmente me estaba partiendo por la mitad

“Ay, hijo de puta… me duele…” Grité llorando, soltando mis nalgas y golpeando el escritorio con mis puños. Arqueé la espalda, pero la pesada mano de Javier me empujó la cabeza hacia abajo, al mismo tiempo que me aferraba por las caderas para inmovilizarme. Intenté escapar hacia adelante; pero él me lo impidió, obligándome a quedarme como estaba.

El dolor era intenso; sentía que la cabeza de su verga era de un tamaño imposible de soportar dentro de mi ano. Tenía la piel erizada en todo el cuerpo y empezaba a transpirar frío…

“Quiero que me la saques, no la aguanto más, es muy grande…”
Le supliqué ahora sollozando, pero él empujó todavía un poco más.
“No, Anita, ya se te va a pasar el dolor, hay que aguantar un poco más…”
Obedeciéndole, me quede quieta jadeando por algunos segundos mientras seguía sintiendo que tenía una antorcha encendida metida en el culo.

Lentamente fue empujando de a poco todavía un poco más su verga; pero el dolor me estaba matando. Sentía que me iba a desmayar…
Sin embargo al paso de los segundos el dolor fue disminuyendo con cada metida y sacada que me daba; el roce de su verga en mi recto comenzó a producirme sensaciones un poco más placenteras.

Javier se dio cuenta que yo ya no me quejaba más y entonces me tomó por las caderas con suavidad; pero empezó a moverse con la misma brutalidad que ya había tratado mi enfebrecida concha; sin ninguna piedad de mi culo.

Yo aullaba como una perra en celo y, en verdad, su pija me estaba matando a golpes. Volteé mi cabeza y lo miré sonriendo, mientras veía cómo su gruesa pija entraba y salía de mi castigado ano.

Cuando se dio cuenta que lo miraba a los ojos, Javier me sonrió y dijo:

“Te voy a dejar este lindo culo bien roto, por ser tan putita, Ana…”
Ya no pude aguantar otra vez el ardor doloroso y comencé a llorar. Eso pareció excitarlo mas; ya que entonces sus movimientos se hicieron más rápidos y sentí que su verga crecía más así enterrada en mi ano.
Ese dolor, sumado al roce de mis pezones contra la fría tabla, me provocó un orgasmo incontenible y brutal. De repente mi vagina estalló en un éxtasis mucho más intenso que el anterior…
Mis músculos anales apretaron más su verga.

Javier ya no pudo aguantar y hundiéndome con todas sus ganas la verga en el culo, me lo empezó a llenar de leche. Continuó bombeándome y cada metida trataba de que fuera más profunda.

De pronto él se quedo quieto y jadeando. Yo dejé caer la cara sobre la tabla mientras disfrutaba todavía la dureza de su verga en mi culo.
Apoyándose sobre mis caderas, Javier me la sacó lentamente…
También muy lentamente me incorporé para voltear a mirarlo..

Javier estaba sonriente, sosteniendo su pija dura en la mano.
“Espero haber cumplido tu fantasía como vos querías, Anita.” Dijo.
Le respondí con una sonrisa y después me dirigí al baño.

Cuando regresé a la oficina, Javier estaba olfateando mi bombacha usada. Me la tendió sonriendo y, mientras yo volvía a ponérmela, él me dijo:
“Espero que no sea la última vez que te rompa el culo, putita linda…”

Me acomodé la falda y le respondí sonriendo también:
“No; seguramente no será la última vez…”

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir